Esta mañana desperté tan agobiada como siempre pensando en la lista interminable de cosas por hacer. Para relajarme, sintonizo la CNN con la intención de que me contagie el buen humor y ambiente de fiesta post-elección de Obama. Entre los múltiples análisis -que si Obama ganó las elecciones por el voto joven, el voto de las mujeres, el voto latino o el error de McCain al elegir a Sarah Palin como compañera de fórmula- no puedo dejar de pensar en el rol que la crisis financiera y la situación económica han jugado en estas elecciones. Deformación profesional.
Mientras caliento la leche en el microondas y pongo a cargar el móvil reflexiono sobre los problemas que se encontrará Obama en algo más de dos meses, cuando asuma la presidencia: una economía sumergida en una recesión grave que será prolongada, con hogares hundidos por la presión de deudas impagables (hipotecarias y de las otras), la caída en el valor de las propiedades (que durante años se utilizó para financiar el consumo), fuertes restricciones en el acceso al crédito, la volatilidad bursátil que repercute negativamente en los ahorros acumulados a través de planes de jubilación, una tasa de desempleo que excederá el 7%… Y por si esto fuera poco, también tendrá que tomar decisiones cruciales en materia de política exterior: la retirada progresiva de Irak, Afganistán, las ambiciones nucleares de Irán, Rusia y la OTAN… ¿Volverá a importar América Latina? Hablando de política exterior, aprovecho el momento para prepararme un café y llamar a mi marido a Madrid (estoy en Lima en este momento) mientras la diferencia horaria es todavía decente. Mientras me entero de las trastadas de mis niñas y de los últimos eliminados de "Pekín Express", chequeo los correos electrónicos en el portátil que está siempre funcionando y tomo mi café. En otras palabras, consumo simultáneamente electricidad, alimentos y comunicaciones.
Y hablando de consumo…
El consumo representa, en una economía como la norteamericana, dos tercios del PIB. Entonces, una prioridad del nuevo gobierno debe ser el amortiguamiento del efecto de la crisis sobre las familias. Escucho en las noticias que Obama ya comenzó a trabajar para definir estímulos fiscales, instando a los gobiernos estatales y locales a otorgar subsidios y planificando un incremento del gasto en infraestructura para generar puestos de trabajo. Además, habrá exenciones impositivas sobre los seguros de desempleo, se reducirán los impuestos para los grupos de menores ingresos y las pequeñas empresas, se estimularán los créditos fiscales para aquellas empresas que generen puestos de trabajo y se dará asistencia gubernamental a la industria automotriz. Algunos de los recortes impositivos se compensarán gravando las ganancias extraordinarias de las empresas petroleras. En el marco de este programa, se permitirá a las familias retirar hasta diez mil dólares de sus fondos de jubilación en los años 2008 y 2009 sin ninguna penalidad impositiva. Obama también promoverá una prórroga de noventa días en las ejecuciones hipotecaria y la puesta en marcha de un fondo de diez mil millones de dólares para evitarlas, la reforma de las leyes de quiebras y un crédito fiscal del 10% del valor de la hipoteca para la clase media. De tanto pensar en dinero me acuerdo de que tengo que cambiar dólares para ir de compras. Mientras busco los billetes, apunto un par de teléfonos de gente a la que tengo que llamar y me cambio de camisa después de descubrir una pequeña pero notoria mancha de café.
En este contexto, Obama deberá vérselas con un creciente déficit fiscal. El coste del rescate de los sectores financiero y de vivienda, sumado a las medidas de estímulo fiscal para sostener la demanda agregada, afectará sin duda el presupuesto por el lado del gasto, al mismo tiempo que el agravamiento de la situación económica reducirá la recaudación fiscal. El mayor coste de Medicare y de la seguridad social empeorarán todavía más la situación. ¿Qué hará Obama? Según las promesas de campaña, la apuesta es por una política tributaria redistributiva que extienda recortes impositivos a grupos de ingresos bajos y medios, mientras aumentan los impuestos para los que ganan más. El nuevo gobierno también tiene la intención de eliminar exenciones y deducciones de las que gozan hoy los grupos de mayores ingresos, y otorgar beneficios y créditos impositivos para, entre otros, jubilados, pequeños propietarios y estudiantes. Estos cambios, "socialistas" para los Republicanos, son factibles con el nuevo mapa electoral, pero la desaceleración de la economía podría limitar sus efectos o como mínimo demorar los beneficios esperados. Además, existe inquietud acerca del posible impacto de estas políticas en la competitividad de los EE. UU., en la inversión y en las pequeñas empresas.
Es la economía, estúpido…
Por cierto, tengo que hablar con recursos humanos para ver cuándo me ingresan el sueldo. Mientras hojeo la sección de economía de "El Comercio" descubro un artículo sobre el aumento del precio de la canasta familiar. "Mal de muchos…", pienso, porque esta es también la preocupación diaria de millones de personas trabajadoras en Estados Unidos, cuyos salarios reales se han mantenido o han bajado en los últimos años a pesar del incremento del coste de vida. Para paliar la situación, Obama ofreció aumentar el salario mínimo ajustándolo por inflación y también aprobar leyes para facilitar la organización sindical y la protección de los trabajadores.
Ya guardado el dinero y cambiada la camisa aprovecho para hacer la cama y ordenar un poco el salón. Vuelvo al ordenador y escribo un par de mensajes mientras espero que Fidel, el taxista que me lleva al trabajo, toque el timbre. Antes de ir a la universidad tengo que pasar por la clínica del Golf a hacerme unos exámenes y también acordarme de mandar los resultados a España para no tener problemas con el seguro. Hablando de seguros, en EE.UU. hay alrededor de 47 millones de personas sin cobertura médica, además de una clase media que apenas puede pagar las primas mensuales. Obama se enfrenta al gran desafío de instrumentar, de una vez por todas, la reforma pendiente del sistema de salud para garantizar una atención médica inclusiva y de calidad, como la que disfrutan otros países del mundo desarrollado.
Como afirmaba Bill Clinton en la campaña de 1992, todo lo anterior solamente "es la economía, estúpido". Pero los desafíos a los que se enfrentará Obama son muchos más. Por suerte para quienes me leen y para mi salud mental, finalmente suena el timbre. Miro por la ventana y el cielo sigue gris. Parece que está fresco así que me pongo el abrigo y guardo en una bolsa los zapatos que tengo que llevar a arreglar de camino a la universidad. Tengo los libros para llevar a la oficina, el material para preparar la primera clase del nuevo curso, la orden del médico para el test y las llaves. Ya puedo bajar, sin olvidarme de tirar la basura antes.
Si la multifuncionalidad es un atributo femenino, Obama debería ser mujer.
*PhD en Economía y M.A en Economía por la Universidad de Memphis, EEUU. Licienciada en Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires, Argentina.
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