Nada es gratis. No, nada lo es aunque el pago no se haga en el mismo momento de la adquisición o disfrute. A pesar de eso, se dice que es gratis cuando algo no se paga en el momento. Existe la creencia de que las cosas no pueden de balde porque entonces se produce un uso excesivo e innecesario. Dicen que surge el abuso. El pago, según esta opinión, hace más eficiente la utilización de los recursos. Sin embargo, la propia teoría económica admite que hay productos y servicios elásticos, cuya demanda depende del precio de adquisición, y otros inelásticos cuya demanda es insensible a la variable precio.
Aunque las funerarias fueran gratis, no aumentaría su demanda. Puesto que todo el mundo lo va a necesitar, y es un servicio esencial, podría ser sufragado vía impuestos, al menos en su modalidad más sencilla. Hay otros muchos productos que, aunque sean gratis, no tienen una demanda abusiva o ni siquiera la tienen.
La necesidad, cuando hay escasez para satisfacerla, es la que pone precio a las cosas imprescindibles, y el importe a pagar, por pequeño que sea, deja a una inmensa mayoría sin acceso a lo esencial.Abuso de lo gratuito
En las cafeterías de los aeropuertos de los países ricos se encuentran al alcance de cualquiera vasos, cucharillas, bolsas de azúcar, cápsulas de crema de leche y un largo etcétera que se continúa en los baños con abundancia de papel, jabón y agua corriente. A nadie se le ocurre que, por estar accesibles de manera gratuita, la gente vaya hacer acopio de todos estos productos. La situación es muy distinta en esos otros lugares del mundo donde la pobreza excede con mucho lo que nuestra mente pueda imaginar. La necesidad, cuando hay escasez para satisfacerla, es la que pone precio a las cosas imprescindibles, y el importe a pagar, por pequeño que sea, deja a una inmensa mayoría sin acceso a lo esencial.
Tampoco en los restaurantes y cafeterías de nuestro país la gente acapara las servilletas de papel, ni bebe grandes cantidades de agua porque ésta no se cobre. Cierto que hay a quien le gustaría cambiar la costumbre y ofrece agua embotellada. No lo hace porque la gente abuse de la que es gratuita, sino porque la embotellada la puede cobrar y obtiene un beneficio monetario directo.
Los periódicos gratuitos son otro ejemplo. La gente toma un ejemplar, no todos los que están disponibles y si la calidad del periódico no es suficiente, se puede observar que mucha gente no se molesta en cogerlo. Esto puede cambiar si la pobreza extrema se extiende de nuevo en nuestra sociedad.
Pagar dos veces
Es necesario insistir en que cualquier cosa tiene un precio que alguien paga o ha pagado aunque no lo haga en el momento de utilizar el servicio. El lenguaje juega malas pasadas y por eso dicen que la sanidad, la educación o las medicinas son o eran gratuitas, sin embargo son servicios que han pagado vía impuestos todos los que no defraudan.
¿Una persona va a tomar medicinas que no necesita? ¿Se va a operar aunque se encuentre bien? ¿Va a acudir a urgencias si no está enferma? Podrá ser necesario mejorar los protocolos de uso porque se produzcan ineficacias, más por ignorancia y miedo que por mala fe. Lo que genera ineficiencias es el temor a no ser atendido cuando se necesite. Si se sabe que la lista de espera es grande, la gente, al menor síntoma, querrá adelantarse lo más posible al diagnóstico por si realmente necesitara esa operación o la consulta de ese especialista que tiene tanta lista de espera. Es el miedo a no tener la atención precisa cuando sea necesario lo que provoca el deseo de pruebas o la asistencia en urgencias. Nadie se preocuparía por adelantarse a tener algo que sabe que estará disponible cuando lo necesite.
*Mª Teresa Pascual Ogueta es Ingeniera de Telecomunicación y también escritora. Autora, entre otros, del libro “Despidos, la edad y otros pretextos”(Díaz de Santos, 2012).
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