¡Imposible negarlo! Convertirnos en madres nos da miedo, mucho miedo a las españolas y no hay manera de que seamos capaces de ahuyentar el recelo que sentimos al pensar que los hijos nos pueden apartar del lugar social al que tanto nos costó llegar.
Según la encuesta Concilia el 25% de las españolas asegura que no llegará a tener los hijos que desea por la dificultad de compaginar la maternidad con su trabajo. Además las mujeres que nos decidimos a ser madres en España, lo hacemos ya en la treintena, en muchas ocasiones acompañadas por las últimas campanadas de nuestro reloj biológico.
Pero…¿Por qué vemos la función maternal como una amenaza? “Cuando oyes hablar a las madres sobre la vida que llevan, te entra una pereza infinita” me confiesa Almudena, una profesional treintañera que todavía se resiste a convertirse en madre. “Yo necesito afianzarme en mi profesión, llevo toda la vida preparándome y ahora que estoy casi llegando a donde me había propuesto, no quiero que la maternidad me aparte de mis objetivos” me dice intentando exponer sus convincentes argumentos…. ¿Cómo no comprenderla?, si tenemos tantos casos alrededor que nos hablan de parálisis profesional o de esfuerzos insostenibles de madres novatas que acaban por sufrir un descalabro laboral o una merma de su salud en manos de la maternidad.
Las tímidas pautas sobre conciliación recién estrenadas pueden abrir una puerta a la esperanza aunque en este país, antes incluso, deberíamos desterrar el dañino habito de la permanencia en la oficina durante esos horarios imposibles y únicos en el entorno europeo.
Las tímidas pautas sobre conciliación recién estrenadas pueden abrir una puerta a la esperanza aunque en este país….Este vocablo, conciliación, que ya nos es familiar, está empezando a mejorar la convivencia entre la profesión y la maternidad, y aunque todavía no se ha convertido en un verbo habitual de actuación, ya se está considerando como una cuestión de derechos humanos…
No puede ser menos, en esta sociedad compuesta por familias de dobles asalariados, cambiar esos ya caducos horarios y conciliar son los únicos modos de mantener una mínima estabilidad familiar….
En palabras de Nuria Chinchilla, experta en este tema: “Conciliar no es un lujo, es una necesidad” que además hoy la tecnología hace totalmente asequible en muchos casos. Las herramientas informáticas pueden adecuarse en masculino o femenino a la vida de todo empleado, para que el cuidado de nuestros niños pueda convertirse en un derecho factible dentro del mundo laboral.
Pero no nos engañemos, la conciliación por mucho que progrese no va a salvar el abismo maternal y deberíamos ser conscientes de ello para que esta palabra no acabe por decepcionarnos. Y es que a la edad que decidimos ser madres y hacemos frente al embarazo y a las primeras etapas de la crianza de los hijos, no tenemos que conciliar sólo con nuestras parejas, o con nuestros horarios laborales, sino que, con frecuencia, nos sentimos incapaces de compaginar la energía que necesita nuestro desarrollo profesional con la que requiere la crianza de nuestros hijos. Este hecho es el que sustenta gran parte de nuestro temor….y esto no hay conciliación que lo salve.
Pilar Gomez- Acebo, Presidenta de honor de la Federación de mujeres empresarias y directivas, nos recuerda que no debemos renunciar a seguir progresando en nuestra profesión, “los hijos pueden retrasar una carrera ascendente, pero nunca deberían paralizarla, si no posibilitamos que convivan maternidad y trabajo tenemos un problema social grave”.
Sin duda, se trata de que las mujeres encontremos nuestro propio arquetipo de progresión laboral y de que éste sea aceptado…La maternidad nos enfrenta, en muchos casos, a la imposibilidad de encajar en un modelo masculino de proyección laboral que existía en nuestras empresas, mucho antes de que nosotras llegáramos a ellas.
En la etapa vital en que los varones empiezan a coronar la cima en su trayectoria profesional, nosotras estamos en plena lucha interior entre nuestra ambición laboral y nuestro deseo maternal. Algunas de nosotras pedimos una tregua en nuestra larga vida profesional para poder ejercer la maternidad, y nos gustaría poder retomar la velocidad de crucero en nuestra profesión pasadas las primeras etapas de crecimiento. Pero, ¿es esta postura aceptada por nuestras empresas?
Olga se lamenta: “cuando mis hijos tenían 6 meses y dos años renuncié a una promoción porque pensaba que no iba a poder compaginar el nuevo puesto con su crianza, pero de eso ya han pasado cinco años, y desde entonces no he vuelto a recibir otra propuesta”.
Sin duda, se trata de que las mujeres encontremos nuestro propio arquetipo de progresión laboral y de que éste sea aceptado en nuestra sociedad. Nosotras deberíamos permitirnos vivir la trayectoria laboral de acuerdo a nuestro plan vital y las empresas deberían aprender a manejar diferentes tipos de velocidad, sinuosidades y modelos de carrera para poder capitalizar todo el talento que las mujeres les aportamos.
Aunque si de verdad hay alguna iniciativa que podría ahuyentar el miedo a la maternidad, esa sería llegar a dotar a esta función de una valoración positiva y de un mayor respeto social. Yvonne Knibiehler, una feminista iconoclasta, como ella misma se define, declara: “la verdadera liberación de la mujer pasa por la defensa de la función maternal”. Muchas otras mujeres: sociólogas, periodistas, o escritoras subrayan que es necesario hacer visible socialmente no sólo las dificultades sino además las ganancias que las mujeres experimentamos con la maternidad. Para de esta manera, más que temer esta función nuclear en la humanidad, podamos empezar a sacarle partido y utilizarla en nuestro crecimiento profesional.