Quedan ya lejos los buenos propósitos del Año Nuevo, en virtud de los que, muchos "procrastinadores" compulsivos hacen propósito de la enmienda para comenzar lo que, con una excusa u otra, han venido aplazando. Por cierto, término muy adecuado éste de procrastinar; describe muy bien qué hay detrás de las chapuzas, la mediocridad o el fracaso.
Atrás queda también el espíritu de la Navidad, cuyo poder para infundir sentimientos de solidaridad, amor y paz prevalece año tras año; capaz de hacernos recordar incluso a aquéll@s con l@s que ya no tenemos relación o contacto y obsequiarles con nuestros mejores deseos.
Las fiestas pasan, los propósitos se olvidan, los deseos nos decepcionan…. Un deseo suele ir asociado a carencia o preservación de lo que se tiene. Será por eso que muchos giran en torno al trabajo: quien no lo tiene aspira a encontrarlo y quien sí, ansía conservarlo. El trabajo se ha convertido en el objeto de deseo más preciado.
En definitiva, el trabajo (tenerlo) va camino de convertirse en privilegio de unos pocos. Y ello pese a estar conceptuado actualmente como un derecho Lo que surgió, según la religión cristiana, como una maldición divina resultado de un pecado, ha devenido en un bien codiciado; porque de su posesión depende la subsistencia, porque vivir requiere dinero y el trabajo es la forma más habitual de conseguirlo. Un recurso cada vez más escaso y demandado. Y como suele ocurrir en condiciones de insuficiencia y alta demanda, su coste tiende al alza, o, en otras palabras, la dificultad de acceso al bien crece. Asimismo, la calidad del bien resulta ser inversamente proporcional a su coste.
En definitiva, el trabajo (tenerlo) va camino de convertirse en privilegio de unos pocos. Y ello pese a estar conceptuado actualmente como un derecho. La realidad se impone y es utópico imaginar un crecimiento económico exponencial, con una eclosión tal de empleos que pudiera dar cobertura a toda la población que carece de ellos. Aún en una situación de bonanza económica tal, la tendencia a la sustitución de mano de obra humana por tecnología es imparable; ¿cuántos puestos de trabajo se perderán cuando se generalicen las técnicas de impresión 3D?
¿Un nuevo paradigma social?
En estas condiciones solo quedan dos alternativas: asistir a la degradación de la sociedad, con la brecha entre quienes trabajan y quienes no agrandándose progresivamente; no sólo eso, las desigualdades según la calidad del empleo cuando éste existe, amplificarán la tensión social. La otra alternativa: un cambio radical de paradigma, en la línea de garantizar unos medios mínimos de subsistencia a todo ciudadano por el
La otra alternativa: un cambio radical de paradigma, en la línea de garantizar unos medios mínimos de subsistencia a todo ciudadano por el hecho de serlo
Movimientos como la solicitud ante el Parlamento suizo, para votar la iniciativa popular de un sueldo de 2000€ para todos sus ciudadanos, no son más que esbozos de este nuevo paradigma. Propuestas similares se han discutido con anterioridad y vuelven a escucharse en varios países, España incluida. El Estado de Alaska ya viene repartiendo entre sus residentes un salario, como forma de reparto de los beneficios de la industria petrolífera allí existente.
Evidentemente un planteamiento tan novedoso requeriría la revisión de esquemas fiscales, reestructuración de impuestos, subvenciones y ayudas, en un marco de mayor redistribución de la riqueza. Pero algunos expertos aseguran que sería factible.
Con independencia de su viabilidad económica, las voces críticas argumentan que, con un salario garantizado se perderían los estímulos para emprender, la creatividad, se detendría el progreso…quién sabe: tal vez tener los recursos básicos asegurados, sería un aliciente para el florecimiento de iniciativas y proyectos; personas emprendedoras y con inquietudes lo tendrían más fácil para centrarse en sus aspiraciones. Tal vez tener los recursos básicos asegurados, sería un aliciente para el florecimiento de iniciativas y proyectosY como contrapartida, quienes consideran el trabajo una carga, quienes más que una ayuda son un lastre, "procrastinadores", "escaqueadores"… no tendrían necesidad de integrarse en el mundo laboral que consideran hostil. Por otra parte, el trabajo "basura" desaparecería por razones obvias.
No me atrevo a aventurar cuál será el resultado del referéndum suizo, ni si algún día llegaremos a ver hecho realidad este nuevo paradigma social. Lo que sí tengo claro es que hoy día la maldición no es el trabajo, sino carecer del mismo y que erradicar esa maldición y sus consecuencias debería ser la primera prioridad de los gobiernos.
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