María Rosa Durán es una científica jerezana que ha encontrado en las matemáticas no solo una disciplina, sino un propósito. Desde la Universidad de Cádiz, impulsa Recaída 0: Matemáticas contra la Leucemia Infantil, un proyecto que integra modelos matemáticos, datos clínicos y trabajo multidisciplinar para aportar nuevas herramientas en la lucha contra una de las enfermedades más duras de la infancia. Su trayectoria académica y científica está marcada por referentes que la acompañaron desde sus primeros pasos, por una vocación temprana por las matemáticas y por la convicción de que la ciencia debe estar al servicio de problemas reales y de quienes más la necesitan.
Ese recorrido riguroso y comprometido es el que la llevó, este año, a ser reconocida con el Premio #MujerImparable Gaditana 2025 durante la Gala X Aniversario de la Red Profesional #MujeresImparables. Un galardón que recibió con emoción, agradecimiento y un profundo sentido colectivo, y que hoy sirve como punto de partida para esta conversación sobre referentes, aprendizajes, ciencia y propósito.
A lo largo de la entrevista, Durán repasa los momentos que transformaron su manera de entender la investigación, la fuerza que impulsa su trabajo y las nuevas puertas que se abren gracias a la visibilidad del proyecto.
Maria Rosa Duran: «La visibilidad y el reconocmiento abren nuevas puertas y nuevas metas»
¿Quiénes han sido tus referentes en el inicio de tu trayectoria profesional?
Desde el inicio de mi trayectoria he tenido dos referentes. La primera ha sido mi madre académica y directora de tesis, la catedrática Mariluz Gandarias de la Universidad de Cádiz. Ella no solo me abrió puertas y compartió conmigo sus conocimientos, sino que ha sido mi impulso constante. Me ha acompañado con una generosidad inmensa, animándome en los momentos más duros, celebrando cada logro y comprendiendo con una sensibilidad extraordinaria mis etapas de maternidad.
El segundo referente esencial en mi trayectoria ha sido el catedrático y director, Víctor Manuel Pérez-García, del Laboratorio de Oncología Matemática (Môlab) de la Universidad de Castilla-La Mancha. Con él descubrí una forma distinta de entender la investigación, la capacidad de conectar las matemáticas con la lucha contra el cáncer. Su confianza en mí, su capacidad para inspirar y su apoyo firme han sido decisivos para que pudiera desarrollar y liderar mi propio proyecto de investigación.

Si tuvieras que elegir un momento concreto de tu carrera que te haya cambiado la forma de entender la ciencia, ¿cuál sería y por qué?
Sin duda fue el día en que conocí a la hematóloga Cristina Blázquez y a sus pequeños pacientes. Aquello fue un punto de inflexión. Fue entonces cuando comprendí que la ciencia debía ir mucho más allá del laboratorio o de los algoritmos que me rodeaban: debía orientarse a descubrir, a encontrar respuestas reales a problemas reales, tan real como que los niños que sufren leucemia tienen unas tasas de recaída del 15–20% y que, aunque ese porcentaje es bajo, detrás de estos números hay vidas.
Ese encuentro también me aportó la fuerza y el apoyo de las familias, ya que no teníamos financiación para empezar el proyecto. Recuerdo especialmente cómo los padres de estos niños se volcaron en 2018 para ayudarnos en un crowdfunding, consiguiendo poner en marcha la financiación del proyecto.
«La ciencia debe ir mucho más allá del laboratorio: debe orientarse a encontrar respuestas reales a problemas reales»
Todo esto me hizo entender que la investigación no es un esfuerzo aislado, sino una responsabilidad compartida con la sociedad. Detrás de cada proyecto hay personas que confían en nosotros, que necesitan soluciones y que creen en el valor de la ciencia incluso en los momentos más duros.
Desde entonces, mi manera de hacer ciencia se volvió más cercana, más humana y, sobre todo, más comprometida. Desde entonces, cada paso de mi investigación tiene un propósito mucho más claro: contribuir, aunque sea de manera pequeña, a mejorar la vida de estos pequeños guerreros. Ese encuentro transformó mi motivación y le dio más sentido a mi labor científica.
¿Qué aprendizajes clave te ha dejado liderar el proyecto Recaída 0: Matemáticas contra la Leucemia Infantil?
Liderar el proyecto Recaída 0: Matemáticas contra la Leucemia Infantil me ha dejado aprendizajes que han marcado no solo mi trayectoria científica, sino también mi manera de entender el valor de la investigación. Uno de los más importantes ha sido el valor del trabajo y la investigación multidisciplinar. Hoy tengo más claro de que la ciencia no puede avanzar de manera aislada, es imprescindible y necesario la unión de distintos disciplinas, conocimientos, miradas y metodologías.
En este proyecto ha sido clave el saber clínico de los médicos, la interpretación y sensibilidad de los biólogos, el rigor de mis compañeros matemáticos, la visión de los físicos y la capacidad de todos para integrarnos con un objetivo común. Ese esfuerzo colectivo ha sido, sin duda, uno de los pilares del proyecto.
Otro aprendizaje fundamental ha sido comprender cómo mis dos vocaciones —las matemáticas y el deseo profundo de ayudar a los demás— podían converger en un mismo camino. Este proyecto me ha permitido unir ambos mundos y encontrar un propósito más amplio a mi trabajo. Ha sido una oportunidad para poner las matemáticas al servicio de la vida, buscando soluciones con la ecuación perfecta entre conocimiento, generosidad, dedicación y esperanza (como me dice una compañera y amiga).
«la ciencia no puede avanzar de manera aislada, es imprescindible la unión de distintas disciplinas, conocimientos, miradas y metodologías»
¿Qué nuevas preguntas científicas o líneas de investigación se abren a partir del reconocimiento y la visibilidad que ha recibido tu trabajo?
En ciencia, siempre que avanzamos surgen nuevas preguntas. La visibilidad que ha recibido nuestro trabajo no solo ha puesto en valor la importancia de lo que hacemos, sino que han permitido que se abran nuevas puertas y nuevas metas: más hospitales que quieren colaborar, más equipos con los que generar sinergias y más posibilidades de ampliar las líneas de investigación.
Además, este impulso tiene un efecto muy especial: genera motivación y esperanza a los jóvenes investigadores. La visibilidad del proyecto demuestra que la investigación merece la pena, que el esfuerzo tiene impacto y que es posible construir caminos sólidos incluso en entornos difíciles.
En definitiva, este reconocimiento no solo da paso a nuevas preguntas científicas, sino que también aporta fuerza, continuidad y una red más amplia desde la que seguir avanzando. Y eso, en investigación, es esencial.
¿Qué mensaje crees que envía el Premio #MujerImparable Gaditana 2025?
El Premio #MujerImparable Gaditana 2025 envía un mensaje de fuerza, de superación y de esperanza. Es un reconocimiento que demuestra que los sueños, cuando se trabajan con constancia, entrega y vocación, pueden alcanzarse. Este premio habla de sumar, de unir esfuerzos y de visibilizar el talento y el impacto de tantas mujeres que, desde sus distintos ámbitos, contribuyen al progreso de la sociedad.
Recibirlo también pone en valor que cada pequeño paso cuenta. Este reconocimiento no solo celebra trayectorias profesionales, sino que impulsa la idea de que la superación es colectiva, que la visibilidad importa y que apoyar a las mujeres es apostar por un futuro mejor. Este premio transmite un mensaje claro y necesario: que la fuerza, la suma y la determinación pueden transformar realidades y ayudar a las dificultades, y que todas —desde nuestros propios caminos y con nuestras propias historias— podemos ser imparables.


¿Qué te sigue impulsando a dedicarte a un campo a la investigación oncológica infantil?
Lo que me sigue impulsando a dedicarme a la investigación oncológica infantil es la certeza de que es necesario. Ningún niño debería enfrentarse a una enfermedad tan dura como el cáncer. Esa realidad, tan injusta, es la que me mueve cada día a seguir buscando respuestas. La ciencia aún tiene mucho por descubrir, y necesitamos nuevas herramientas, nuevas miradas y nuevas formas de abordar la enfermedad para avanzar.
En este contexto, las matemáticas se han convertido en una aliada esencial e indispensable. Vivimos en una era marcada por el análisis de datos y la inteligencia artificial, y unir estas herramientas con la medicina es una oportunidad única para desarrollar modelos matemáticos y algoritmos que nos permitan prevenir, predecir y anticiparnos a la evolución de la enfermedad. Esa posibilidad de aportar algo real, algo que ayude a los niños y a sus familias, es un motor que me empuja a continuar.
Pero, sobre todo, me sigue impulsando mi vocación: ese deseo profundo de ayudar, de poner nuestro conocimiento y trabajo al servicio de quienes más lo necesitan y de luchar por un futuro en el que cada niño tenga más oportunidades. Esa vocación es lo que da sentido a cada paso de mi carrera y lo que me anima a seguir adelante, incluso cuando en el camino aparecen curvas.



