Efecto de las creencias sobre la conducta: embarazo indeseado

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Las creencias son ideas que tenemos sobre múltiples cosas: eventos naturales, diferencias entre géneros, obligaciones de los padres, superioridad de las razas, entre otras. Todas son respetables mientras no queramos imponer las nuestras a todos los demás. En esto se ha pasado la humanidad y este es el origen de muchos conflictos entre personas e inclusive entre países.

Al leer la novela histórica del inglés Ken Follett, Un Mundo sin Fin, sobre la vida en un condado en la Inglaterra del siglo catorce, pareciera en guardadas proporciones, que el autor estuviera narrando el día a día de nuestras sociedades actuales el manejo de los intereses de los grupos que tienen poder y que acuden a cualquier treta para lograr sus objetivos es muy semejante. Pero lo más impactante en la narración, es el abuso de poder por parte de los hombres para someter a las mujeres y limitar su participación en todos los espacios que le puedan conferir cierto grado de autoridad: la política, la medicina y la curación, el comercio, entre otros.

Cabe señalar que adicionalmente, esto pareciera autorizarlos a ordenar y disponer del cuerpo de la mujer de múltiples maneras, como si los hombres fueran los dueños de las mujeres.  Sólo que entonces reinaba un rey y sus señores feudales y hoy supuestamente tenemos una democracia.

Pasemos entonces a una situación reciente que refleja aún mejor la semejanza que intento realizar entre la novela y nuestra sociedad, en relación a las creencias, que en ocasiones por intentar imponerlas, llevan a medidas que no permiten la evolución de la humanidad, sino por el contrario quedarnos en tiempos de antaño como el que describe el libro al cual hago referencia. Sin ir tan lejos, hace unos días, fue tema de debate en la comisión primera del Senado de la República, la ley que permite a las mujeres en estado de embarazo abortar cuando está en riesgo su vida, cuando existe malformación fetal y/o cuando el  embarazo ha sido producto de una violación.

Adicional, a esta discusión, que es solo una muestra de la lucha entre creencias, se suma la manera en que ésta se muestra como la manifestación del abuso de poder de los hombres sobre el cuerpo y el destino de las mujeres.  

Bien señalaba uno de los senadores que se opuso al proyecto que buscaba acabar de manera definitiva con la práctica del aborto al mencionar que “este proyecto es un paso atrás en la historia y en la ciencia, y va en contra de todos los derechos adquiridos de las mujeres y penalizaría no solo el aborto sino la anticoncepción, la fecundación invitro, las terapias de células madre o la eutanasia pasiva

En el año 1979, hicimos encuestas en diferentes hospitales de la ciudad de Bogotá y en ese entonces el cálculo de abortos era de 300.00 a 350.00 al año.En el año 1979 realizamos desde la universidad una investigación académica sobre la interrupción espontánea y provocada de un embarazo en mujeres en la ciudad de Bogotá. En ese entonces el cálculo de abortos era de 300.000 a 350.000 al año. Hicimos encuestas en diferentes hospitales de la ciudad, entre los cuales estuvieron el Materno-Infantil, el San José, y el San Juan de Dios. Era muy doloroso ver cómo las mujeres habían acudido a toda clase de procedimientos, a costa de su vida y de su salud, con tal de interrumpir un embarazo indeseado.

Hombres y mujeres somos iguales en muchas dimensiones, una de ellas, como seres humanos que somos, es la búsqueda de la autonomía y el bienestar. Y así tengamos múltiples diferencias en nuestra conducta y en la manifestación de nuestras potencialidades, producto en buena parte de los procesos de socialización y de la cultura, en igualdad de condiciones todas podemos lograr el desarrollo personal y contribuir al mejoramiento de la vida social. Todos y todas!

La pregunta que surge entonces cuando me encuentro con esa necesidad de dominación de los hombres frente a las mujeres, sea para someterlas mediante la fuerza física o del argumento, es ¿qué es lo que los hace sentirse tan amenazados? Es que la ley en cuestión no obliga a nadie a interrumpir el embarazo: ¡Da la opción!  ¿No es acaso una de las características más valiosas de los seres humanos la capacidad de optar y poder elegir?

Me temo que la amenaza que interpretan los hombres frente a cualquier manifestación de autonomía de las mujeres, los lleva a intentar dominarlas por la fuerza y las mujeres por la fuerza no funcionamos, luego seguirán perdiendo ellos su esfuerzo de controlar para dominar y habremos dejado de avanzar como humanidad. Porque en su intento por dominar y decidir por ellas, las alejan y las lanzan, ahí sí, a actuar solas, con lo cual seguiremos perdiendo todos y todas.

* María Consuelo Cárdenas de Santamaría es Profesora Titular, Facultad de Administración de Colombia.

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