Autonomía e independencia: marquemos la diferencia

Soy una convencida de que las mujeres tenemos algo particular que aportar, distinto a lo que aportan los hombres y así marcar una diferencia. Por ejemplo, la integración entre el servicio generoso y el compromiso desinteresado, es decir, sin buscar beneficio propio. Pero estamos cayendo en pelear y defender "nuestro" aporte.

Se nos pide que hagamos evidente nuestra contribución para lograr acceder a posiciones de poder. Así lo hacen los hombres para llegar a la cúspide. Y así lo sugieren algunos asesores a las mujeres interesadas en llegar a posiciones de responsabilidad: que se hagan notar y aseguren que sus contribuciones se vean pues esto, seguramente les facilitará su ascenso.

Hipatia, lo sabemos por la historia y lo "refrescamos" en la película "Agora" del chileno-español Alejandro Almenábar, fue una matemática y filósofa del S IV después de Cristo que terminó asesinada en Alejandría por su pensamiento libre y su interés en la ciencia, todo lo cual se consideraba pagano y por ende condenable. Y más en una mujer.

El medio empresarial y laboral en general, está exigiendo a las mujeres que se comporten como los hombres para que su liderazgo sea reconocido y aceptado, con lo cual perdemos todos.Policarpa Salavarrieta patriota colombiana que colaboró en la independencia hace dos siglos, terminó fusilada por su compromiso y contribución a la causa rebelde. Dos mujeres, dos épocas muy diferentes, y sin embargo, guardadas las proporciones, igualmente castigadas por su autonomía y por defender lo que consideraban valioso para ellas y para otros. Las últimas palabras de Policarpa fueron: ¡Cuán distinta sería hoy vuestra suerte si conocierais el precio de la libertad! Pero no es tarde. Ved que, mujer y joven, me sobra valor para sufrir la muerte y mil muertes más. ¡No olvidéis este ejemplo!"

Esa autonomía e independencia de pensamiento que estas mujeres practicaron y proclamaron, la podemos ejercer hoy sin por ello asimilarnos a la conducta de los hombres, como pareciera que se exige sutil o abiertamente a las mujeres modernas.

Para mí es una cualidad prestar un servicio de manera desinteresada, lograr una meta común sin necesitar reconocimiento, porque genera una sensación de libertad real, no amarrada a otros. Y en esto las mujeres podemos ser ejemplo, evitando la competencia por la competencia misma, sin perder derechos o dejar de lado el acceso a posiciones de responsabilidad. Y sin caer tampoco en dejar de pedir cuando sea necesario ¡porque nuestra diferencia no se ejerce dejándonos maltratar!

Según la investigación académica que hacemos sobre ejecutivas latinoamericanas, el medio empresarial y laboral en general, está exigiendo a las mujeres que se comporten como los hombres para que su liderazgo sea reconocido y aceptado, con lo cual perdemos todos.

El perder la particularidad de la contribución femenina tiene dos efectos nocivos. Por un lado, dejamos de ser interlocutoras constructivas al dejar de aportar una forma de liderar incluyente, que convoca, que tiene en cuenta los aportes del grupo y el valor del equipo para el logro de los resultados, como dicen nuestras entrevistadas. Paradójicamente al  asimilarnos a los hombres, ellos ya no se relacionan con nosotras como mujeres, sino "en neutro" y en neutro el automóvil no anda. Por otro lado, perdemos nuestra libertad personal.

El problema no es el género, es la diferencia, como quiera que se manifieste: es poder ser distintas. Se trata de ejercer nuestra libertad y autonomía contribuyendo a las tareas laborales, y de cualquier tipo, de manera generosa, sin codicia o egoísmo, permitiéndonos y permitiendo el contraste. Y sin que por esta particularidad se nos deje de lado o se nos condene.

* María Consuelo Cárdenas es Profesora titular, Facultad de Administración, Universidad de los Andes, Bogotá.

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