La música me ha acompañado siempre a lo largo de mi vida. Cada momento importante tiene su banda sonora: las canciones infantiles, las que escuchaba en la adolescencia en el walkman hasta la madrugada, las que sonaron en nuestra boda, las que enseñamos a nuestros hijos… Y también el confinamiento ha tenido para mí su música particular.
En estos meses de paréntesis —las cosas solo cobran su verdadero valor cuando nos faltan— he redescubierto la música. Me ha impresionado el grado en que la gente necesitaba música al verse confinada, la urgencia no solo de entretenerse, sino también de compensar con experiencias musicales la falta de contacto personal, la ausencia o el miedo. Al oír música juntos, nos conectamos a un nivel muy profundo, como decía hace poco el maestro Pablo González: «El poder que tiene la música es que nos hace conectar con una parte de nosotros mismos que es muy profunda, a la que no llegan las palabras”.
Me ha impresionado el grado en que la gente necesitaba música al verse confinada, la urgencia no solo de entretenerse, sino también de compensar con experiencias musicales la falta de contacto personal, la ausencia o el miedo.
Un buen concierto es, efectivamente, una fiesta de la empatía, donde cada uno siente emociones que, en realidad, son también de otro: de Beethoven, del intérprete o de la persona desconocida que escucha en el asiento de al lado. En esas experiencias profundas vividas en común —también las del teatro, el cine, la danza y las demás artes— radica en alguna medida nuestro sentido de comunidad y nuestra capacidad de convivencia. No podemos dar de lado ahora a la cultura, sino todo lo contrario, porque la reconstrucción económica resultará inviable si no va acompañada de una reconstrucción moral. Habrá que tomar decisiones económicas, pero los valores que nos permitirán sobrellevar pacíficamente la crisis como sociedad son de orden moral (solidaridad, cohesión, confianza) y se fomentan a través de las artes y las humanidades.
Han sido tres meses con las puertas de la Escuela Reina Sofía cerradas. En este tiempo hemos seguido dando clases online y los jóvenes intérpretes de la Escuela han hecho mucha música desde sus casas y algunos de los vídeos suyos que hemos compartido nos han convertido en la escuela europea con más seguimiento en las redes. Pero, por mucho que la cultura se haya puesto en estos meses a la vanguardia de las tecnologías de la educación, lo cierto es que necesitábamos volver ya al escenario.
El regreso al escenario
El próximo viernes 26, por fin, volveremos a tener nuestros jóvenes músicos tocando juntos en el Auditorio de la Escuela. Va a ser un concierto muy especial, al que está invitado todo el mundo. Por precaución, el público estará todavía en sus casas, viendo el concierto en directo y en abierto a través del canal de youtube de la Escuela.
Pero el escenario estará ocupado por nuestra Orquesta Freixenet, y estudiantes del Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Actuarán todos bajo la batuta de uno de los grandes directores del momento: el maestro Pablo González.
Ellos tienen en sus manos y en sus voces el poder de conmovernos y de hacer el mundo mejor.
Lo hemos titulado Concierto «Reencuentro», porque nos permitirá reencontrarnos con los estudiantes, lo que nos hacía muchísima falta. Ellos creen que nosotros les ayudamos a formarse, y es verdad. Lo que no saben es hasta qué punto nos alimentamos de su vitalidad y de su manera franca e ilusionada de mirar al futuro. Ellos tienen en sus manos y en sus voces el poder de conmovernos y de hacer el mundo mejor.
En la Escuela, sabemos que los próximos meses y años nos plantearán retos, pero también, que van a resultar apasionantes. Los afrontamos con la confianza de haber visto cómo todos —alumnos, profesores, equipo, mecenas y amigos— se han entregado generosamente a la tarea de adaptar la Escuela a las condiciones impuestas por la pandemia y a sacar lo mejor de nosotros mismos en favor de un proyecto común.
Tenemos la suerte, además, de contar con una estructura profesional moderna e inclusiva, en la que el talento y la capacidad de la mujer se desarrolla sin trabas.
Bajo el liderazgo de nuestra presidenta, Paloma O’Shea, y un equipo cargado de mujeres, la Escuela ha sabido demostrar una sensibilidad especial a la hora de lidiar con los retos recientes. Estoy segura de que esa misma sensibilidad nos ayudará a afrontar los que tenemos por venir.