Es difícil escribir algo optimista ante el repertorio de noticias negativas y perspectivas sombrías que encogen el corazón de la gente. Son habituales términos que antes sonaban lejanos como quitas, defaults, deuda soberana, déficit…. Junto con referencias a “mangantes” de todo pelaje y condición que han dilapidado y/o se han forrado con el dinero de todos, mientras predicaban su compromiso social y su sentido de la responsabilidad.
En ese dilema andaba yo, encarando la redacción de mi último artículo del año. A mi alrededor aires de Navidad, que, fiel a su cita, nos recuerda que son días de alegría, de confraternización, de reencuentro. Sentimientos contagiosos, mágicamente transferidos y compartidos, aunque a veces no sepamos muy bien porqué. Tal vez sea ésa la esencia del espíritu navideño. Y hete aquí que fue una de esas tradiciones de estos días, la del reencuentro, la que me ha dado pie para escribir las líneas que siguen.
Todos estuvimos de acuerdo en que el cambio de modelo de gestión hacia criterios meramente economicistas, centrados exclusivamente en la maximización del beneficio y el valor de la acción.
Como es habitual en estos tiempos, todos los años toca compartir mesa y mantel con amig@s, compañer@s, familia, etc. Todo lo cual a veces agobia un poco, aparte de dejar descuadrados planes de vida sana y alimentación saludable. Pero la tradición manda, el ritual se repite año tras año y el balance es siempre positivo.
De todos estos reencuentros disfruto especialmente la cena que organizamos un grupo de antigu@s compañer@s, tras una dilatada vida profesional en la misma empresa. Andadura laboral compartida que dio pié a una sólida amistad, que permanece. Personas de indiscutible valía profesional y gran calidad humana, cuyo aprecio y cercanía es un verdadero regalo. Un grupo reducido de colegas donde hay mayoría femenina, lo cual no deja de ser llamativo, viniendo de un sector, la ingeniería y la tecnología, predominantemente masculino.
Es usual que en estos encuentros la conversación gire al pasado, rememorando otros tiempos, no sé si mejores o peores, pero distintos sin duda. Y así pasamos revista a los diferentes paradigmas de gestión empresarial por los que transcurrió nuestra trayectoria profesional y a como todo ello podía haber influido en la gestación de la actual crisis. Ante un comentario sobre los datos negativos que empezaban a aparecer en el sector de las telecomunicaciones y en particular en la empresa de la que procedemos, alguien apostilló que no era extraño, cuando quienes habían contribuido al crecimiento y éxito del sector, habían sido expulsados del mismo a edades muy tempranas. Pérdida de “know how” y “expertise” que termina pasando factura.
La semilla de la crisis
Todos estuvimos de acuerdo en que el cambio de modelo de gestión hacia criterios meramente economicistas, centrados exclusivamente en la maximización del beneficio y el valor de la acción, fue el primer paso hacia el abismo. Enriquecimiento rápido y a toda costa. Pan para hoy y hambre para mañana, pero el mañana ya ha llegado.
Apuntaba yo que anteriormente a este modelo se manejaban estrategias bien distintas. A finales de los 80 se ponían las bases para la creación de un holding industrial de telecomunicaciones. Los principales suministradores establecían plantas de producción en España, se desarrollaban e instalaban tecnologías punta como las redes inteligentes y se implantaba la primera empresa de vanguardia para la fabricación de tecnología microelectrónica.
Tiempos bien distintos de expansión y crecimiento, ligados a la creación de un nuevo sector económico, a partir de la expansión de las nuevas tecnologías, en el que se buscaba que España ocupase un lugar destacado. Tanto era así que llegó a haber un gran déficit de profesionales que pudieran trabajar en este campo y se decidió reconvertir a profesionales excedentes de otros sectores.
Fue así como se organizó un Master, que se denominó en “Electrónica aplicada” bajo los auspicios de seis empresas del sector y una importante escuela de negocios, que me tocó coordinar y co-impartir. Se garantizaba un año de trabajo en prácticas en alguna de las empresas patrocinadoras. Entre los alumn@s se encontraban licenciad@s en farmacia, biológicas, químicas, incluso militares de carrera, con una alta participación de mujeres y un brillante desempeño por parte de muchas de ellas. (Aún recuerdo a alguna especialmente brillante). Egresaron cuatro promociones y he de decir que nos sorprendió cómo personas ajenas al sector fueron capaces de reinventarse a sí mismas.
Cuando se quiere, se sabe encontrar un camino. Solo hace falta que quien “pilota” sepa hacerlo.Se dirá que si la globalización, ciclo económico, que bla, bla, bla…Pero si se hubiera seguido por aquél camino, tal vez hoy no nos encontraríamos sin una alternativa al “ladrillo” y tendríamos alguna perspectiva mejor que ser un país de servicios y algo más que ofrecer que un modelo de sol y playa trasnochado. Con todo, cabe extraer una conclusión alentadora: cuando se quiere, se sabe encontrar un camino. Solo hace falta que quien “pilota” sepa hacerlo.
Ya sé que puede sonar a una reunión de viej@s dinosaurio@s arreglando el mundo. Pero no pude por menos que pensar en el conocimiento y experiencia que se congregaba en torno a nuestra cena de Navidad y comentar “qué desperdicio”.
¡Mis mejores deseos para esta Navidad y Año Nuevo 2012!
*Rafael de Sádaba es Ingeniero de telecomunicación/Consultor. Experto en TIC y RSE. Ex-directivo de Telefónica.
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