Soledad no deseada: 2 psicólogas analizan cómo nos afecta en cada etapa de la vida

En una era de hiperconexión digital y cambios sociales acelerados, la soledad no deseada se ha convertido en un fenómeno preocupante que afecta a millones de personas en todo el mundo. Este sentimiento, que va más allá de la ausencia física de compañía, representa una profunda desconexión emocional que puede surgir incluso rodeados de gente. Para entender mejor este complejo fenómeno, hemos consultado a dos expertas en el área de la salud emocional y la psicología.

Ana Asensio es doctora en neurociencia, psicóloga y autora del libro Vidas en positivo; y Valle Molinero es psicóloga y socia directora de Co&Co Training. Ambas coinciden que la soledad no deseada no discrimina entre edades, géneros ni estilos de vida. Puede afectar tanto a jóvenes inmersos en redes sociales como a personas mayores que enfrentan la pérdida de seres queridos o la falta de redes de apoyo.

En este artículo, las especialistas exponen el concepto de la soledad no deseada, sus causas, cómo se manifiesta en distintas etapas de la vida y, sobre todo, cómo afrontarla y ayudar a quienes la padecen. A través de los conocimientos de nuestras entrevistadas, buscamos arrojar luz sobre este mal que afecta a nuestra sociedad contemporánea.

La soledad no deseada, a debate: 2 psicólogas opinan

¿Qué es la soledad no deseada?

La soledad no deseada es una experiencia emocional caracterizada por la sensación de desconexión y aislamiento, incluso en contextos de interacción social. Valle Molinero señala que la soledad deseada no tiene una única definición, sino que depende «de la perspectiva personal de cada individuo».

«Según las distintas percepciones, la soledad puede relacionarse con la ausencia de familia cercana, con la falta de alguien que se preocupe por uno o falta de relación con otras personas para ayudarnos o para hablar de lo que nos preocupa. En cualquiera de los casos, la soledad no deseada no implica necesariamente ausencia de relaciones sociales sino la sensación que tiene la persona de que sus relaciones sociales no cubren sus necesidades emocionales», explica.

En el consultorio, es posible detectar sentimientos de soledad, según detalla Molinero. Y agrega: «Las personas que sufren ansiedad o depresión tienen un 80% más de probabilidades de percibir soledad que alguien que no sufre ansiedad».

«La soledad no deseada no implica necesariamente ausencia de relaciones sociales sino la sensación de que las relaciones sociales no cubren necesidades emocionales»

Las personas que se sienten en soledad suelen mostrar señales evidentes, aunque a veces sutiles como:

  • Aislamiento social: reducen sus interacciones sociales, evitando reuniones, llamadas o actividades que implican contacto con otros, ya que estas relaciones aportan descontento, desconfianza y aumentan sus niveles de malestar.
  • Cambios emocionales: se observan sentimientos de tristeza, desesperanza, irritabilidad o ansiedad, acompañados de una baja autoestima.
  • Alteraciones en el comportamiento: pueden mostrarse más calladas, retraídas o, en algunos casos, excesivamente necesitadas de atención.
  • Impacto en la salud física y mental: fatiga, insomnio, cefaleas, cambios en el apetito y, en casos prolongados, problemas de salud como depresión o trastornos cardiovasculares.

Causas de la soledad no deseada

Las causas de la soledad no deseada son multifacéticas y, a menudo, interrelacionadas. Ana Asensio detalla las principales causas que pueden derivar a una sensación de soledad no deseada:

Los cambios vitales

La vida está llena de transiciones que pueden ser emocionalmente desestabilizadoras. La pérdida de un ser querido, un divorcio, la jubilación o una mudanza pueden interrumpir nuestras rutinas y separarnos de nuestras redes de apoyo. Por ejemplo, cuando una persona se jubila, además de dejar su trabajo, pierde un espacio de interacción diaria con compañeros que, muchas veces, eran una fuente importante de socialización. Este cambio repentino puede generar una sensación de vacío difícil de llenar. Lo mismo ocurre tras una pérdida: el duelo por una persona querida no solo afecta emocionalmente, sino que también puede reducir las oportunidades de conexión con los demás, sobre todo si esa persona era parte esencial de nuestro día a día.

La falta de conexiones profundas

Vivimos en una sociedad que fomenta la rapidez: mensajes breves, relaciones a través de pantallas y una presión constante por «estar bien» o «parecer ocupados». Esto, a menudo, nos lleva a priorizar cantidad sobre calidad en nuestras relaciones. Podemos tener decenas de contactos en redes sociales y, sin embargo, sentirnos profundamente solos porque faltan vínculos auténticos. Las conexiones profundas requieren tiempo, vulnerabilidad y reciprocidad, tres elementos que, en el ritmo frenético actual, muchas veces dejamos de lado. Sin estos vínculos, es fácil sentirse desconectado, incluso cuando estamos socializando con frecuencia.

«Podemos tener decenas de contactos en redes sociales y sentirnos profundamente solos porque faltan vínculos auténticos»

La autoexigencia o inseguridades

A veces, la soledad se alimenta desde dentro. Creencias como «nadie me va a querer tal y como soy» o «no soy lo suficientemente interesante para otros» nos llevan a evitar relaciones por miedo al rechazo. Esta autoexigencia nos aísla, creando un círculo vicioso: cuanto menos nos relacionamos, más reforzamos la idea de que no somos válidos, y cuanto más creemos eso, menos nos atrevemos a conectar. Por otro lado, la comparación constante, facilitada por las redes sociales, también puede hacernos sentir insuficientes. Ver vidas «perfectas» nos lleva a pensar que nuestras relaciones o nuestra personalidad no están a la altura, lo que fomenta un retraimiento emocional.

Las condiciones sociales y culturales

El entorno en el que vivimos también juega un papel crucial. Por un lado, el individualismo creciente de las sociedades modernas ha hecho que muchas personas prioricen la autosuficiencia sobre la comunidad. Esto puede ser positivo en ciertos aspectos, pero cuando enfrentamos dificultades, la falta de una red sólida nos deja más vulnerables a la soledad. Además, factores como el envejecimiento de la población o la falta de espacios comunitarios para socializar también influyen. Por ejemplo, en ciudades grandes, donde la vida es más anónima y acelerada, es más común que las personas pierdan contacto con su entorno inmediato, como vecinos o pequeños comercios, que antes servían como puntos de conexión.

Los problemas de salud mental o física

La salud es un factor clave en nuestras relaciones. Condiciones como la ansiedad o la depresión no solo nos aíslan emocionalmente, sino que también afectan nuestra capacidad para iniciar o mantener relaciones. Por ejemplo, alguien con ansiedad social puede evitar encuentros o actividades grupales por miedo a ser juzgado, lo que incrementa su sensación de soledad. De manera similar, problemas físicos como enfermedades crónicas o discapacidades pueden limitar la movilidad o la energía para socializar, reduciendo las oportunidades de conexión. Esta barrera física puede generar frustración y agravar la percepción de aislamiento.

¿Un sentimiento en aumento?

En los últimos años el sentimiento de soledad ha aumentado considerablemente, convirtiéndose en un problema global que afecta a personas de todas las edades. Este incremento puede atribuirse a:

  1. Cambio en las dinámicas sociales: los horarios laborales intensos, largos desplazamientos y la priorización de metas individuales han reducido la calidad y cantidad de interacciones significativas. Además, el mal uso del teletrabajo puede incrementar el aislamiento.
  2. Impacto de la tecnología: aunque facilita la comunicación, las redes sociales muchas veces reemplazan interacciones profundas por conexiones superficiales, generando una sensación de desconexión.
  3. Envejecimiento de la población: el aislamiento y la pérdida de seres queridos afectan notablemente a los adultos mayores.
  4. Estigmatización de la soledad: expresar sentimientos de soledad a menudo está asociado con debilidad, lo que lleva a algunas personas a evitar buscar apoyo.
La soledad no deseada, un mal de nuestra época: 2 psicólogas lo explican

La soledad no deseada en los diferentes momentos de la vida

La forma en que experimentamos la soledad varía según la etapa de la vida, ya que nuestras necesidades emocionales y sociales cambian con el tiempo.

En la infancia y adolescencia, la soledad suele relacionarse con la falta de aceptación social o el bullying. Los niños que no encuentran amigos o intereses compartidos pueden sentirse aislados. En la adolescencia, la presión de pertenecer a un grupo se intensifica, y las redes sociales, en lugar de aliviar, a menudo agravan el sentimiento de exclusión. Además, conflictos familiares o inseguridades personales pueden profundizar este aislamiento.

En la adultez, la soledad se asocia frecuentemente con las responsabilidades y los cambios. La rutina laboral, la crianza y otras prioridades dificultan mantener amistades, y rupturas amorosas como el divorcio pueden desestabilizar el apoyo emocional y social. «Muchas personas sienten que sus amistades se “pierden” en el camino, ya sea porque la vida las ha llevado por diferentes caminos o porque las prioridades han cambiado», añade Asensio.

En la tercera edad, la soledad adquiere un carácter estructural. La pérdida de seres queridos y problemas de salud limitan las interacciones sociales, mientras que la desconexión generacional y los avances tecnológicos pueden generar un sentimiento de exclusión. «Muchas personas mayores viven solas, ya sea porque sus hijos se han mudado lejos o porque no cuentan con redes familiares cercanas. Esta combinación de factores puede hacer que la soledad en la tercera edad sea especialmente intensa y crónica», explica Asensio.

La soledad, en cada etapa de la vida, se presenta con desafíos únicos que exigen atención y estrategias específicas para superarla.

La soledad no deseada, un mal de nuestra época: 2 psicólogas lo explican

Cómo afrontar la soledad

Para afrontar la soledad, ambas expertas coinciden en la importancia de participar en actividades grupales, buscar apoyo profesional y establecer metas alcanzables son estrategias efectivas. Molinero destaca la importancia de cultivar relaciones de calidad: «En lugar de centrarnos en la cantidad de contactos, debemos priorizar los vínculos profundos y significativos. Esto requiere tiempo y vulnerabilidad, pero los resultados valen la pena». Algunas estrategias que recomienda:

Fortalecer las relaciones existentes
  • Dedica tiempo a familiares y amigos. Una llamada, una visita o una conversación significativa pueden marcar la diferencia.
  • Practica la comunicación abierta, comenzando contigo misma: escribe en un diario o habla frente a un espejo para expresar tus emociones antes de compartirlas con alguien cercano.
Crear nuevas conexiones
  • Participa en actividades grupales, como clubes, voluntariados o clases.
  • Busca espacios seguros donde conocer personas y construir relaciones que te aporten valor.

«Debemos priorizar los vínculos profundos y significativos. Esto requiere tiempo y vulnerabilidad, pero los resultados valen la pena»

Usar la tecnología con propósito
  • Aprovecha herramientas digitales para conectarte con personas, especialmente si la distancia física es un obstáculo.
  • Participa en grupos de apoyo online donde puedas compartir experiencias y recibir comprensión.
Cuidar la salud emocional
  • Practica el autocuidado mediante el reconocimiento y verbalización de tus emociones, ensaya la respiración profunda, la relajación muscular, cualquier tipo de actividad física, la meditación o actividades que te brinden alegría.
  • Establece una rutina que incluya tiempo para tus pasiones y objetivos personales.
Buscar ayuda profesional
  • Si la soledad persiste o afecta tu bienestar, considera hablar con un profesional. Los psicólogos podemos ayudarte a explorar las causas y trabajar en tus soluciones.

Cómo ayudar a alguien que está pasando por un momento de soledad

Ayudar a alguien que atraviesa un período de soledad implica estar presente de manera significativa. Proponer actividades sencillas, como un paseo o una llamada, para fomentar la conexión, puede ser de gran ayuda. Asensio añade que “fomentar conexiones sociales a través de actividades compartidas puede ser muy útil. Sin embargo, es importante evitar presiones innecesarias y respetar el ritmo de la persona”. La paciencia y la empatía son clave para marcar una diferencia.

Ayudar a alguien que se siente solo no significa «llenar su agenda» u «obligarle a salir». A veces, las mejores ayudas son las más sencillas:

1. Estar disponibles: Escucha sin juicios. A veces, un simple «¿cómo estás?» dicho con interés real abre muchas puertas.

2. Ofrecer compañía activa: No solo estar ahí, sino proponer planes adaptados a la persona: un paseo, una llamada o incluso sentarse juntos en silencio.

3. Fomentar conexiones: Ayudar a la persona a ampliar su círculo, animándola a unirse a actividades o grupos donde pueda conocer a gente con intereses similares.

4. Evitar frases vacías: Comentarios como “no te preocupes, eso pasa” pueden invalidar sus emociones. Es mejor transmitir que su dolor importa y que no está solo.

5. Ser pacientes: La soledad no siempre desaparece de un día para otro. Acompañar a alguien en este proceso es un acto de generosidad que marca la diferencia.


La soledad no deseada es un fenómeno complejo que afecta a personas de todas las edades y contextos. Como sociedad, debemos fomentar una cultura de conexión auténtica y apoyo mutuo. Las reflexiones de Ana Asensio y Valle Molinero destacan que, aunque la soledad puede ser desafiante, también es una oportunidad para crecer y reconectar. Al abordar este tema con compasión y acción, podemos mitigar sus efectos y construir relaciones más significativas en nuestras vidas.

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