Cómo encontrar (y cuidar) a mis socias creativas

Como en toda relación importante y comprometida, no alcanza con elegir bien, el mantenimiento es clave.

La primera condición para saber elegir es conocerse a una misma. Mis fortalezas y debilidades, mis habilidades y mis manías, mi disponibilidad real de tiempo y recursos. Además, sin alimentar ilusiones imposibles de cumplir que me llevarán a defraudar a mi potencial asociada.

«Un denominador común que no es negociable: los valores humanos en los cuales creemos»

En el momento de elegir habrá que dejar en suspenso los prejuicios y mandatos para poder activar la intuición y la empatía, que son las que mejor nos revelan a una persona.

 

¿Y qué necesito encontrar?

Alguien que necesite trabajar como parte de su proyecto de vida. Que sea lúcida y honesta respecto de su situación presente. Que pueda proyectarse a largo plazo y con una visión sin límites de la potencialidad de un emprendimiento. Que sea entusiasta, conectiva y colaborativa. Generosa con sus ideas y abierta a escuchar y valorar las de los otros.

El encuentro en el que se decide hacer algo juntas es el primer paso. Reuniones para conocerse o para redefinir la relación con una amiga o conocida con la que hemos decidido emprender un proyecto laboral. Aquí habrá que poner a prueba la capacidad de encontrar el equilibrio entre los deseos y sueños de cada una y el rigor que todo trabajo necesita. En esta etapa es esencial hacer lugar para las ideas creativas, las opiniones, las críticas constructivas. Y dejar de lado los caprichos, las ofensas, las actitudes infantiles.

A partir de aquí comienzan las reuniones “de trabajo”

Sabemos que todas las mujeres tendemos a compartir emociones y experiencias como modo de conocernos más y de crear vínculos. Sin embargo, algunas hablan demasiado de sus hijos, sus crisis y hasta sus romances o fantasías, buscando compasión, admiración o complicidad. Por eso es importante que quede claro que se trata de una relación laboral con compromisos a asumir y objetivos a cumplir, y que el eje sea siempre el proyecto compartido.

Demasiada intimidad es signo de una persona inmadura e incontinente que nos seguirá invadiendo con sus temas personales. Y que siempre encontrará el modo de que seamos nosotras quienes tengamos que adaptarnos a sus dificultades y limitaciones. Por eso es esencial ser generosas y consideradas aún desde detalles aparentemente menores. Aceptar encontrarse en un punto intermedio de la ciudad que les venga bien a ambas. Si una tomó café y la otra café con medialuna, pagar a medias. La próxima será al revés. Y, por supuesto, si soy yo siempre la de la medialuna, ofrecer pagar mi extra.

Si una está casada o de novia con un contador y la otra con un abogado, y las dos tienen la suerte de poder charlar de su proyecto con su pareja y recibir consejos, no está bueno que cuando dialoguen entre ellas, para defender su punto de vista, recurran al “mi marido que sabe de esto dice…” o “mi novio que es abogado opina…” Sin dudas es bueno aprender y escuchar diversas opiniones, pero lo maduro y saludable para la relación entre socias es procesar lo que se escucha para ir construyendo un criterio propio, y desde allí debatir una idea.

¿Y qué es lo que hace a la relación más creativa, innovadora y productiva? Un equilibrio dinámico entre las afinidades, lo que tenemos en común, y la diversidad de cada una, que nos permitirá capitalizar las complementariedades. Y un denominador común que no es negociable: los valores humanos en los cuales creemos.

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