Del mando al mentoreo: cómo se ha transformado el liderazgo en medio siglo

El 16 de octubre se celebra el Día Internacional del Jefe, una fecha que nos invita a reflexionar sobre una de las transformaciones más profundas del mundo laboral: la evolución de quienes lideran equipos y organizaciones. Hace cinco décadas, la figura de autoridad en las empresas respondía a un modelo vertical, jerárquico y, en su mayoría, masculino. Hoy, el panorama es radicalmente distinto. El liderazgo ha mudado de piel, adoptando formas más colaborativas, diversas e inclusivas que redefinen las relaciones de poder en los espacios de trabajo.

Esta metamorfosis no es casual. Responde a cambios socioculturales, tecnológicos y económicos que han cuestionado las viejas estructuras y han abierto paso a nuevas narrativas sobre lo que significa dirigir, inspirar y conducir equipos hacia el éxito.

De la autoridad vertical a la colaboración horizontal

Los estilos de liderazgo colaborativos e inclusivos reflejan un cambio drástico con respecto al enfoque de gestión descendente y de mando y control que era popular en décadas anteriores. En los años setenta, la figura de autoridad empresarial se construía sobre la jerarquía y el control. Las decisiones fluían de arriba hacia abajo, sin espacios para la participación o el cuestionamiento. El modelo imperante valoraba la firmeza, la distancia emocional y la capacidad de dar órdenes sin vacilación.

Pero la llegada de la era digital, la globalización y los movimientos sociales transformaron esa lógica. El liderazgo moderno exige habilidades diferentes: hoy se valora la empatía, la escucha activa, la flexibilidad, la capacidad de inspirar y de construir equipos diversos y autónomos. La figura de quien dirige ya no se mide por su capacidad de imponer, sino por su habilidad para conectar, motivar y empoderar a otros.

Durante décadas, los atributos considerados centrales para ser una empresa exitosa han reflejado las cualidades apreciadas en los líderes: enfocarse en las ganancias, exigir resultados, ejercer autoridad y control, y ser ferozmente competitivo. Sin embargo, las organizaciones contemporáneas han descubierto que la sostenibilidad y el crecimiento requieren un enfoque más humano, donde el bienestar del equipo y la innovación colectiva sean prioridad.

El avance del liderazgo femenino: lento pero constante

Uno de los cambios más significativos de las últimas décadas ha sido la incorporación creciente de mujeres en posiciones de dirección. Hace cincuenta años, la presencia femenina en roles de liderazgo era prácticamente nula. Las barreras estructurales, los sesgos de género y la falta de políticas de conciliación limitaban drásticamente las posibilidades de las mujeres de acceder a estos espacios.

Hoy, aunque persisten obstáculos importantes, el panorama muestra avances. Según Grant Thornton en su informe «Women in Business 2025», el 34% de los cargos directivos a nivel global ya están en manos de mujeres, y su participación sigue creciendo. En España, las cifras son aún más alentadoras: las mujeres ocupan actualmente el 40% de los puestos directivos, lo que sitúa al país por encima de la media europea.

Sin embargo, si bien el aumento en la representación femenina ha sido constante en los últimos años, el informe señala que el ritmo de cambio sigue siendo lento. De mantenerse esta tendencia, se necesitarían más de 50 años para alcanzar la paridad de género en los niveles más altos de liderazgo. Esta realidad pone en evidencia que, si bien se ha avanzado, queda un largo camino por recorrer para lograr una verdadera equidad en las estructuras de poder corporativo.

En los últimos años, el liderazgo de la mujer está transformando la gestión de los negocios, impulsando cambios estratégicos y fortaleciendo su posición en el mercado, tanto en empresas fundadas por mujeres, como aquellas en las que ocupan puestos directivos o lideran proyectos. Este impacto no solo se mide en números, sino en la forma en que las organizaciones operan, innovan y se relacionan con sus equipos y comunidades.

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Las nuevas generaciones y la redefinición del liderazgo

Otro fenómeno revelador de estos tiempos es la relación que las nuevas generaciones establecen con el concepto de liderazgo. La mayoría de los jóvenes españoles no tiene entre sus prioridades el objetivo de liderar equipos y empresas. Esta aparente falta de interés no debe interpretarse como desapego, sino como una redefinición de lo que significa ejercer influencia y responsabilidad en el mundo laboral.

Los millennials y la generación Z valoran la autonomía, el propósito y el equilibrio entre vida personal y profesional por encima de los títulos jerárquicos. Para ellos, liderar no necesariamente implica ocupar un cargo directivo tradicional, sino tener la capacidad de generar impacto, promover cambios y trabajar en proyectos significativos. Esta visión desafía los modelos convencionales y abre paso a estructuras más horizontales, donde el liderazgo se distribuye y se ejerce de manera colectiva.

Del control a la confianza

En las dos últimas décadas, el mundo del management ha experimentado una transformación radical impulsada por la globalización, la tecnología y cambios socioculturales. La tecnología ha sido uno de los grandes motores de esta transformación. La posibilidad de trabajar de manera remota, las herramientas de colaboración digital y el acceso instantáneo a la información han desplazado el modelo de supervisión constante hacia uno basado en la confianza y la autonomía.

Quienes lideran hoy ya no necesitan estar físicamente presentes para ejercer su rol. Su función se centra en establecer objetivos claros, proporcionar recursos y apoyo, y crear una cultura organizacional que permita a cada persona dar lo mejor de sí misma. El micromanagement, tan común en décadas pasadas, es visto ahora como una práctica obsoleta e incluso contraproducente.

Un futuro de liderazgos plurales

La transformación del liderazgo en los últimos cincuenta años es, en definitiva, la historia de una apertura. Una apertura hacia la diversidad de voces, estilos y perspectivas que enriquecen la toma de decisiones y fortalecen las organizaciones. Es también la historia de un aprendizaje colectivo sobre lo que significa guiar sin imponer, inspirar sin manipular y construir espacios donde todas las personas puedan desarrollar su potencial.

En este Día Internacional del Jefe 2025, celebramos no solo a quienes ocupan posiciones de autoridad, sino a todas aquellas personas que, desde distintos roles y lugares, ejercen un liderazgo transformador. Un liderazgo que reconoce que el poder no se concentra, sino que se comparte; que no se impone, sino que se cultiva día a día en la relación con los demás.

El camino recorrido es extenso, pero la dirección está clara: hacia organizaciones más humanas, equitativas y preparadas para los desafíos de un mundo en constante cambio. El futuro del liderazgo será, necesariamente, plural, diverso y colaborativo. Y ese futuro ya ha comenzado.

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