Este segoviano que se afincó en Cataluña a los 6 años de la mano de sus padres, dejó a los 11 la escuela para ayudar a su familia en el comercio de comestibles. A los 14 ya asistía a su padre en el camión de reparto y a los 18 su espíritu emprendedor lo llevó a crear su propia empresa de excavaciones. Pero fue a los 37 años cuando se inició una etapa que dura hasta hoy y es la que más satisfacciones le ha dado. Y la que le ha puesto según muchas de las mujeres que lo conocen, en el privilegiado lugar de "Hombre necesario".
El mismo hombre que con un grupo de amigos creó MRW a partir de una compañía quebrada, es el que confiesa que siempre ha sido feliz. "Soy como mi amigo Anthony Quinn, que no se enteró de que era pobre hasta que salió de su pueblo". Y reconoce que esa felicidad que nunca lo abandonó mucho tiene que ver con lo que veía en su casa: "padres trabajando del día a la noche, pero sonrientes, sin perturbaciones".
Guarda la franqueza y la sencillez de un hombre de pueblo y se jacta de tener hoy -cuando los ingresos obtenidos con el sudor temprano se han convertido en una respetable fortuna- los amigos de antaño.
Rescata que a pesar de haber sido parte de una familia modesta y sin educación ha crecido en la igualdad, y es un convencido de que para erradicar la violencia doméstica la mujer debe educarse e independizarse económicamente.
No ha leído libros de marketing ni de gestión. Es más, prácticamente no ha leído libros y reconoce que es "una barbaridad". "Por eso insisto a mis hijos sobre la importancia del conocimiento".
Cree en la horizontalidad -"respetando cada uno el lugar del otro es fácil construir" y que la honestidad no debe ser teoría -"hay que llevarla a la práctica, ser claro en los planteamientos y transparente en la manera de llevar adelante la empresa."
Respecto al clima laboral que muchas consultoras miden, prefiere sus propios métodos: "Si en la cena de navidad de 220 han fallado 5, es que hay buen clima."
El éxito de una empresa que no para de crecer lo explica en la suma de objetivos que exceden lo económico, "unos valores que son abordados por principio y no por método y que contagian el entusiasmo e involucran porque la satisfacción de la responsabilidad social, de la solidaridad, es como subirte a un tren del que ya no te quieres bajar". Y cuando le pregunto para cuándo la entrada en bolsa me responde con una semisonrisa: "Para cuando esté en la economía real. Despiden empleados y sus acciones suben. ¿Pero qué clase de honestidad practican con sus accionistas si tenían empleados que les sobraban?"
Niega sus propios méritos a pesar de agradecer con humildad 18 premios a título personal y más de 100 galardones empresariales. "Quizás destaque porque los demás no hacen lo que deben."
(Entrevista publicada en la Revista Mujeres Directivas en 2004)