Discriminación: La ley del péndulo

Corregir las situaciones injustas es mandatorio en una sociedad moderna, con vocación de futuro. Tal es el caso de la discriminación de la mujer y el machismo, que deben ser combatidos hasta su total eliminación. Pero hay que tener cuidado para que en ese camino, la solución al problema no acabe generando uno nuevo y evitar que el colectivo, antes oprimido, tenga la tentación de convertirse en opresor. No habremos avanzado nada si se adoptan y repiten las conductas de sus anteriores opresores, a veces magnificadas por el deseo de venganza.

Antes de seguir les invito a echar un vistazo a dos referencias que deberían hacernos reflexionar. La primera es una noticia reciente aparecida en el diario El Mundo y la segunda el artículo “Un mundo de mujeres”, publicado de Monika Zgustova en el diario El País el pasado 24 de Enero.

  1. http://www.elmundo.es/elmundo/2010/01/22/television/1264163415.html
  2. ttp://www.elpais.com/articulo/opinion/mundo/mujeres/elpepiopi/20100124elpepiopi_4/Tes/

La primera noticia se explica por sí misma. ¿Qué hubiera pasado si hubiese sido una mujer la afectada? El hecho debe ser igual de criticable en un caso que en el otro. Este tipo de conductas deben ser reprobables con independencia del sexo.

Considerar que ser mujer es un grado y al hombre como prescindible, no solo es un error, sino que acabaría derivando en una guerra de sexos de la que nada bueno puede salir.Pero es en el artículo de Monika Zgustova en el que merece la pena detenerse un poco más. Deduzco que es el espíritu de la autora plantear un hecho innegable: que si no se le ponen trabas, la mujer avanza por sí misma, sin necesidad de paternalismos, ayudas artificiales o cuotas. Pero de la letra parecen desprenderse conclusiones que, como poco, me parecen dudosas: La prescindibilidad del hombre y lo idílico de un entorno de trabajo integrado sólo por mujeres.

Somos cada vez más los que apoyamos a la mujer en su lucha por ocupar el lugar que le corresponde en la sociedad. Que pensamos que lo que necesita es que la dejen demostrar su potencial, más que arbitrar ayudas específicas a través de cuotas mínimas y discriminaciones positivas. Que en su caso estas medidas, que vienen a compensar agravios anteriores, deben ser temporales y aplicadas con mesura, evitando que redunden en nuevas situaciones indeseadas, esta vez del otro lado.

La diversidad enriquece, la exclusión empobrece
Prueba de ello es que la mujer va ganando posiciones día a día: progresivamente la figura femenina está presente con éxito en la mayoría de los estamentos de la sociedad, a la que enriquece con su participación y cualidades. Es en un entorno de diversidad, en el que ambos sexos aporten lo mejor de sí mismos, donde se obtendrán los mejores resultados.

Es en un entorno de diversidad, en el que ambos sexos aporten lo mejor de sí mismos, donde se obtendrán los mejores resultados.Considerar que ser mujer es un grado y al hombre como prescindible, no solo es un error, sino que acabaría derivando en una guerra de sexos de la que nada bueno puede salir. Prescindibles podemos ser todos y todas o nadie. Pero si vamos por ese camino, se me ocurre algún grupo social para el que la mujer también podría ser prescindible. Planteamientos así podrían incluso inducir a replantearse su postura a muchos varones que hoy apuestan por el género femenino.

Porque como en todo colectivo, hay de todo. Ni toda mujer es buena, ni todo lo bueno es mujer. He conocido señoras excepcionales, trabajadoras excelentes, buenas colaboradoras, solícitas madres, intrépidas ejecutivas, incansables empresarias. Pero también he encontrado directivas de carácter agrio, trato despótico y despido fácil, comportamiento que escondía una personalidad insegura y una carencia de habilidades sociales, difícilmente comprensible a esos niveles. Como igualmente me ha tocado lidiar con algunas sin escrúpulos, a la hora de apropiarse de trabajos ajenos o difundir falsedades para tratar de denostar a quienes sobresalían.

Suele decirse que los extremos se tocan porque pasar de una situación extrema dada, a otra también extrema pero en sentido contrario es más fácil y habitual de lo que parece. Es la ley del péndulo. Y esto es lo que ocurriría si la discriminación de género y el machismo no desaparecen, sino que simplemente se someten a un cambio de sexo.

*Rafael de Sádaba es Ingeniero de telecomunicación/Consultor. Experto en TIC y RSE. Ex-directivo de Telefónica.

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