Capital espiritual y violencia organizacional

Cuando mi hijo tenía seis años me preguntó una vez, a la hora de marcharse a dormir, cuál es la finalidad de la vida. Era una pregunta compleja para un niño de su edad y me tomó varias semanas encontrar una respuesta adecuada. Le dije, entonces que hemos de vivir para dejar al mundo en mejores condiciones de las que lo hemos encontrado. Durante la adolescencia  y vida universitaria  volvió a formular el mismo interrogante, le di, la misma respuesta, señalando que debería dejar algún legado en este mundo.

Ello me llevó a interrogarme acerca de mi propia aportación a la sociedad, así como las actitudes predominantes  de las empresas, marcadas por una fuerte competitividad y orientación a resultados. La palabra clave es “riqueza”, “que permite acceder a una determinada calidad de vida”.A  veces aludimos de la riqueza  de poseer talento, o buen carácter, o  tener buena suerte. La palabra riqueza “wealth” proviene del inglés “well” que supone encontrarse bien. Sin embargo la definición del diccionario enfatiza  “la cantidad de dinero acumulado”.

La sociedad postmoderna, está marcada por una hipervelocidad, condicionada por el ritmo de las nuevas tecnologías, inhibiendo el pensamiento y dejando que las cosas simplemente ocurran.Parte del capital espiritual son los aspectos vinculados a valores universales,  compartidos por una gran cantidad de personas, que influyen en nuestra vida cotidiana. A partir de esta utilización, la palabra espiritual tiene poca relación con la religión. El capital espiritual, consiste en las creencias de una organización, vinculadas a la visión y misión de la misma. 

Muchas vidas se desarrollan en un desierto espiritual, caracterizado por la, falta de compromiso y significado en nuestras vidas, por una violencia psicológica  que no cuenta con una parte importante del capital humano de las empresas. La sociedad postmoderna, está marcada por una hipervelocidad, condicionada por el ritmo de las nuevas tecnologías, inhibiendo el pensamiento y dejando que las cosas simplemente ocurran.

Zygmunt Bauman
denomina a este fenómeno “sociedad líquida”, Gilles Lipovesky alude a la “era del vacío”. Según los  coaches las “neurosis clásicas” de hace treinta años  han dado lugar a trastornos narcisistas, que se caracterizan por una sensación de vacío interior, una incapacidad para comunicarse a nivel emocional. El miedo al fracaso  es lo que rige las relaciones, determinando una huida de los sentimientos. Alude a una cultura en la que cada cual vive en un bunker de indiferencia y por ende de soledad.

Es como si la pirámide de Maslow estuviera invertida, este autor al final de sus días, observo la profunda crisis de significado, de la sociedad moderna. Cabría preguntarse si existe otra manera de hacer las cosas. Existen líderes que se atreven, además de satisfacer a sus accionistas de mejorar el planeta, y su organización. No basta con hacer “pequeñas mejoras”, para mantener la sostenibilidad. Se requiere un cambio de “paradigma ”. Reflexionar sobre la manera en que se pueda gestionar los sistemas de un modo inteligente.

Algunas empresas ya han puesto en marcha iniciativas de “capital espiritual” sin incrementar sus costos. Se trata de organizaciones que resultan más saludables y por ende rentables. Por ej. Mohamed Yunnus, premio Nóbel de la Paz, creo la banca de los pobres para mujeres emprendedoras sin recursos. Coca Cola puso a disposición del gobierno hindú su red de distribución para que  repartiera la vacuna de la poliomielitis en la India rural.No supuso un gasto  adicional sino una mejora importante para el sistema sanitario. El banco Santander apostó claramente por la promoción de la mujer hacia los altos cargos, desde la aprobación de la ley de Igualdad.  En Orange también están redireccionando al colectivo femenino, hacia puestos de mayor responsabilidad. Según sus estudios, la productividad de las mismas resulta muy elevada. Mapfre, reorienta parte de sus beneficios  para favorecer a niños y colectivos desfavorecidos en América Latina. Por último añadir que   el término “espiritual” proviene del latín y significa “aquello que proporciona vitalidad y energía a un sistema”. Aplicar políticas diferentes al “ordeno y mando”, es tomar la autopista de la sociedad del conocimiento.

Coca Cola puso a disposición del gobierno hindú su red de distribución para que  repartiera la vacuna de la poliomielitis en la India rural.No supuso un gasto  adicional sino una mejora importante para el sistema sanitario.Excluir a las mujeres de las cumbres organizativas, como hemos leído  recientemente, en un famoso rotativo dominical,  o no apoyar la consolidación de políticas de género bajo el pretexto de que ellas puedan  tener descendencia,  constituye un claro ejemplo  de no contar con la “inteligencia maternal” de las mujeres. Además de atentar claramente contra la construcción de su identidad profesional y  encubrir el temor a perder una parcela importante  de poder.

Es  estar con el paso cambiado, frente al caminar de las sociedades avanzadas. En suma añadir el capital espiritual al social,  influirá positivamente en los resultados y en el clima laboral de las empresas.  Retornando a la pregunta que me formulo mi hijo, de pequeño  “permitirá que tanto personas como organizaciones “marquen una diferencia” y constituyen un aporte importante a la mejora del clima laboral de las organizaciones y por ende al bienestar  del planeta.

*Alicia Kaufmann es Catedrática de Sociología de las Organizaciones. Universidad de Alcalá y Coach Ejecutivo.  www.aliciakaufmann.com

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