Los expertos han proclamado el amanecer de una nueva época de la inteligencia artificial (IA). Es esta un conjunto de tecnologías que diseñan máquinas inteligentes que son capaces de enfrentarse a tareas complejas del mundo real. Además, superan las capacidades humanas en eficiencia y calidad.
Las profesiones que dan forma al campo de la IA son de especialidades diversas. Incluyen a expertos en ética, matemáticos, teóricos cognitivos, biólogos e ingenieros informáticos. Sin embargo, la diversidad se detiene ahí.
Solo el 25% de los profesores de IA son mujeres y el 19% son ingenieras de software
Según los datos de LinkedIn publicados en el Informe global sobre la brecha de género 2018 del Foro Económico Mundial, por cada cuatro hombres con habilidades en inteligencia artificial hay en la actualidad una mujer igualmente capacitada; y, de modo reciente, son muchos los comentaristas que han reflexionado sobre los riesgos que suponen los avances en IA para una mayor paridad de género.
Las mujeres, desaparecidas de la tecnología y la IA
En las actuales economías, dos sectores albergan las mayores proporciones de talento en IA: el software y los servicios de tecnología de la información, y la educación. En ambos, los profesionales varones superan a las mujeres. Las tendencias reflejan las grandes brechas de género del sector, aunque estas son más acentuadas.
Las mujeres superan a los hombres en el ámbito educativo, pero las profesionales en inteligencia artificial en el sector de la educación sólo constituyen un 25% de la reserva de talento en IA. En ingeniería de software esa proporción se reduce aún más, un 19%. La mayoría de los profesionales de la IA están empleados en dos funciones: ingeniero de software y profesor.
Entre las mujeres de la reserva de talento de la IA, un 35% están empleadas como ingenieras de software y un 8% como profesoras. Entre los hombres, esos porcentajes son de un 42% y un 7%, respectivamente. Resulta algo más probable que las profesionales de la IA estén empleadas en el campo de la educación como profesoras que en el sector de la IA como ingenieras de software. Es más probable también que haya más mujeres que hombres empleadas como analistas de datos, en puestos de investigación, gestión de la información y enseñanza.
Por ejemplo, un 4% de las mujeres de la reserva de talento femenino de la IA están empleadas como analistas de datos frente a un 3% en el caso de los hombres. Los representantes varones de la IA están mejor representados en posiciones como jefe de ingeniería, jefe de tecnología de la información, así como propietario de empresa y director ejecutivo, puestos que suelen ser más lucrativos y de categoría superior.
En lo que respecta a la paridad de género, el sector del software y las tecnologías de la información se encuentra entre los más desiguales.
La inteligencia artificial es una profesión nueva y como tal el talento que atrae procede de campos conexos: computación, matemáticas, neurociencia y ética. A medida que el campo crezca, se enfrentará a los desafíos de otras disciplinas que en el pasado se han esforzado por ampliar rápidamente sus capacidades. En su libro Computer Boys Take Over, el investigador de la Universidad de Indiana Nathan Ensmenger detalla la rápida expansión de la demanda de talento relacionado con la codificación en las décadas de 1950 y 1960.
Talentosas programadoras
Los éxitos iniciales de la computación se vieron impulsados por una serie de talentosas programadoras. Entre ellas Ada Lovelace, la primera programadora informática, Hedy Lamarr, que inventó la tecnología que permitiría la creación de las señales inalámbricas, la almirante Grace Hopper, que desarrolló el primer compilador, Stephanie Steve Shirley, considerada como la primera programadora freelance del mundo, así como Jean Bartik, quien junto con un equipo de programadoras creó para ENIAC las bases de la programación de software.
A medida que la profesión fue madurando, se perdió esa diversidad inicial. En lo que respecta a la paridad de género, el sector del software y las tecnologías de la información se encuentra entre los más desiguales. Ensmenger detalla el modo en que se produjo el cambio, alentado por unas prácticas de contratación sesgadas. Esas prácticas se basaban en unas pruebas psicométricas mal concebidas y en un énfasis en la formación en matemáticas en una época en que las mujeres todavía no estaban plenamente incluidas en la educación terciaria.
Resulta llamativo que, según los datos de la estadounidense National Science Foundation, las mujeres se fueron introduciendo en los campos de las ciencias informáticas, así como en otra gama de disciplinas, al mismo ritmo que los hombres hasta principios de la década de 1980, pero desde entonces esas cifras han descendido y pasaron de ser un 37% en 1984 a ser un 17,6% en el 2010. Ese descenso suele interpretarse como un efecto de la visión estereotipada de la profesión en los medios de comunicación.