Hablábamos recientemente sobre las transformaciones de la mujer en su pelea por llegar a la cumbre, y cómo la relación de madres e hijas marca territorios y comportamientos. Esta vez quiero referirme a cómo la necesidad de aprobación persiste hasta momentos insospechados.
La permanente búsqueda de aprobación es otra de las constantes que aparecen en esta relación y muchas veces, permanece en las mujeres hasta edades avanzadas. La clave radica en saber si se ha establecido con la madre una relación saludable o no y si ésta ha proporcionado el grado de contención necesaria para transferirla a sus propios hijos y a otras personas de su entorno.
Las madres deberían "evitar" el impulso de dar consejos una vez que las hijas se han convertido en adultas.En cuanto a las madres, su influencia resulta omnipresente y a veces les resulta difícil aceptar que han ido perdiendo autoridad y que ésta, no es la misma que cuando sus hijos eran pequeños. A consecuencia de ello, muchas mujeres de mediana edad se sienten perseguidas por un doble hostigamiento: por una parte, de sus hijas adolescentes, y por la otra, de sus madres ya mayores. Ambas relaciones por lo tanto, pueden ser en un determinado momento "de alto riesgo".
Las madres deberían "evitar" el impulso de dar consejos una vez que las hijas se han convertido en adultas. Por otra parte, no hay nada que se viva peor que un "consejo no solicitado". La hija en realidad no quiere consejos, quiere aprobación. Con los hijos pequeños esto resulta fácil, dado que se debe hacer todo lo posible por protegerles, en cambio si haces lo mismo con una hija ya adulta, esta probablemente montará en cólera, dado que lo que ella necesita es poder "demostrar que ya no necesita protección".
A las madres les cuesta adaptarse a este nuevo estado de cosas. Si las hijas responden con tanta visceralidad a las palabras de las madres, es porque éstas, aún les importan. Los cumplidos de las madres tienen un efecto casi mágico sobre las hijas, partiendo del supuesto que la relación entre ellas es complejo por el mero hecho de ser mujeres.
En tanto que las hijas se quejan porque se sienten criticadas, las madres a su vez se quejan porque se sienten excluidas. A las madres les cuesta aceptar que sus hijas han ampliado sus redes sociales y que ellas, ya no están en primer lugar como cuando eran pequeñas. Sienten un gran dolor al sentirse dejadas de lado.
A las madres a veces se las considera como una especie de secretarias, a las que se puede interrumpir cuando se quiere y siempre están disponibles. A medida que ambas se van haciendo mayores y sus vidas van evolucionando, ambas van flexibilizando sus roles, adecuando el grado de distancia e intimidad entre ellas. La sabiduría que viene con la edad, consiste en disfrutar más e irritarnos menos. Esto se logra cambiando la forma de comunicarse.
Cada pareja de madre e hija, tendrá que decidir y llegar a un acuerdo sobre cuál es el grado de conexión adecuado para ellas.A veces las hijas sin darse cuenta, dejan de lado a la madre para "aliarse con el padre", convirtiéndose este ultimo en favorito. El hecho de ser consciente de determinadas acciones puede transformar completamente las dinámicas que se producen en una familia. Cada pareja de madre e hija, tendrá que decidir y llegar a un acuerdo sobre cuál es el grado de conexión adecuado para ellas.
Deborah Tannen, una experta en el tema, señala que si hace unos años se le hubiera preguntado acerca del vínculo con su madre hubiera dicho que se pasó la vida huyendo de ella. Pero si se lo preguntan ahora, diría que se pasó la vida tratando de encontrarla.
Espero que estas puntualizaciones sirvan para comprender y mejorar la relación entre las mujeres, pero por encima de todo la que tenemos con nuestras madres y nuestras hijas.
*Alicia E. Kaufmann es Catedrática de Sociología de la Universidad de Alcalá y Conferenciante de Editorial Lid
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