En una reunión de trabajo una alta ejecutiva del sector energético respondió su celular en la mitad de una reunión. Todos sus colaboradores esperaron a que terminara su conversación telefónica y cuando ella colgó, dijo: “Hijo mata crisis” y continuó la reunión. Las más sorprendidas fueron las mujeres presentes.
Con frecuencia las personas pierden su foco. Las demandas y obligaciones de su trabajo son casi siempre tan apremiantes, o así las viven, que permiten que sea el trabajo el que gobierne su tiempo, dejando de lado otras dimensiones de su vida.
. Las demandas y obligaciones de su trabajo son casi siempre tan apremiantes, o así las viven, que permiten que sea el trabajo el que gobierne su tiempo, dejando de lado otras dimensiones de su vida. Esto ocurre aún más en los llamados cargos de “responsabilidad y confianza” en los cuales, en lugar de contar con un reloj que marca la entrada y la salida, como tiene que hacerlo en muchas fábricas el personal de planta, estos cargos pueden tener horarios de 24/7, es decir, ¡permanentes!
Las mujeres históricamente han tenido el rol de ser las responsables del hogar, de la familia, del afecto, de los cumpleaños, de las vacaciones, del bienestar. Y generalmente asumen muy bien el rol de defender esos espacios de la pareja y de la familia.
Al pasar las mujeres a ser parte de la fuerza de trabajo y de la alta dirección de las organizaciones, a veces tienden a dejar de lado, por exigencias propias o del contexto, esa tarea. Algunas sienten que tienen que demostrar su compromiso laboral con una entrega total a su trabajo o al menos escondiendo cualquier exigencia de su vida familiar o interés de su vida personal. Otras acuden a toda suerte de soluciones individuales tales como tener el hogar cerca al trabajo, permitir a sus hijos que hagan las tareas en su oficina o mantener un contacto estrecho telefónicamente.
De cualquier forma, lograr el famoso balance entre la vida laboral y la vida personal es una tarea constante, que atormenta sobre todo a las mujeres pero que es una tarea de hombres y mujeres.
Lo importante es tener las prioridades claras y como la presidenta arriba mencionada, ser capaz de escoger, en público y con toda claridad, cuando la prioridad es la familia.
Los hombres en general pueden trabajar a todas horas, o al menos quedarse en su lugar de trabajo por tiempo indefinido. Las mujeres, para bien y para mal, tenemos otros intereses y también asumimos otras obligaciones. No las dejemos de lado, sin por ello perder oportunidades de trabajo, de ascensos, de reconocimiento.
Por eso es fundamental que las organizaciones apoyen a las mujeres en su búsqueda de balance, para que sus políticas de diversidad de género se vean expresadas en acciones cotidianas que validen los horarios flexibles, las interrupciones, las jornadas de medio tiempo, entre otras.
De esta forma, no habrá temor por parte de las mujeres a irse de sus oficinas si tienen que apoyar las tareas escolares de sus hijos, o si ingresan un poco más tarde al trabajo por alguna exigencia familiar. Y así el bienestar nos cobijará a todos.
*María Consuelo Cárdenas es colombiana, doctorada en Administración y Servicios de Salud Mental; Psicologa por la Pontificia Universidad Javeriana y Profesora titular, Facultad de Administración, Uniandes.
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Mujeres, inclusión o discriminación
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