La situación financiera actual, la incapacidad de hacer frente al alquiler, y muchas veces otras causas como la ruptura con la pareja, hacen que cada vez sea más frecuente que los hijos ya independizados, vuelvan a casa. Que los hijos dejen el hogar puede ser muy duro, pero también lo es que vuelvan después de años de independencia. En esta nota, algunas claves para enfrentar y manejar mejor esta situación en su aspecto financiero.
La escena se repite más de lo que uno cree: una llamada telefónica o una reunión en un bar, y la angustiante confesión por parte de los hijos adultos que piden volver al hogar. En las actuales condiciones de vida de muchos países, no es raro que un gran número de padres, que creía haber cumplido con sus obligaciones financieras hacia sus hijos, tenga que enfrentar una situación como esta, sin lugar a dudas muy diferente a la planificada.
Psicólogos y sociólogos coinciden en afirmar que cada vez más padres ven retornar a sus pichones al nido, lo cual es una tendencia que parece incrementarse de diez años a esta parte. Las causas son numerosas, pero entre las más usuales, afirman, se podría citar las dificultades en el mercado del trabajo, los costos de una carrera universitaria, y el aumento en el costo de vida.
Psicólogos y sociólogos coinciden en afirmar que cada vez más padres ven retornar a sus pichones al nido, lo cual es una tendencia que parece incrementarse de diez años a esta parte. Según señalan estos mismos profesionales, casi la mitad de los jóvenes de entre 18 y 24 años viven en la casa de uno o ambos de sus padres, pero muchos de ellos afirmaron haber vivido un tiempo de forma independiente, y haber regresado al hogar paterno luego de tener que enfrentar diversos tipos de dificultades, principalmente las mencionadas anteriormente.
Y es que, sea debido a la pérdida de sus trabajos, un divorcio, algún revés financiero, o cualquier otra cuestión, muchos hijos adultos que parecían haberse independizado definitivamente de sus padres, regresan un buen día a vivir a la casa de sus progenitores, lo que contempla un gran e impensado cambio en todas las rutinas de vida de los mismos, tanto a nivel social como financiero.
Pero por cierto que cuando un hijo adulto regresa al hogar de sus padres, estos últimos están obligados a manejar un imprevisto cambio de sus finanzas hogareñas para así sostener a los nuevos habitantes.
Con todo, y más allá de todo lo negativo que esta situación podría parecer, son varios los expertos que afirman que este tipo de problemas contiene también en sí mismo la oportunidad de mejorar la vida de ambas partes, mediante una correcta ayuda y resolución de la situación.
De cara al problema
Por cierto que esto no quita que la situación sea verdaderamente muy adversa. Es muy duro para aquellos hijos que habían logrado cierta independencia y éxito profesional, tener que aceptar que -no por su responsabilidad, sino en gran parte por la falta de estabilidad en el mercado de trabajo- deben regresar a buscar la ayuda de sus padres, y posiblemente a ocupar nuevamente el cuarto que pensaron que no volverían a utilizar.
Por su parte, estos padres, que posiblemente puedan encontrarse ya en el retiro, deben combinar sus gastos habituales con el impensado aporte a sus hijos, que seguramente deberá incluir, por ejemplo, la medicina pre-paga o los gastos del auto, ítems sin dudas muy costos que nunca planificaron que deberían afrontar.
Según afirman los especialistas, una de las claves para manejar esta situación, es identificar cuáles son las prioridades propias y de los hijos.
Según afirman los especialistas, una de las claves para manejar esta situación, es identificar cuáles son las prioridades propias y de los hijos.En primer lugar, estén o no trabajando, los hijos deben saber que deberán aportar a la casa una contribución financiera, pero además, tomar la responsabilidad de colaborar con el (nuevo) funcionamiento del hogar, reconociendo sus roles y responsabilidades para cada situación que se plantee en el hogar.
Por supuesto que esto último no está limitado a los hijos, y de hecho, como punto básico de partida, deberá existir un gran respeto entre todos, donde los padres también deberán reconocer los derechos de sus hijos, que hace largo tiempo abandonaron la niñez.
De cualquier forma, los especialistas señalan que, en cualquier caso, será fundamental que haya algún tipo de estructura o estímulo para que estos "chicos" sepan que la convivencia será transitoria, y que, en el mediano o corto plazo, deberán volver a valerse por si mismos.
En este sentido, agregan que nunca es bueno que los hijos no tengan, por parte de sus padres, algún tipo de estímulo para retornar a la vida independiente, y, de hecho, si usted les hace creer que todo podría llegarles gratuitamente, no tendrían un real estímulo para trabajar y volver a independizarse, haciendo algo que a posteriori los pueda ayudar.
Ciertamente, esta es una situación que requiere de un delicado equilibrio. Los hijos acaban de atravesar un gran trance, y no deseamos agregarles una carga de presión a la que ya de por sí traen, pero no menos real es que siempre se deben poner límites.
Y es que aunque duela hacerlo, debemos saber que la imposición de claras reglas no significa que nos hayamos convertido en padres fríos y distantes, sino, todo lo contrario, en padres preocupados por dar un amor constructivo, enseñándole a nuestro hijo el valor de las lecciones de la vida, las cuales debe conocer profundamente para poder salir nuevamente al ruedo.
Locontrario no significaría más que un negativo apañamiento, que aumentaría las dudas y temores que puedan tener sobre sí mismos, luego de haber tenido que volver al hogar paterno.
La importancia del diálogo
Ante todo, demos hablar claramente con nuestros hijos, para establecer por cuánto tiempo esperan permanecer en el hogar. Por cierto que esto no debe hacerse apenas lleguen, pero sí unos siete o diez días después, cuando hayan logrado una mayor tranquilidad, y todavía no surjan en la convivencia molestas diferencias.
Podremos escuchar los argumentos, pero en definitiva, seremos nosotros los responsables de establecer, y comunicar, el plazo de tiempo máximo por el cual nuestro hijo podrá permanecer en el hogar. Según los datos manejados por los especialistas, hay bastantes esperanzas de que esto ocurra sin problemas, ya que en la franja etaria de entre 25 y 34 años, menos de 10 por ciento de los hombres y mujeres jóvenes viven con, por lo menos, uno de sus padres.
También pueden colaborar
Aunque pueda resultarle difícil, debemos hablar con nuestros hijos acerca de la posibilidad de que ellos realicen una colaboración financiera al hogar.
Una opción para esto, podría ser pedirles que hagan un pequeño aporte mensual fijo, hasta que puedan volver a la vida independiente. Por más que no tenga un trabajo fijo, cualquier joven adulto debería ser capaz de lograr un ingreso mínimo (dando clases particulares, diseñando sitios webs, realizando suplencias, etc.) y debería comprender que, al margen de sus gastos personales imprescindibles, ese dinero debería ir al hogar donde vive.
Una opción para esto, podría ser pedirles que hagan un pequeño aporte mensual fijo, hasta que puedan volver a la vida independiente. Por más que no tenga un trabajo fijo, cualquier joven adulto debería ser capaz de lograr un ingreso mínimo.Lo ideal sería que este monto mensual vaya subiendo conforme pase el tiempo, de manera que adviertan que, cuanto más tiempo permanecen, más caro les cuesta vivir allí, lo cual será un estímulo para volver a vivir solos.
También, para el caso de que no necesitemos imperiosamente de ese dinero, esta contribución mensual podría ser utilizada para volverle a inculcarle a nuetros hijos el valor del ahorro.
En este caso, podemos decirles que todo lo que ellos aporten a este fondo, será contabilizado en una cuenta separada, por lo que cuando el joven esté listo para volver a vivir solo, podrá obtener ese monto para así aliviar las cargas que conlleva cualquier mudanza, o bien para poder darse otros gustos. Esto también hará que, luego de un tiempo, los hijos estén más incentivados para abandonar el hogar.
Claro que, sobre todo en los actuales tiempos, esto es más fácil de programar que de llevar a cabo. Por eso, será fundamental que, en primer lugar, fijen una cifra justa, y en segundo, los padres acepten que muchas veces, más de las que piensan, los hijos no podrán cumplir con los pagos, pero, en la mayoría de las situaciones, no por mala voluntad, sino por una imposibilidad real.
Para compensar, los hijos también podrían ayudar en las tareas domésticas o de oficina. Hacer la limpieza general del hogar, preparar la comida, reparar el descuidado sótano, encargarse de llevar la contabilidad de los gastos e ingresos, o realizar los trámites burocráticos, tanto para el hogar como para la oficina, podrían ser algunas de las varias tareas de las que podrían hacerse cargo.
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