¿Y cuando la meritocracia se topa con el sexismo?

El invierno decide recoger sus petates y marcharse mientras la primavera, que es casi verano, irrumpe. Recuerdo a Serrat con aquello de ´que se echa la calle la vida y cicatrizan las heridas´. Buen augurio en tiempos convulsos en los que hay que mantener la calma, pero no tanto como para correr el peligro de oxidarnos en aquello que es vital: estar alertas.

Me encuentro con una gran amiga cansada de tener un discurso políticamente correcto y le agradezco la capacidad de hacer preguntas y de no bajar la guardia. ¨Ya no lo hago por mí, sino por quienes vienen detrás¨. Habla de la economía, de los recortes, de la migración de los jóvenes en busca de perspectivas laborales dignas…Y se enoja con las mujeres que no alzan la voz cuando corresponde, que dan vueltas para decir lo que piensan y lo que quieren, mientras el tiempo pasa con una voracidad que espanta.

Nadie puede decir que no esté de acuerdo con la meritocracia. Sería estúpido y falto de sentido común. Pero ¿Cuánto mérito tiene quien elige? ¿Cuáles son los baremos con los que decide? ¿Cuándo se ha vacunado contra los preconceptos?

La que no da vueltas y llama a las cosas por su nombre es Sheryl Sandberg, la número uno de Facebook, que dice que los peores obstáculos, están dentro de las propias mujeres: la falta de confianza en sí mismas. Y apunta algo que yo repito cuando me dan la oportunidad al pedirme consejos: que levanten sus manos, que hablen fuerte, que digan lo que quieren!

Sandberg, cuya ponencia en TED fue enormemente vista, plantea lo mismo que escuché por primera vez hace siete años de una empresaria valenciana en un congreso de directivas: Elijan a conciencia el socio para toda la vida.

En una reciente reunión de la que participaron tres altos cargos de una compañía, hablábamos de la importancia que tenía para la sociedad en general y para las empresas en particular, contar con el talento femenino. Uno de ellos que se mantenía en silencio, sacudió la cabeza y dijo poniendo énfasis en sus palabras, que sólo la meritocracia asegura el mejor talento allí donde se necesita: «No hay más».

Profundizando y preguntando sobre aspectos menos evidentes de cómo funcionan las cosas en el día a día de una compañía -las decisiones, la cultura, las personas, las afinidades, las creencias…- empezaron a surgir matices primero y luego casos concretos que identificaban en muchos casos, miradas, aunque muchas veces involuntarias, sesgadas.

Nadie puede decir que no esté de acuerdo con la meritocracia. Sería estúpido y falto de sentido común. Pero ¿Cuánto mérito tiene quien elige? ¿Cuáles son los baremos con los que decide? ¿Cuándo se ha vacunado contra los preconceptos? ¿Cuánto se ejercita a diario para no caer, como la mayoría, en el error de creer que nuestras estrechas miras, nuestras verdades, nuestras experiencias…son las válidas?

Me alegra que esta vez la noticia venga de una empresaria con peso, y de que su voz y sus dichos, trasciendan.

Su peso y su visibilidad, ¨normalizan¨ un discurso, que no debería generar disturbios. Hagamos el ejercicio de ampliar el horizonte, de ejercitar tolerancia y de escuchar antes que afirmar.

En tiempos en que todo está en entredicho, innovar en nuestra manera de pensar, es una forma de empezar.

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