Kriptonitas y antídotos de la dirección saludable III

En las dos columnas anteriores hablamos del líder narcisista, el estresado y el triste, así como de los antídotos de la generosidad, la felicidad y la adaptabilidad. Aún nos resta conocer otras kriptonitas del liderazgo hasta llegar al líder saludable.

Tras definir las características del líder narcisista, el estresado y el triste nos resta conocer al líder incoherente, antagonista o villano, dependiendo de su naturaleza. Pocas cosas hay más desconcertantes que la falta de concordancia entre lo que se dice primero, se cambia a gusto después, y lo que finalmente se hace.

La falta de coherencia es otra kryptonita más y muy vigente. Cuando esto sucede en un líder, la confianza del equipo decae y con ella toda su credibilidad. El líder coherente es fiel a sí mismo, no crea falsas expectativas y hace de la sinceridad su bandera y antídoto. Cuando un líder es honesto y transparente, empatiza mucho más con su equipo, cohesiona el trabajo y consigue que uno más uno no sean dos, sino once.

Sinceridad necesaria para una forma de comunicación certera. En su forma de pensar y actuar no concibe ocultar información, ni manipularla, sino que la comparte inteligentemente. La diferencia entre comunicar bien o mal tiene implicaciones en toda la organización. Es esencial comunicar buscando siempre lo mejor para la organización, evitar ambigüedades que pueden viciar el mensaje que queremos transmitir y comprobar que es comprendido correctamente.

Las mujeres disponemos de una mayor habilidad para la comunicación y la influencia. Posiblemente por las dificultades que encontramos en nuestro camino con respecto al hombre. Nos hemos visto obligadas en mayor medida, a sociabilizar más y mejor. Venimos del ámbito privado del hogar y salimos fuera, legitimadas no por la ley y la costumbre como el hombre, sino por la lucha basada en consensuar y convencer.

El último de nuestros antihéroes es el líder solitario, protagonista o antagonista de algunas escenas. Prefiere actuar por su cuenta, solo ante el peligro, en lugar de hacerlo en equipo. Estos solitarios no trabajan la “influencia lateral” y tienen poca empatía. Esta capacidad de persuadir es independiente de la superioridad jerárquica de que se disponga. Se puede ser líder sin necesidad de cargo superior: es el muy peligroso para algunos “líder sin cargo”.

El antídoto es socializar y actuar como un líder grupal, que basa su fuerza en la suma del trabajo en equipo para conseguir los mejores resultados. Es un líder que, bien de forma innata o a base de trabajarlo, dispone de una gran capacidad de seducción. Escucha activamente, capta la atención, adapta su estilo, transmite, cambia actitudes y persuade. Para el líder grupal será imprescindible contar con la motivación suficiente de su equipo. Motivar al equipo es disponer de gasolina para el motor de nuestras acciones.

Mientras que la forma de liderazgo masculino, por lo general, es más transaccional (yo te doy, tú me das), las mujeres lo ejercemos de una forma más transformacional. Desde el carisma, las emociones y el diálogo, buscando la motivación que empuja a cada uno a actuar.

Un líder saludable, ni héroe, ni villano, es una persona que a pesar del déficit educativo en formar profesionales empáticos y con inteligencia emocional. Sabe que debe esforzarse siempre en cuidar a las personas. Personas que luego, se suman al líder y juntos, con un enfoque implacable e inasequible al desaliento, luchan por la visión y estrategia de mejora que persiguen. Esto es liderar.

Parece que el liderazgo femenino tiene mucho de estas características que definen a un buen líder saludable. Pero apenas un 4% de la población mundial tiene una líder a cargo del país. Una de ellas es Jacinta Ardern, la jefa de gobierno más joven del mundo con 37 años, y primera ministra renovada en Nueva Zelanda.

Una fenómeno global que ha conseguido el máximo respaldo popular, por su rápida y eficiente gestión frente a la crisis sanitaria y económica de la pandemia. ¿Cómo? liderando con previsión, rapidez, flexibilidad, coherencia, comunicación eficaz, gran preparación, empatía y capacidad de pensar en colectivo. Y por supuesto, en un país que no discrimina a la hora de elegir una mujer como líder.

 

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Subdirectora General de Prevención, Calidad y Comunicación en Fraternidad-Muprespa. Secretaria General de la Asociación Española de Servicios de Prevención (AESPLA). Nominada en las Top 100 Mujeres Líderes España de 2015 a 2018. Premio a la trayectoria profesional por la Sociedad Castellana de Medicina y Seguridad en el trabajo ( SCMST) en 2019.