El Día Internacional de las Mujeres es una fecha clave para reflexionar sobre los avances logrados en materia de igualdad de género y, al mismo tiempo, sobre los desafíos que persisten. A pesar de que el feminismo ha logrado un impacto significativo en la agenda pública y legislativa, nos encontramos en un momento crítico: el debate en torno a la igualdad se ha polarizado, y las narrativas antifeministas están ganando terreno.
Así lo demuestra el Informe de Igualdad 2025 que ha presentado LLYC. Se trata de un análisis que evidencia cómo el discurso de la igualdad está siendo distorsionado y qué riesgos implica este fenómeno para el futuro.
Este estudio revela una realidad alarmante: en los países donde el feminismo ha perdido relevancia, las voces que buscan desacreditarlo se han fortalecido. En lugar de desaparecer, las posturas más radicales han ocupado el vacío, imponiendo narrativas basadas en desinformación y prejuicios. Además, la creciente fatiga social frente a estos debates ha provocado que muchas personas se inhiban de participar en la conversación, dejando el espacio abierto a discursos más extremos y confrontativos.
Uno de los hallazgos más preocupantes del informe es el impacto que esta tendencia está teniendo en los hombres jóvenes. Las redes sociales y los algoritmos están amplificando mensajes que presentan el feminismo como una amenaza, alimentando un rechazo que no se basa en hechos, sino en temores infundados. Como resultado, se está gestando una nueva ola de resistencia a la igualdad, que podría poner en peligro los avances conseguidos en las últimas décadas.
El informe no se queda en la descripción del problema, sino que propone una forma de abordarlo. La iniciativa SIN FILTRO, propuesta por LLYC, busca evitar que el debate sobre la igualdad quede atrapado en la confrontación y propone promover una conversación equilibrada, basada en datos y alejada de la manipulación ideológica. Es necesario reforzar la visibilidad de voces moderadas y construir espacios donde hombres y mujeres puedan dialogar sin miedo a la descalificación o la agresión.

En esta entrevista, Luisa García, CEO Global de Corporate Affairs de LLYC, profundiza en los hallazgos del informe y analiza los riesgos de permitir que las narrativas antifeministas ganen terreno. Además, comparte su visión sobre cómo la sociedad puede mantener el tema de la igualdad en la agenda pública sin caer en la polarización extrema. Porque si bien la conversación sobre feminismo enfrenta desafíos, aún estamos a tiempo de cambiar el rumbo y construir un futuro más igualitario.
Luisa García: «Tenemos que ser capaces de transmitir la narrativa feminista de manera emocional y emocionante»
¿Cuál fue el impulso más urgente por el cual decidieron elaborar el informe?
Estábamos escuchando dos cosas que necesitábamos desmentir. Y para eso, era necesario tener datos.
La primera: que el avance de este discurso «neo machista» de la oleada ultraconservadora se achaque a que «hemos ido demasiado lejos». Como si por hablar del tema hubiéramos aburrido y generado el rechazo. El estudio demuestra precisamente lo contrario, que las posiciones radicales son más relevantes en la conversación cuanto más pequeña es esta. Si se habla más de feminismo e igualdad, aunque sigue siendo preocupante el espacio que ocupan estas miradas extremas, son menos relevantes.
La segunda: que los dos bandos extremos son iguales. Nosotros medimos cómo de polarizada está la conversación y cómo se organizan las comunidades en torno a estos temas y, efectivamente, hay dos entornos radicales: el anti-feminista y las comunidades feministas más radicales. Sin embargo, no se comportan igual. El bando machista insulta tres veces más, usando con mucha más frecuencia términos como ”puta”, “gorda” o “mal cogida” para referirse a las feministas. Ellas, por el contrario, comparten mensajes más largos, más razonados y con muchas menos descalificaciones. El extremo machista es, claramente, agresivo e irreflexivo, así como también más homogéneo.
Por tanto, ni el feminismo tiene la culpa de la vuelta del machismo ni son dos extremos equiparables desde ningún punto de vista, ni en lo que piensan ni en cómo lo expresan en la conversación social.
«Hay dos entornos radicales: el anti-feminista y las comunidades feministas más radicales»
¿Cuáles son los riesgos más inmediatos de permitir que las narrativas antifeministas ganen terreno en la conversación pública?
Nos preocupa especialmente el enorme impacto que la conversación social está teniendo, sobre todo, en los hombres jóvenes y su vuelta a posiciones contrarias a la igualdad y al avance de los derechos de la mujer. Ya es evidente esta tendencia en Estados Unidos, Reino Unido y también en España. Estos jóvenes están expuestos, en su consumo de contenidos en redes, de manera mucho más agresiva y efectiva a los mensajes anti-feministas, a la caricaturización de las ideas que promueve y a todo tipo de informaciones que no son ciertas y se quedan sin contestar, como por ejemplo la cantidad de denuncias falsas por violencia de género en nuestro país.
Además, un entorno de conversación tan agresivo hace que, quienes precisamente son más necesarios para aportar una mirada sosegada, una experiencia positiva de vida en una sociedad más igualitaria, se inhiben y no conversan. Los algoritmos, además, no les premian, por lo que si hay poco volumen de estas visiones mucho más representativas de la realidad, estas quedan además secuestradas por el ruido y la vandalización.
¿Cómo puede la sociedad mantener el tema de la igualdad en la agenda pública sin que se convierta en un foco de confrontación extrema?
Dando más visibilidad a posiciones en las que hombres y mujeres estamos plenamente de acuerdo y estamos viviendo con normalidad y naturalidad. Condenando, desde cualquier espectro ideológico, el uso de la violencia. Y siendo capaces de aplicar, para bien, las técnicas de comunicación que usa mucho mejor el movimiento ultraconservador: tenemos que ser capaces de transmitir la narrativa feminista de manera emocional y emocionante, con mensajes cortos, que no dejen de estar basados en razones sólidas pero que se expresen de forma que conecte mejor con los sentimientos de quienes los leen o escuchan.


¿Cómo puede aplicarse el concepto de «filtro de igualdad» en otros espacios de conversación más allá de las redes sociales?
El filtro que proponemos es el de la moderación, el del entendimiento, el del respecto y el de la escucha. También es el de la defensa de los valores en los que realmente creemos todos, siendo capaces de hacerla de la mano de gente que no piense exactamente igual que nosotros. Creo que esa manera de estar y participar en la conversación social aplicaría a la vida “real” también. Además, necesitamos a más hombres declarándose feministas, sin pudor ni matices, en espacios públicos, en foros políticos, en los medios de comunicación. Y a más mujeres de todos los ámbitos posibles (la economía, la ciencia, la empresa) participando y siendo visibles para normalizar la igualdad en todos los ámbitos.
«El filtro que proponemos es el de la moderación, el del entendimiento, el del respecto y el de la escucha»
Desde LLYC, ¿qué acciones recomiendan para evitar que la desinformación y la polarización frenen el avance hacia la igualdad de género?
Escuchar para diferenciar el ruido de la conversación real. Identificar y, si no los hay, crear espacios de conversación donde recuperemos la visibilidad de comunidades y personas moderadas. Hemos de tener todos muy presentes el impacto que los algoritmos de las redes sociales tienen en el contenido que vemos y consumimos y hacer un esfuerzo muy consciente para no dar credibilidad ni alimentar voces que tienen una agenda muy clara contraria a la igualdad, la diversidad y la equidad.