Lo único reseñable de Ágora, la última película de Alejandro Amenábar, no es el despliegue mediático, no es tampoco su armamento técnico ni los millones de euros que ha costado rodarla: es la capacidad de rescatar del olvido una figura femenina -Hipatia- llena de talento, dedicación y entrega a una causa: el progreso.
¿Quién no ha visto carteles en el metro, anuncios en TV e incluso publicidad en todas las ediciones de los telediarios? Otro tanto nos han contado los 50 kilos que ha costado rodarla… Y sin embargo no ha sido suficiente. El personaje (no digo la personaje porque el uso androcéntrico del lenguaje ya se ha encargado de tildar de ridículo el femenino de dicho sustantivo), carece de profundidad.
Hipatia dominaba la oratoria y no tuvo un papel tibio
en la convulsión socio-político-religiosa
de su contexto, sino una participación activa y ascendente más allá de una cara bonita y el cerco de sus supuestos enamorados.
Hipatia fue una mujer poderosa, influyente, ambiciosa, hábil e inteligente (que no nos dé miedo asociar estos términos a una mujer, son igual de valiosos que cuando los ostenta un varón). En la película, la protagonista no tiene la fuerza, ni la potencia que esta mujer debía transmitir a su alrededor.
Dominaba la oratoria y no tuvo un papel tibio en la convulsión socio-político-religiosa de su contexto, sino una participación activa y ascendente más allá de una cara bonita y el cerco de sus supuestos enamorados.
No consta que fuera bella, no consta que fuera frágil. No consta que muriera fresca y lozana, por el contrario parece ser que murió cerca de los 60 años, de manera que su imagen sería muy distinta a la de la cándida Rachel Weisz. Pero ya se sabe, requisitos imprescindibles para hacer caja. Es lo que tiene holliwoodearse.
Como Giordano Bruno o Copérnico
Murió por sus ideas igual que muchos hombres, como Giordano Bruno o Copérnico de su mismo gremio. Pero ser mujer siempre ha sido un agravante tanto para el ensañamiento del verdugo como para la posterior negación histórica, eso sí es tal cual.
No estamos tan lejos ni en tiempo ni espacio de esa mezcla de oscuro fanatismo religioso, abuso de poder y represión que persigue, mata y silencia y que en la actualidad continúa cebándose en tantas otras que cometieron dos errores imperdonables: perseguir la justicia y la verdad siendo mujeres.
¿No es bastante la restricción de acceso al poder y al conocimiento que históricamente sufrimos las mujeres en casi todas las sociedades? ¿Además hay que olvidar y negar a las que contra todo pronóstico y circunstancias consiguieron aportar algo de valor al género humano?
No estamos tan lejos de aquello, que en la actualidad continúa cebándose en tantas otras que cometieron dos errores imperdonables: perseguir la justicia y la verdad siendo mujeres.Hace unos meses supimos de: Natalia Estemírova, activista y periodista asesinada por denunciar los abusos de poder del gobierno checheno, y Vicki Sherpa una cooperante amenazada de muerte, exiliada repentinamente para salvar su vida. Cesada por obra y servicio debido al malestar generado con su labor humanitaria en pro de los niños más necesitados de Nepal.
Las olvidadas, las camufladas
¿Y cuántas en el olvido? Ada Lovelace, matemática del s XlX precursora del lenguaje informático, Olimpia de Gouges, defensora de la igualdad de mujeres y hombres en todos los aspectos de la vida (incluido el derecho al voto), autora de la “Declaración de los derechos de las mujeres y las ciudadanas”, Madame du Coudray, famosa matrona del siglo XVIII, muy reconocida por haber fabricado un modelo de pelvis de mujer a tamaño natural en mimbre, así como unos maniquíes de recién nacidos en tela, con los que viajó por toda la campiña francesa enseñando a las comadronas de los pueblos como extraer los fetos y realizar las maniobras correspondientes para tratar las complicaciones relacionadas con el parto, Aspasia de Mileto maestra de retórica e historiadora griega, con gran influencia en la vida política y cultural de Atenas, mencionada en escritos de Platón y Plutarco entre otros, Mary Anning, considerada como una de las buscadora de fósiles más destacadas del gremio, siendo además, la primera persona en ganarse la vida con esta actividad.
¿Y cuántas camufladas? bastaría nombrar el caso de la ganadora por dos veces del Premio Nobel Maria Skłodowska, mimetizada para siempre detrás del apellido del que fue su marido, Pierre Curie.
Hipatia no es un caso aislado. Conozcamos más mujeres responsables del desarrollo de la humanidad. Estudiémoslas. Hagámoslas inmortales. No puede ser tan difícil: haberlas, haylas.
*Lorena Fernández Doblado Trabajadora Social / Especialista en Género.
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