La educación se encuentra en un punto de inflexión, donde la tecnología y las demandas cambiantes del mercado laboral están transformando profundamente las dinámicas tradicionales de enseñanza y aprendizaje. En este panorama, se hace imprescindible reflexionar sobre cómo integrar herramientas digitales, desarrollar nuevas competencias y garantizar un enfoque humano en el uso de la tecnología dentro de las aulas.
Conceptos como la personalización del aprendizaje, la educación emocional y el papel central de la inteligencia artificial (IA) se posicionan como pilares fundamentales para una educación más inclusiva y eficaz. Este nuevo paradigma no solo afecta a estudiantes, sino también a docentes, quienes enfrentan el desafío de adaptarse y guiar a las nuevas generaciones en un entorno tecnológico en constante evolución.
El futuro de la educación no solo implica cambios en las metodologías, sino también en la preparación para el mundo laboral, que exige habilidades blandas como el pensamiento crítico, la resiliencia y la creatividad. A la vez, se plantea la necesidad de abordar desafíos éticos y sociales, asegurando que las innovaciones beneficien a todos los estudiantes y promuevan un aprendizaje equitativo y transformador.

En este contexto, dos voces expertas brindan su opinión a Mujeres y Cia. Ana María Farré Gaudier, fundadora y presidenta de Mujeres Líderes en la Educación (MLE), y Elena Ibáñez, CEO de Singularity Experts comparten su perspectiva sobre las tendencias 2025 en la educación.
Ambas coinciden en que 2025 será un año clave para la educación, marcado por avances tecnológicos, la transformación del rol docente y un enfoque renovado en competencias blandas y bienestar emocional. A través de sus palabras, exploraremos cómo estas tendencias darán forma al futuro del aprendizaje.
Integración de la Inteligencia Artificial (IA) como herramienta educativa clave
La inteligencia artificial se posiciona como la revolución tecnológica más significativa del siglo XXI, y su impacto en la educación será trascendental. «Sin duda, la irrupción de la IA es la herramienta más potente y el reto fundamental para el aprendizaje en los próximos años», afirma Ana María Farré. Su capacidad para personalizar la educación, generar estrategias inclusivas y facilitar la metacognición convierte a la IA en un recurso indispensable.
Por su parte, Elena Ibáñez destaca que «la IA es un apoyo urgente e imprescindible para la orientación profesional». Las herramientas digitales pueden acumular conocimientos y proporcionar recomendaciones precisas que los orientadores tradicionales no podrían abarcar debido a la complejidad del panorama laboral actual. Además, esta tecnología puede reducir el abandono escolar y universitario al guiar a los estudiantes hacia opciones educativas y laborales más alineadas con sus perfiles.
«Hay que empezar a ver como algo positivo el apoyo de herramientas digitales para realizar labores que tradicionalmente se han realizado de manera analógica», reafirma Ibañez.
Ambas expertas coinciden en que el éxito de la IA en educación dependerá de un uso ético y seguro. “Siempre habrá que tener en cuenta las cuestiones éticas y garantizar que todo se desarrolle en un entorno seguro”, puntualiza Farré, subrayando la importancia de acompañar el desarrollo tecnológico con valores humanos.

Cambio en el rol del educador hacia un modelo de guía y facilitador tecnológico
La integración de la tecnología también transformará el papel de los docentes. «El rol de los educadores cambia en el proceso de aprendizaje de los alumnos; ahora se asemeja más a un coach o sherpa que hace de guía», explica Farré. Los docentes ya no serán solo transmisores de conocimientos, sino facilitadores del desarrollo integral del alumnado.
Ibáñez complementa esta visión al afirmar que los educadores deben convertirse en «facilitadores tecnológicos«, ayudando a los estudiantes a usar la tecnología de manera positiva y estratégica. “Mientras las herramientas digitales están presentes en todos los aspectos de nuestras vidas, la formación en su uso estratégico sigue siendo limitada”, advierte. Esta guía será clave para combatir riesgos como la desinformación, la dependencia tecnológica y la sobreexposición.
«Los docentes ya no serán solo transmisores de conocimientos, sino facilitadores del desarrollo integral del alumnado»
Y agrega: «Las escuelas a menudo se centran en las aplicaciones básicas de la tecnología, dejando de lado áreas clave como la programación, la inteligencia artificial, la ciberseguridad o la gestión de la identidad digital. Estas competencias no solo son esenciales para desenvolverse en el mundo actual, sino que también preparan a los jóvenes para un mercado laboral en el que más del 50% de los empleos requerirán habilidades digitales avanzadas«.
Prioridad en las competencias blandas y adaptativas
En un entorno laboral en constante cambio, las competencias blandas se vuelven imprescindibles. «La comunicación, la resolución de conflictos y la adaptabilidad son fundamentales en un mundo marcado por la incertidumbre», asegura Farré. La educación debe preparar a los estudiantes para enfrentar retos de manera creativa y colaborativa.
Ibáñez coincide en que el pensamiento analítico y la resiliencia serán altamente demandados. «No se trata solo de digitalización; necesitamos metodologías prácticas que preparen a los alumnos para resolver problemas reales y colaborar con perfiles diversos», enfatiza. La adaptabilidad será una competencia crítica en un mundo donde los empleos emergentes cambian rápidamente.
«La comunicación, la resolución de conflictos y la adaptabilidad son fundamentales en un mundo marcado por la incertidumbre»
En este sentido, Ibañez observa que, en la actualidad, los colegios españoles siguen bastante anclados en un modelo basado en la memorización. Y ejemplifica: «Hablamos mucho de digitalización, pero la digitalización no es poner una pizarra digital o una tablet. No se trata de dejar de lado los contenidos fundamentales, sino de integrarlos con un enfoque más moderno y adaptado al entorno laboral que tanto está cambiando».
Enfoque en el bienestar emocional y la educación integral
El bienestar emocional se consolida como un pilar esencial de la educación para 2025. «Es fundamental poner el foco en el bienestar de toda la comunidad educativa», afirma Farré, destacando la importancia de cuidar al cuerpo docente mediante la racionalización de horarios y la reducción de tareas burocráticas.
En cuanto al alumnado, Farré propone integrar la educación emocional como una “asignatura transversal obligatoria desde la etapa infantil”. Y agrega: «Cuando se aplica, la autoestima se refuerza, se desarrollan personalidades empáticas, resilientes, tolerantes a la frustración, integradores, responsables, comprometidos y solidarios».
«El reto está en educar ciudadanos felices, con valores, capaces de cambiar el mundo, buscando que nunca se divorcie la sabiduría de la generosidad», concluye.