Alentejo, tierra de infinitas sorpresas

Contemplando las interminables planicies en las que se pierde la vista, la inmensa llanura solo poblada por trigales dorados ondeando al viento parece como si aquí, en el Alentejo portugués, solo hubiera habido eso desde el comienzo de los tiempos: tranquilidad, paz, silencio, nada… Y, sin embargo, estas tierras vieron a hombres primitivos que levantaron sus piedras al sol en forma de dólmenes, que manifestaron su espiritualidad con pinturas en las cuevas, que construyeron monumentos a sus dioses y acueductos para sus gentes, que elevaron castillos y murallas para defenderse de los invasores árabes o de sus no siempre pacíficos vecinos los españoles.

Hoy, sin embargo, esos vecinos son los mejores y más asiduos visitantes de estas tierras más allá del Tajo (de ahí viene su nombre) que descubren, muchas veces con asombro, sus múltiples bellezas. Vecinos y sin embargo desconocidos, como han vivido durante siglos españoles y portugueses. Sólo una frontera ya inexistente, una "raya" como se la llama desde los dos lados separa/une Extremadura y Alentejo que sin embargo sorprende con su toque particular y distinto. Tal vez porque se ha mantenido al margen de las grandes rutas turísticas de la vieja Iberia y se empeña en conservar esa idea de Portugal alejada del progreso y la modernidad, fiel a sus esencias en las que la fuerza de la tierra marca el tiempo.

Las encinas, los alcornocales y los olivos salpican las tierras rojas de esta zona, sobre las que destacan pintorescos pueblos blancos, sus quintas llenas de encanto y rancio sabor histórico, o con sus pueblos agarrados por las extensas planicies que descubren de vez en cuando monumentos excepcionales.

Castillos y pousadas
Si se entra por el norte, por el camino que lleva a Salamanca, entre colinas onduladas, arroyos abundantes y fecundos naranjales, la primera parada es Portalegre. Los siglos XVII y XVIII dejaron en la ciudad un fuerte carácter barroco que aun se conserva en los monumentos, como la Iglesia de San Lourenço, y en las casas palaciegas de las que el Palacio Amarelo, el Palacio de los Falcões o el Palacio Achioli son ejemplos notables, conservando los blasones de las familias que los habitaron y una rica decoración en hierro forjado, trabajo singular en la región. En su Manufactura de Tapicerías se realizan obras de los mejores diseñadores portugueses. En los alrededores, hay que mencionar el mirador de la Iglesia de Nuestra Señora de la Penha y la Iglesia del Bonfim, en la carretera en dirección a Marvão y Castelo de Vide, localidades que también merecen una visita.

Un castillo, un convento y un palacio ducal, todos construidos en distintas fechas, dieron origen a una obra de arquitectura ecléctica, con una armonía de asombrosa belleza…A sólo treinta kilómetros está Crato, donde destacan sus dos fortalezas, ambas pertenecientes a los caballeros de la Orden de Malta. Hay que visitar las Fuentes del Monasterio y del Álamo, del siglo XV y la Iglesia de Nuestra Señora de las Nieves, pero sobre todo vale la pena hacer una visita a uno de sus castillos hoy convertido en una de las más bellas Pousadas de Portugal, un concepto similar al de los Paradores de España, que ha permitido crear alojamientos de lujo en antiguos conventos, palacios, castillos y casas solariegas en todas las zonas de Portugal y de las que Alentejo posee unas buenas muestras.

Un castillo, un convento y un palacio ducal, todos construidos en distintas fechas, dieron origen a una obra de arquitectura ecléctica, con una armonía de asombrosa belleza. Aquí se respira en cada rincón, todo el misticismo medieval. La Pousada Flor da Rosa, es hoy un hotel de lujo, que ha sabido potenciar las características más genuinas del monumento y puede considerarse como una intervención arquitectónica que, además de ser moderna, respeta absolutamente sus orígenes.

Más al sur, otra ciudad que llama la atención del visitante es Estremoz. Blanca y noble, dominada por el castillo con sus murallas medievales y la antigua ciudadela del siglo XIII. En esta ciudad, rebosante de historia, no faltan lugares de interés, como las iglesias de Santa María y de San Francisco, la Capilla de la Reina Santa Isabel, los museos, la parte antigua de la ciudad con sus puertas medievales, o la Plaza Marqués de Pombal y sus edificios con fachadas antiguas.

Estremoz se hizo conocida sobre todo por la extracción y explotación del mármol blanco, de gran calidad. Igualmente famosas son las arcillas rojas de la región, que dieron origen a los muñecos tradicionales tan fáciles de encontrar en las tiendas de artesanía de la ciudad. La calle de los Alfareros con escalones empedrados y adornada con geranios invita a llevarse alguna pieza de recuerdo.

En un lugar privilegiado, en una elevación que alcanza los 448 m de altitud, desde donde es posible admirar el bello y extenso paisaje rural y las numerosas localidades de los campos y montes alentejanos, se alza el Castillo de Estremoz, antiguo palacio del rey Don Dinis, también ahora convertido en pousada. A la belleza de su trazado y a la calidad de los materiales empleados se suma una refinada decoración con antigüedades de gran valor.

Merece la pena hacer una parada en Vila Viçosa y visitar su Palacio Ducal, un edificio monumental cuya construcción se inició en 1501, por decisión del cuarto Duque de Bragança.
Estremoz forma, junto a las vecinas localidades de Borba y Vila Viçosa, el conjunto de las Ciudades del Mármol. Las ricas canteras de mármol de la comarca han hecho que durante siglos el mármol haya sido lo más utilizado en sus edificaciones. Las iglesias y las casas de las familias más adineradas quedan rematadas por el resplandor de este aristocrático material.

Merece la pena hacer una parada en Vila Viçosa y visitar su Palacio Ducal, un edificio monumental cuya construcción se inició en 1501, por decisión del cuarto Duque de Bragança. A lo largo de los siglos XVI y XVII, se hicieron varias remodelaciones, lo que confirió al edificio las dimensiones y características actuales: la fachada de 110 metros es la única en la arquitectura civil portuguesa de inspiración clásica. A pocos metros se encuentra el Convento de San Agustino, clasificado como Monumento Nacional. Fue fundado en el siglo XII. La nave es de cruz latina de grandes proporciones. Seis capillas decoran los cuerpos laterales de la iglesia.

Destacan el retablo del altar; los azulejos de la capilla de San Nicolás Tolentino, de estilo barroco; el retablo barroco de la capilla de Santa Rita de Cassia; la Capilla Mayor, de planta rectangular, revestida de mármol así como el coro, y el altar mayor; el claustro barroco; el refrectorio manuelino y la sacristia renacentista del convento. Por último destacar en lo alto de la colina el castillo de Vila Viçosa, que fue mandado construir por el rey Dinis en 1297, e
n una colina donde se encontraba una fortaleza mora. En el siglo XVII, el castillo fue totalmente reforzado con paredes de 4 a 5 metros para protegerse del ejército castellano. Estuvo abandonado hasta el siglo XX, cuando fue recuperado por la Casa de Bragança, que lo mando restaurar.

Un viaje suculento
La cocina de Alentejo pone creatividad en todos sus platos, dándoles un toque de imaginación. Alentejo fue en otros tiempos una gran región productora de trigo. En los bosques de alcornoques y olivos, grandes piaras de cerdos pastaban en la llanura. Por eso, el pan, el cerdo y el aceite son la base de una de las cocinas más sabrosas de Portugal, que las hierbas perfuman con aromas de campo.

La sopa es el plato principal; puede ser fría como el gazpacho, pero el pan es obligatorio en la sopa de cazón, de bacalao o de tomate con longaniza, en las migas que acompañan al cerdo, el guiso de cordero o en una sencilla ‘açorda’ (sopa de pan) alentejana. Hay que probar estos manjares en cualquier restaurante de Estremoz, Évora o Beja, o bien un plato de caza, muy típica también de la gastronomía de Alentejo.

Para acabar la comida no hay que perderse los quesos y la repostería conventual. Entre los quesos, los más apreciados son los de Nisa, de Serpa y Évora, y nada mejor para acompañarlos que probar un tinto de Borba, Redondo, Reguengos o Vidigueira. Y en cuanto a los dulces… Muchos fueron bautizados con nombres celestiales que confiesan su origen conventual, aunque son auténticos caminos hacia el pecado. La variedad de dulces y pasteles de tradición conventual que puede encontrarse en todo el Alentejo es inmensa. Preparados a base de yema de huevo, almendras y azúcar (o endulzados a veces con miel), espolvoreados con canela o no, cada pueblo tiene sus especialidades para ofrecer.

Guía práctica
Información: Turismo do Alentejo, tel.: +351 269 498 680, www.visitalentejo.com
Dormir: Pousadas de Portugal, (desde Espana) tel.: 902 336 363, www.pousadas.pt
Propuesta especial: Pousadas de Portugal tiene su programa Touring Sin Limites que ofrece 7 noches de alojamiento en habitación doble, desayuno, 10% de descuento en las comidas en todas las Pousadas, oferta de alojamiento para los niños (máximo 2) hasta los 12 años, en la habitación de los padres, oferta de las comidas para los niños (menu niños) si comen con los padres, desde 588 ? por habitación. Si se añade coche de alquiler Avis durante siete días, el precio es a partir 694 ? por habitación.

*Nuestro próximo artículo: Évora, Patrimonio de la Humanidad

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