Julia Gillard, que acaba de convertirse ó en la primera mujer jefa de gobierno de Australia, es una abogada obstinada y eficaz que ha sabido labrarse un camino en el Partido Laborista. Por primera vez una mujer dirigirá el destino de Australia. A sus 48 años, Gillard es conocida tanto por su fuerte acento australiano como por su franqueza.
Gillard, se ha hecho con las riendas del gobierno tras un motín dentro del partido laborista que ha apeado del poder al primer ministro Kevin Rudd. El mismo motín que ha aupado en una votación parlamentaria a la hasta ahora número 2 del ejecutivo.
Tras su elección, Gillard decía: "Soy consciente de que no he sido elegida por el pueblo australiano. En los próximos meses pediré al gobierno que convoque elecciones para que el pueblo australiano pueda ejercer su derecho y elegir a su primer ministro".
Julia Gillard formaba con Kevin Rudd un tándem perfecto. Juntos arrasaron en las elecciones de 2007, en las que derrotaron al conservador John Howard. Pero ahora es esta mujer de carácter quien pasa a primer plano. Nadie esperaba este golpe de efecto y que, en cuestión de horas, los propios laboristas dejaran fuera de juego a Rudd, si bien es cierto que su popularidad estaba en caída libre desde hace varios meses. Emocionado y algo conmocionado, el ya ex primer ministro decía: "Lo hemos dado todo y creo que estas reformas perdurarán en el futuro".
"Soy consciente de que no he sido elegida por el pueblo australiano. En los próximos meses pediré al gobierno que convoque elecciones para que el pueblo australiano pueda ejercer su derecho."
El error de Kevin Rudd ha sido atacar al poderoso sector minero australiano. Su decisión de introducir un impuesto sobre los enormes beneficios mineros fue como una declaración de guerra. Una batalla de la que ha salido vencido.
"He pedido a mis colegas que traigan un cambio en términos de liderazgo, porque creo que un buen gobierno se estaba desviando", lanzó este jueves. "No iba a permanecer con los brazos cruzados". Viceprimera ministra del gobierno Rudd desde 2007, esta mujer pelirroja ha demostrado ser muy eficaz.
Trayectoria vital y profesional
Julia Gillard, que nació el 29 de septiembre de 1961 en Gales, emigró a Australia con su familia a los cinco años. Realizó estudios de derecho y de arte en Adelaida (sur de Australia), donde destacó como una alumna brillante, y tomó las riendas en 1983 del sindicato de estudiantes australianos.
Inició su carrera en el derecho laboral, antes de entrar en política al lado del líder de la oposición del estado de Victoria, John Brumby.
Se introdujo en la política en su segundo año en la Universidad de Adelaide uniéndose al Club de Trabajo y se involucró en una campaña para luchar contra los recortes presupuestarios del estado en la educación.
Al trasladarse a Melbourne, en 1983, se convirtió en Gillard la segunda mujer en dirigir la Unión Australiana de Estudiantes. También fue secretaria de la organización de izquierdas, Foro Socialista. Como miembro activo del Foro Socialista, propicio un tratado, haciendo a Leningrado una ciudad hermana de Melbourne, e impulso la introducción de un super impuesto a los ricos.
"Hay algo en mí que se impone y me indica que si hubiese sido así (tener una familia), no habría sido capaz de hacer eso (llevar a cabo una carrera política)."
Ella fue la responsable de la redacción de la acción afirmativa normas dentro del Partido Laborista en Victoria que se fijó el objetivo de preselección un 35 por ciento de mujeres para los escaños que se pudieran ganar en una década. Ella también jugó un papel importante en la fundación de la Lista de Emily, caja de resistencia a favor y en red de apoyo para las mujeres trabajadoras.
Entró en el Parlamento en 1998 y goza de la estima de los círculos políticos australianos.
En 2007, un diputado conservador provocó un clamor de protesta al considerar que una mujer "deliberadamente estéril" no podía llevar los asuntos del país. En una entrevista en 2008, abordó este tema, explicando su "plena admiración por las mujeres que logran hacer frente a la vez a la vida familiar y profesional", pero que "no estaba segura de ser capaz" de hacerlo. "Hay algo en mí que se impone y me indica que si hubiese sido así (tener una familia), no habría sido capaz de hacer eso (llevar a cabo una carrera política)", confesó.
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