Mientras subían las escaleras del Louvre, María Kodama recitó a Borges palabras de su padre atesoradas desde la niñez: “Mira con atención los pliegues de su túnica y su movimiento ligero por la brisa del mar. Captar esa brisa para la eternidad solamente el arte puede lograrlo; eso es la belleza”. Se emocionaron juntos a los pies de la Victoria de Samotracia.
Rodeada de otoño con los últimos rayos de sol del atardecer, Carlos García Gual me invita a leer a los clásicos transmitiendo la vitalidad y seducción de la literatura, el arte y el pensamiento de Grecia y Roma. Lo hace de la mejor manera posible, como buen amigo de textos y autores, y más aún del lector. Presenta breves evocaciones de lo que aprecia como más atractivo y original en plena época clásica o helenística. Disfrutando un aromático café con Disaronno, me atrevo a la invitación de la invitación: regresar a los clásicos junto a García Gual. No he encontrado en mucho tiempo mejor cómplice de lecturas. Homero, Aristófanes y Ovidio; y si os animáis a la lectura; también se presentarán Platón, Jenofonte, Aristóteles, Plutarco, Longo, Pseudo Calístenes, Virgilio, Séneca y Marco Aurelio. Compartamos los primeros, a modo de tráiler reuniendo algunos fragmentos de García Gual, reencontrando cercanas algunas voces de largos ecos.
La poesía épica de Homero
La Ilíada, inicia no sólo la literatura griega, sino la literatura europea. El tema central no es contar toda la guerra de Troya, ni su principio, ni su final, bien conocidos por el público de la época. Ya en sus primeros versos Homero enuncia el tema singular que articula el relato, pidiendo a la Musa que cante “la ira funesta de Aquiles”, aquella que causó terribles males a los aqueos. La Ilíada concluye cuando la ira de Aquiles se ha aplacado. Los embajadores de Agamenón solicitan a Aquiles que deponga su cólera y vuelva al combate, ante su negativa, su joven amigo Patroclo toma prestadas sus armas y marcha al combate donde encuentra la muerte en manos de Héctor. Enfurecido y deseoso de venganza Aquiles retorna al combate y da muerte a Héctor ansiando destrozar su cadáver. Pero en el último canto, el viejo rey Príamo acude a la tienda de Aquiles a suplicarle que le devuelva el cadáver de su hijo para que le sean tributados los honores fúnebres. Aquiles conmovido, accede a su ruego. Así concluye su cólera, y también así finaliza el poema. Así, nace el arte de la Tragedia, entre la dignidad del héroe y su final conocido e inevitable.
Así, nace el arte de la Tragedia, entre la dignidad del héroe y su final conocido e inevitable.
Shakespeare reverenció a Homero. Schliemann, entusiasta de Homero, descubrió las ruinas de Troya, restituyendo la ciudad de la epopeya a la geografía real.
La audacia del teatro de Aristófanes
La situación política de Atenas es el escenario, dónde la sátira política y los anhelos utópicos de un mundo feliz alimentan las peripecias del héroe cómico. La Comedia ática se hace política en modo mucho más directo que la Tragedia, representando la realidad vivida e inmediata de la ciudad en clave burlesca. Tragedia y Comedia, fueron para la democrática Atenas una lección de convivencia y educación cívica, libertad de palabra y atrevimiento del pensamiento (la parresía).
Una maravillosa audacia por unir lo popular con lo espiritual y literariamente superior.
El héroe cómico es un tipo singular que ha tenido una ocurrencia genial y pone en marcha su plan, y aunque el coro se enfrente a su brillante iniciativa, siempre triunfa al final. En Los Acarnienses un campesino en medio de la guerra ha decidido hacer la paz por su cuenta con el enemigo; en Lisístrata varias mujeres traman rechazar a sus maridos para obligarlos a concluir una tregua panhelénica; en Ranas, Dionisio desciende al Hades en busca de Eurípides con la intención de resucitarlo. Platón a pesar del recelo de Aristófanes con Aristóteles, lo sentó junto a su maestro en El Banquete colocando en su boca un mito ingenioso. También se atribuye a Platón este epigrama elogiándolo: “Las Gracias, deseosas de un templo imperecedero lo encontraron al final en el alma de Aristófanes”.
También se atribuye a Platón este epigrama elogiándolo: “Las Gracias, deseosas de un templo imperecedero lo encontraron al final en el alma de Aristófanes”.
Un director de escena berlinés que se hallaba representando las comedias de Aristófanes mientras el muro era derribado, respondió a Garcia Gual “…en sus obras se respira con frescura, paz y libertad”.
Eros, levedad y multiplicidad en Ovidio
Ovidio, se encuentra con una tradición muy desarrollada en la épica, la lírica, la dramaturgia y la didáctica, acompañando a Virgilio y Horacio como el tercer gran poeta romano. Con sutileza, brillantez, tersura y ligereza; sus elegías revelan las pasiones de una frívola sociedad romana, sus anhelos y escaramuzas. En Metamorfosis tanto dioses como humanos, héroes y heroínas, son presas del divino Eros. Eros es el dios o el principio divino que preside su larga y variada producción. En torno a las penas de amor, escribe Cartas de las Heroínas entre mujeres de la mitología y sus amantes lejanos: Penélope a Ulises, Ariadna a Teseo, Safo a Faón. Sobre la natura, Ovidio siempre impone el cultus.
Sobre la “natura”, Ovidio siempre impone el “cultus”.
Cautivar la pasión, saber amar y ser amado. Inspirador de la invención medieval y trovadoresca del “amor cortés”, se proclama a sí mismo praeceptor amoris, maestro en el arte de amar: “Si alguien en la ciudad de Roma ignora el arte de amar, lea mis libros y ame instruido por sus versos.” Anne Carson celebra a Ovidio en Eros, The Bittersweet. Es Ovidio a quien Italo Calvino invita a presidir y culminar sus Seis propuestas para el próximo milenio. En Levedad entrevemos su ligereza, ironía, carácter lúdico y elegancia matizada con un fino humor. En Multiplicidad reconocemos su don, aquel que consiente “hacer hablar a lo que no tiene palabra”. Ítalo Calvino, se despide de nosotros ya para siempre junto al poeta, preguntándose: “¿No sería ésta la meta a la que aspiraba Ovidio…?”

Aquí comienza la verdadera maravilla, aquella que nos lleva directo a leer o releer La Illíada, y descubrir por nosotros mismos la esencia del argumento. Este otoño les propongo que aceptemos la invitación de volver a los clásicos, y que cada uno de nosotros permita que estas u otras voces de largos ecos acerquen lo humano y lo divino, que una brisa reconfortante nos atraviese el alma. Que la belleza, la épica, la audacia, y Eros, entre muchos otros, se hagan presentes en el difícil día a día que estamos viviendo.