Chavela, la última chamana: una obra para honrar a la mujer que cantó desde las entrañas

En una época en que las mujeres aún tenían que pedir permiso para ser libres, Chavela Vargas decidió no hacerlo. Dueña de una voz áspera como el mezcal y un alma desbordada de rebeldía, desafió todos los mandatos: cantó rancheras cuando eran terreno exclusivo de hombres, se vistió como quiso, amó a quien quiso —siempre mujeres— y convirtió su vida en un manifiesto de libertad.

Hoy, más de una década después de su muerte, su espíritu indomable regresa al escenario en forma de homenaje: Chavela, la última chamana, una obra teatral y musical que se presenta en el Teatro Marquina de Madrid hasta el 11 de mayo. El montaje, dirigido por Carolina Román, nos propone mucho más que un repaso biográfico. Es una ceremonia, un conjuro colectivo, una conversación entre mujeres a través del tiempo y la música.

Rozalén, Luisa Gavasa y Nita: voces que conjuran a Chavela

En escena, tres mujeres dan cuerpo y alma a distintas facetas de Chavela. La cantautora Rozalén, con su energía cercana y poderosa, pone voz a la Chavela intérprete. Luisa Gavasa encarna con sobriedad y firmeza a la anciana sabia, la chamana que ha visto y sentido todo. Nita, cantante de Fuel Fandango, aporta una fuerza telúrica y sensual que dialoga con lo ancestral.

El resultado es un tejido de canciones, textos y emociones que no busca imitar a Chavela, sino invocarla. No hay caricatura ni nostalgia vacía: hay verdad. Y eso es profundamente chavelesco.

Una vida que fue canción

Nacida en Costa Rica en 1919, Chavela Vargas se nacionalizó mexicana y construyó allí su leyenda. Se abrió camino en cantinas, enfrentó la soledad, el machismo y el alcoholismo. Después de un largo retiro, regresó a los escenarios en los años noventa y conquistó el mundo desde su autenticidad brutal. A los 81 años, se declaró abiertamente lesbiana. A los 83, cantó en el Carnegie Hall. Fue musa de Almodóvar y leyenda viva hasta su muerte en 2012.

Chavela, la última chamana recoge todo ese caudal vital sin intentar domesticarlo. Al contrario: lo celebra con la misma mezcla de dolor y gozo que caracterizaba sus interpretaciones. El espectáculo es íntimo, poético y feroz. Como ella.

Un canto colectivo por la libertad

En un momento histórico en que los feminismos rescatan referentes invisibilizados, esta obra llega como un acto de justicia y celebración. Nos recuerda que Chavela no solo fue una gran artista: fue un símbolo. Una mujer que se atrevió a ser libre cuando eso era un acto revolucionario.

Sinopsis de Chavela, la última chamana

Chavela, la última chamana: un ritual escénico para honrar a la mujer que cantó desde las entrañas

Si pensamos nuestra existencia como un ovillo, siempre le prestamos más atención a la punta de la vida y menos a la de la muerte. Chavela Vargas vino al mundo a cantar verdades con el corazón y con la daga de su voz. Una vez dijo: “Yo no me voy a morir porque soy una chamana y nosotros no nos morimos, nosotros trascendemos».

María Isabel Anita Carmen de Jesús Vargas Lizano vuelve a casa después de una larga gira, la última. Su amiga “La Pelona” viene a buscarla dentro de tres días y Chavela oscila entre el filo de este y el otro mundo. De vez en cuando olvida quién es, pero un hilo rojo la lleva lejos; a esos lugares en “donde amó la vida”, a un limbo de recuerdos que la visitan antes de la partida. Allí, una anciana espera a la muerte, una niña herida manda dentro de una mujer y un Mito se hace eterno.

Los personajes aparecen y se desvanecen en una puesta escénica dotada de un realismo mágico. Cada noche, canalizaremos a “el Mito” que nos cantará y llevará a ese mundo onírico.

Chavela nos enseñará a mirarnos en su espejo libre y rotundo, viviendo, muriendo y haciéndose eterna. Por eso Chavela Vargas es mucho más que todo eso. Chavela somos todos y todos somos Chavela.

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