Despidiendo el verano

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Despedido el verano, en septiembre nos preparamos para recibir el otoño una vez más. Me gusta el cambio de las estaciones porque te trae el permanente recuerdo de que, lo quieras o no, mientras hay vida hay movimiento y el movimiento es acción y la acción puede querer muchas cosas y para el caso, ¿por qué no?: un cambio de estación. ¡Volver a empezar!

Dejar que todo fluya

Ha querido la casualidad que este verano haya podido disfrutar armoniosamente del fluir de las cosas y me ha permitido encontrarme con sorpresas de diverso orden.

Dejar que todo fluya en la vida de cada cual, es parte del respeto que se le debe y también puede llegar a ser una muestra de afecto Una de ellas, por ejemplo, es la que me ha llevado a concluir, una vez más, que no se puede estar dando vueltas siempre a lo mismo. Que las personas que basan su vida en el indomable repaso de los aconteceres dramáticos de su existencia son muy tóxicas y cansinas.

Me impacienta ser oyente del "doliente quejido" de gentes que habiéndose ganado el lugar de amigos en tu círculo siempre están con lo mismo. No es falta de compasión, ni ser poco cuidadosa con aquellos a los que quiero, es supervivencia. Pues cuando ves que nada se puede hacer por mejorar lo que para otro es fuente de tristeza y angustia, tienes dos opciones: o te quedas y escuchas una y otra vez o te vas.

Dejar que todo fluya en la vida de cada cual, es parte del respeto que se le debe y también puede llegar a ser una muestra de afecto. Sobre todo cuando la escucha es eterna y pasiva y no responde más que a la necesidad de "vaciado" del otro sin mayor ciencia que la de pasar el rato y desahogarse.

¿Y quién no?

Cualquier humano vive "pegado" a alguna tristeza en algún momento de su vida. Son heridas del alma. Cuando no se han sanado de verdad intentar vivir como si no existieran es inútil. Parece que tengan vida propia y exigen su reconocimiento cada vez que te descuidas.

Pienso, por pensar en algunas, en las heridas de infancia. Esas que se almacenan en algún rincón de la memoria esperando a que llegue su momento. Dicen, los que entienden, que se quedan en el inconsciente. Pocos se atreven a semejante exploración. Pero los valientes que han decidido pasar a la acción para superar el trance pueden llegar a necesitar algo más que tratamiento profesional y farmacopea.

Y así todo fluye irremediablemente hasta la ancianidad, tiempo del que puedo hablar poco porque no la he vivido, pero a juzgar por lo que observo es un momento en el que como tienes poco margen de maniobra estás, si no has resuelto, o resignado o rebotado con la humanidad.

Salir de ahí

Salir de las situaciones de "apego al dolor" implica dejar atrás. Hay poner en marcha toda aquella técnica, ya sea divina y/o humana, para poder despegar.

Para salir del sufrimiento necesitamos identificar los hechos que nos colocan en él Soy persona de pocas "fórmulas magistrales" pues el humano en su individualidad es como un laboratorio andante y a cada uno aplica la suya, pero no puedo cerrar este artículo sin plasmar, al menos, lo que la experiencia me ha enseñado.

Para salir del sufrimiento necesitamos identificar los hechos que nos colocan en él. Aspecto éste que no siempre es sencillo. Lo siguiente pasa por aceptarlos, para después perdonarlos y dejarlos atrás desde la idea clara de que estás tomando una decisión que supone el abandono de cualquier patrón de dolor vinculado al hecho en cuestión. ¡Fácil decirlo, pero muy difícil hacerlo!

Andar este camino supone abrir la mente y buscar ayuda profesional en todos los campos con los que uno sienta que conecta. ¡Hay que abordar nuevas experiencias sin miedo! Pedir consejo. ¡Moverse y atreverse al cambio!

La actitud con la que afrontamos la existencia importa mucho pues de ella depende que todo lo que tenga que moverse fluya adecuadamente generando cuantos comienzos sean necesarios para alcanzar la meta: ¡una vida valiosa y plena!

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