Menos calorías ¿es más salud?

Parece ser que no. Pese a que una investigación anterior había demostrado que los animales de laboratorio viven hasta un 50% más con un 30-50% menos de alimento, ahora se ha descubierto que este fenómeno no se repite en humanos. La medicina anti-aging, que había hecho de esta premisa un dogma de fe, tendrá que revisar sus postulados.

Hasta ahora, la pujante industria anti-aging "vendía" a sus clientes que reduciendo un 30% el consumo de calorías, el metabolismo se estresaba menos y uno podía vivir más años. Sin embargo, el estudio CALERIE ("Evaluación completa de los efectos a largo plazo de la reducción de ingesta de energía") ha concluido que no se observan diferencias entre personas con y sin restricción calórica.

Se trata de un hecho realmente sorprendente, pues son escasísimas las veces que ratones y seres humanos no guardan correlación en los estudios científicos. Pero el asunto tiene su miga por las implicaciones que se derivan.

La clave, parece ser, es el IGF-1 (factor de crecimiento insulínico-1), que se produce principalmente en el hígado. Al respecto, los ratones que ayunan o comen menos registran una reducción de esta hormona, algo que no sucede en los seres humanos.

Reduce el consumo de proteínas
"Después de siete años investigando, no hemos encontrado diferencias en los niveles de IGF-1 entre las personas con y sin restricción calórica", indica Luigi Fontana, profesor de medicina en la Universidad de Washington.

Así, cuando Fontana realizó mediciones a miembros de la sociedad CR, siglas que vienen a significar "restricción calórica con óptima nutrición" comprobó que sus niveles de IGF-1 eran prácticamente idénticos a los de las personas sedentarias que comían normalmente.

Para llegar a esta conclusión, Fontana y sus colegas pusieron en marcha el estudio CALERIE ("Evaluación completa de los efectos a largo plazo de reducción de la ingesta de energía"). Para ello, reclutaron a 48 personas y las dividieron aleatoriamente en tres grupos: 18 redujeron su consumo calórico en un 25% durante un año, otros 18 hicieron ejercicio para aumentar su gasto energético en un 25% durante otro año, mientras el tercer grupo no cambió nada de su estilo de vida.

Concluida la investigación, los científicos midieron los niveles de IGF-1 de los tres grupos y no hallaron diferencias. "Sabemos que hay dos grandes factores que influyen en los niveles de IGF-1: la ingesta de calorías y las proteínas. Así que decidimos estudiar la influencia de estas últimas", explica Fontana.

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