Maternidad a partir de los 35 años

Si en los setenta las mujeres tenían su primer hijo en la veintena, hoy es cada vez más habitual que la mujer estrene su maternidad bien entrada en la treintena. La incorporación de la mujer al mercado de trabajo, con todo lo que ello supone -prolongar su educación académica y asentarse, después, en su profesión- es la principal razón de este fenómeno. Pero el efecto contrario, el desempleo y la consiguiente imposibilidad de afrontar los gastos que traen consigo los hijos, se encuentra también entre los motivos que explican el retraso en la maternidad.

Las consecuencias evidentes de esta tendencia son el descenso en el número de hijos, la dificultad de la mujer para concebir a partir de cierta edad y la mayor posibilidad de complicaciones en el embarazo.

Las claves del fenómeno
El 11% de las parejas españolas tienen su primer hijo cuando la mujer ya ha cumplido los 35 años. El principal factor que explica este fenómeno es la incorporación de la mujer al mercado de trabajo, incorporación que no se ha visto acompañada de cambios estructurales que ayuden a la mujer a compaginar profesión y tareas familiares.

Las consecuencias evidentes de esta tendencia son el descenso en el número de hijos, la dificultad de la mujer para concebir a partir de cierta edad y la mayor posibilidad de complicaciones en el embarazo.

Además, el periodo educacional de las mujeres se ha prolongado para facilitar su acceso al mercado laboral y, como consecuencia, la estabilidad laboral que ansían para ser madres llega más tarde, con lo que el primer hijo se retrasa. Al posponer el nacimiento del primer hijo, se tienen menos. Además, la maternidad a partir de los 30-35 años se vive de manera diferente; es más responsable, son hijos más deseados y fruto de una decisión más meditada.

Pero en ocasiones se educa a estos hijos de manera más permisiva y se tiende a sobreprotegerlos y a darles todo lo que piden. Además, persiste una concepción de la maternidad muy tradicional, por lo que los padres, a menudo, se sienten culpables del poco tiempo que pueden dedicar a sus hijos y tratan de compensarlo convirtiendo a los niños en los reyes de la casa, lo que repercute negativamente en su formación.

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