Si tú no te mueves, nada sucede. Tienes que estar constantemente yendo a las cosas para que pasen. Una vida llena de encuentros requiere de un humano abierto y positivo. Dispuesto al constante aprendizaje y capaz de mecerse como un junco ante la adversidad.
Atrapados
A veces vivimos atrapados en situaciones de las que no podemos o no sabemos salir. Por eso nos dejamos llevar. Esto es bueno para uno si en ese quehacer en el que consiste no hacer nada, ya se está conectado con la sensación de plenitud que se necesita para sentir que la vida que uno tiene le merece la pena.
¡Construye otra imagen de ti fuera del contexto en el que te encuentras y mira a ver si te gusta! Pero si lo que te ocupa a diario te perturba y te desencaja, hay que pasar a la acción, pues nada sucederá si no hacemos que suceda. Lo primero es tener los objetivos claros ya que sin eso, es completamente imposible acertar.
El comentario parecerá de pura lógica elemental, pero hay muchos humanos adultos incapaces de saber adonde van o qué hacer con sus vidas. Cuando me los encuentro pienso siempre en el niño que fueron y trato de entender qué les pasa a partir de imaginarme sus relaciones con su madre, para concluir siempre con el mismo razonamiento: las mujeres, en nuestra condición de madres, ¡cuán poderosas somos! Me refiero a un poder completamente desafectado de la idea de mando.
Objetivos claros
A veces, alcanzar un objetivo hace que te encuentres con una especie de bloqueo autoimpuesto. No te pares por él, avanza.
La clave está en las formas y en elaborar una estrategia inteligente que te permita salir de lo que no quieres. Lo primero porque, si las formas (el cómo hacer lo que tienes que hacer) no las cuidas, la energía la desperdicias y justo esa que derrochas es la que luego quizá te va a faltar para llevar a término toda la estrategia que te has propuesto. ¡Sin energía no hay nada que hacer! Cualquier acción la requiere.
El humano contiene el potencial que necesita para transformar y transformarse en la dirección que le plazca. Antes de pasar a la acción observa a otros. Incluso pide consejo fuera de tus círculos, si lo consideras necesario. Busca a profesionales entendidos en los temas que te duelen. Del tipo que sean. Ponte atención y escúchate y si no oyes nada considera que ese silencio unido a una soledad autoimpuesta puede ser el camino para que todo empiece a fluir. Confía y deja que tu intuición te guíe. Tú la tienes igual que cualquier otro humano.
¡Construye otra imagen de ti fuera del contexto en el que te encuentras y mira a ver si te gusta! Y con el resultado de todo eso: ¡haz lo que quieras, porque poder, lo puedes todo!
¿Poderlo todo?
Poderlo todo tiene que ver con nuestro diseño como especie y la capacidad ilimitada que tenemos de transformar nuestra mente y, a partir de ahí, nuestra vida.
Más allá de creencias religiosas o métodos científicos limitantes hay un hecho indiscutible: el humano contiene el potencial que necesita para transformar y transformarse en la dirección que le plazca.
Si conseguimos cambiar la perspectiva y orientar nuestra atención hacia los objetivos que nos hayamos propuesto sin querer controlarlo todo y tan sólo confiando en que lo que nos pasa tiene un sentido oculto altamente valioso sólo para cada uno de nosotros, podemos llevarnos gratísimas sorpresas y en el camino además, disfrutar mucho.
La mente siempre está en activo. Hay que apaciguarla para avanzar y así, cuando por fin uno se instala en el sosiego y la quietud, todo se ralentiza. A partir de ahí se puede llegar a conseguir pensar despacio, pensar poco o no pensar. Desde esa práctica es posible cambiar.
Nuestros patrones de percepción y comportamiento brotarán renovados. Con la fuerza vital conectada a mensajes que cualquier humano (por encima de culturas, razas y creencias) acepta sin discusión. Y es desde ese punto, donde encontrarse con lo que acontece se convierte en una experiencia altamente valiosa.
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