¿Cuántos años tienes?

Los años reales son los que aparentas,  no los que tienes por nacimiento.  El calendario pone cifra a este  asunto de la vida (como otras muchas cosas), pero no pasa de ahí.  Digno gesto el suyo pues de lo contrario malamente íbamos a poder bailar la danza de las estadísticas, entre otras muchas.   Interesantes y necesarios  ejercicios  de análisis  que a mi me aburren infinitamente.  Salvo cuando de estudiar conclusiones se trata. 

La parte tirana de todo este asunto  del medir nuestro tiempo tiene que ver con los usos y costumbres de la sociedad en la que uno se encuentre. Las hay que miran con buenos ojos la vejez y otras que no quieren ni oír hablar, por poner un ejemplo. Pero no es este el tema del que quiero tratar aquí.

En ese ajetreo de vivir el momento como si siempre fueras el mismo, se te pasa el tiempo sin sentir,  de tal forma que los años que no aparentas los puedes cumplir, visualmente hablando, de una vez porque el cuerpo diga basta o el alma te de un bofetón. La apariencia, en esto de la edad, depende de cómo te sientas. Y por estos andurriales del sentir nos plantamos en el centro del día a día de cada uno para descubrir que lo esencial en este tema consiste en  no perder de vista lo que no se toca y lo que sí.  

Estar atentos                                              

La salud del cuerpo y del alma  son pilares esenciales para una buena vida.  Ambos nos obligan a estar atentos siempre. Agotadora tarea cuando va en contra del talante natural de uno. 

Si la tendencia al abandono te puede, los años vuelan porque el desgaste es mayor.  Lo malo de la fórmula es que no te das ni cuenta.  Y un buen día te encuentras sin dientes, con los huesos desgastados, los músculos flácidos y el hígado al tran tran … ¡Es un poner! (como decía mi sabia Ana).

En ese ajetreo de vivir el momento como si siempre fueras el mismo, se te pasa el tiempo sin sentir,  de tal forma que los años que no aparentas los puedes cumplir , visualmente hablando, de una vez porque el cuerpo diga basta o el alma te de un bofetón.

La atención a uno mismo requiere altas dosis de fuerza de voluntad, una gran claridad mental y , por encima de todo, actitud positiva ante la vida y mucha, mucha humildad.   A partir de ahí, podemos permitirnos el lujo de manejar nuestra edad como nos plazca. 

Cierto es que la inteligencia es un don que no todo el mundo tiene, lo digo por aquello de la "claridad mental", pero no hace falta demasiada para el tema que estamos tratando cuando la humildad y la actitud positiva y generosa van de la mano. 

Los demás

La  edad real es la que por aspecto físico y actitud mental te pongan los demás. No porque deba importar su parecer. Eso nunca.  Los demás y su percepción de tu edad es un indicador. Sin más.

 Puedes tener sesenta pero los que te rodean pueden pensar que tienes diez menos y al revés.  También puedes aparentar los que tienes y punto,  en ese caso: ¡chapeau!. Claro que, parece que no cotiza al alza que tu imagen física, cuando el paso del tiempo se hace implacable, cumpla con lo que el calendario indica. Para mi, que tengo asociado lo bello a lo armonioso, lleno de luz y de quietud, creo que se puede ser tan bello a los veinte como a los noventa.

Juega con tu tiempo

Me confieso una disidente del tiempo. De hecho, a lo largo de mi vida he envejecido varias veces, he muerto y he vuelto a nacer.  Y, lo crean o no, mi aspecto  ha oscilado en función de la edad mental que he querido tener en cada momento y el estado de ánimo en el que me he encontrado.

Envejecí  tremendamente a los veintitrés. Mi cuerpo no podía estirarse y caminar me costaba un montón. Me podía el dolor emocional y el cuerpo se agotaba,  por lo que cayó de golpe. Sólo cuando me abandoné a morir (o lo que es lo mismo: acepté la experiencia vivida), pude nacer otra vez y colocarme en la edad que por calendario me correspondía.

Cierto es que no se  "envejece"  igual a los veinte años del calendario que a los sesenta, pero lo bueno de esto último es que a esas alturas de la vida ya has aprendido que vivir tiene que ver con  eso que alguna vez dijo  mi admirado Leonardo Da Vinci: "aprender a morir".  

Posicionados en esa lección única e irrebatible (al menos desde mi punto de vista),  armados de actitud positiva y expertos en ejercitar el coraje (actuar a pesar del miedo) gracias a los envites de la vida, se cumplen años de otra manera, por lo que  envejecer pasará a ser una experiencia hermosa, valiosa y única,  por más que asuste lo que viene después.

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