Su agenda era imposible hace unos años, pero con el tesón y la voluntad que la caracterizan, Cruz Sánchez de Lara inventó el tiempo para dar espacio a un sueño postergado: escribir una novela. La actual vicepresidenta de El Español reivindica la maravilla de «descubrir comienzos a los 50 años» al publicar ‘Cazar leones en Escocia’, su primera novela de ficción, que protagonizan tres mujeres inspiradoras cuyas vidas se entrelazan e impulsan.
«Fue providencial. Me llamó una editora y me preguntó si me interesaba escribir ficción. Yo estaba embarcada en un máster y le pedí que me esperara un mes. Para ese encuentro pospuesto, escribí un texto de mil palabras y le pedí una opinión franca. Fue una conversación de mujeres mirándonos a los ojos. Me dijo: “Yo te doy mi palabra, a mí tampoco me interesa si no escribes bien”.
-¿Habías pensado alguna vez en escribir una novela?
–No tuve tiempo. Yo tuve la vida al revés: muchísimas responsabilidades y a mi necesidad de crecimiento profesional se sumó ejercer la maternidad en solitario. No podía plantearme invertir en un sueño. Ser madre joven es asumir una gran responsabilidad, pero llegas a los 50 más ligera y por eso estoy muy contenta de que este haya sido mi ciclo vital. Nunca podría ser una joven promesa, solo quiero seguir en esto. No hay avaricia, solo ambición.
He descubierto un mundo fascinante y como soy una mujer de mujeres, me he dado cuenta de cuántas historias maravillosas he escuchado a lo largo de mi vida.
¿Cómo te organizaste para escribir y seguir con tus actividades y responsabilidades?
Yo no puedo hablar sobre el privilegio de muchos escritores que se levantan y escriben cuatro páginas por la mañana. Vivo en una realidad muy pesada, muy grave, muy sobre informada e hiperconectada. En aquél momento, tenía el despacho, el periódico y el máster sobre derechos humanos y derechos humanitarios. Fue fascinante ir robando horas al día para poder escaparme con mi ordenador y crear algo donde tú mandas de verdad. Una historia que no paraba de crecer en mi cabeza y que ha sido una válvula de escape, de fantasía.
-¿Escaparte de la realidad?
-La libertad de la ficción es una maravilla. Es como romper con los barrotes de todo lo que nos aprisiona en el día a día. He descubierto un mundo fascinante y como soy una mujer de mujeres, me he dado cuenta de cuántas historias maravillosas he escuchado a lo largo de mi vida. Las historias bonitas siempre son fáciles, porque son de superación y con final feliz. Entonces te das cuenta de que tienes una vida rica porque has escuchado mucho.
El único sitio en el que tú mandas de verdad es en el de la creación. en Lo demás estás condicionada, pero aquí, todo lo que necesitas, lo construyes.
-Tener la libertad de elegir lo que vas a contar… ¿Cómo se construye eso? ¿Cuánto de ficción hay en esta novela?
-A mí me preocupa desde siempre la relación entre madres e hijas y cómo muchas veces nuestro sentimiento de responsabilidad oculta a nuestros hijos nuestras debilidades. O nuestras relaciones con nuestra madre, condicionadas por lo que decían que tenían que hacer. Siempre le he dicho a mi hijo que me gustaría que conozca verdaderamente a su madre. Pero, por mucho que lo intentes, hay un espacio que no le cuentas para que él mantenga su vida ordenada. Me pareció todo un tema poder explicar la relación de las mujeres a través de las relaciones. No era por lo tanto un tema concreto, sino que los personajes fueron creciendo en mi cabeza y la historia fue surgiendo. No sé como será la forma canónica de escribir, pero en mi cabeza se ha formado una historia que me impresionaba y que me hacía buscar un tiempo para continuarla.
-Podías echar mano de mil cosas, pero elegiste esta historia. ¿Dónde estaba esa semilla cuando sucede esa afortunada demanda de la editorial?
-Probablemente, estuviera guardada en algún cajoncito de mi cerebro ¡o en todos! Para mí son muy importantes las generaciones anteriores y estoy en el punto en el que ya me toca abrirle las puertas a la siguiente. Quizá estoy en un momento de vivir en tres generaciones: la gente joven que trabaja conmigo, las hijas de mis amigas, mis propias hijastras. Me gusta ver cómo evoluciona la gente, pero todavía bebo de mis mayores. Quizás en ese triángulo esté asentada la historia de tres generaciones de mujeres que siempre se conciben mejor como un vínculo familiar y como una historia.
Me lo tomé como un regalo de la vida y como un juego. Y lo que hay de mí, es un guiño a la gente que quiero.
-¿Cómo se te dio el mezclarte entre quien eres cuando escribes y el afecto por esos personajes que a la vez van cobrando vida? ¿Sentiste temor de que Cruz se mezclara entre sus personajes?
Me lo tomé como un regalo de la vida y como un juego. Y lo que hay de mí, es un guiño a la gente que quiero. Meter en personajes secundarios el apellido de un amigo, una escena o múltiples anécdotas vividas en primera persona. Pero no es mi historia. Leí una vez que la autora de «Sexo en New York» decía que no era autobiográfica, porque escribir era justamente una actividad para escapar de su vida. Yo nunca quise hacer algo autobiográfico, pero sí reuní una serie de cosas importantes de mi vida teñidas por lo diverso, lo ecléctico. Desde muy pequeña me di cuenta de que mis prejuicios me limitaban, entonces empecé a trabajar en eliminarlos. Me quedan algunos, pero trabajar toda mi vida en ello, hace que tenga amigos y conocidos de todo tipo. Si en tu grupo son todos iguales, pierdes una verdadera riqueza. Súmale que tengo la fortuna de que la gente me cuente cosas maravillosas…
-¿Descubriste escribiendo algo que te haya sorprendido?
-He aprendido mucho sobre mí, porque aunque no vaya de mí, hay ejes, palabras, recuerdos, que son importantes en mi vida: la lealtad, el agradecimiento, la forma de enfrentar la muerte, el amor, el trabajo y el esfuerzo. Luego está el mensaje generacional: no desaprovechar las oportunidades porque la vida pasa en un suspiro. Me recuerdo jugando con mis amigas en la calle y sobre los 50, puedo decir que mi mirada es amable, con una sensación de plenitud de la vida.
-¿Desde el principio sabías que rondaría sobre la vida de tres mujeres?
-Al principio, pensaba que eran dos. Pero luego me di cuenta de que hacía falta un referente para la referente. Porque creo que hacen falta mujeres inspiradoras y, además, que tenemos que agradecer a nuestros mayores. Me parecía muy bonito que lo que fuera a aprender Miranda, la protagonista de la historia, su madre lo hubiera aprendido de otra mujer. En cuanto a la tercera mujer, está inspirada en una mujer que conocí, que tenía una vida muy plena y que daba unos consejos muy estrafalarios para su edad. Aprendí mucho de ella. Cuando escribía el personaje, la veía moviendo sus manitas. Ella me enseño cómo mejora todo cuando le pones un puntito de distinción, y que eso no implica tener dinero, sino entornar los ojos para ver la realidad más bonita.
-¿En algún momento sentiste que los personajes tenían autonomía, que iban por donde querían y no por el camino que les habías trazado?
-Cuando me explicaron cómo escribir un libro, me dijeron que lo primero que debía hacer era escribir una sinopsis. Pero me advirtieron que aprovecharía solo un 30%, porque luego se van contando otras historias y los personajes van demandado su espacio y toman otros caminos. Crece una fantasía a la que se le va poniendo cuerpo y tú imaginas como harías ese personaje que has construido. El último capítulo se escribió cuando yo pensé que ya la había terminado, porque sentía que me faltaba algo. Es un proceso fascinante.
-¿Y quiénes te despertaron más cariño, atracción o antipatía?
-Creo que la empatía se desarrolla con todos. Esto es buenísimo para los demás, pero para una misma es un espanto. A Miranda no me la imaginaba ni le ponía cara, pero el otro día pensé que Amaia Salamanca, sería una Miranda perfecta porque es frágil y bohemia. Creo que el seductor por excelencia es Paul, es el colmo de la generosidad y de la seducción. Y que Martín Solís es el esperpento de la vanidad, un poco la caricatura de lo que ninguna quisiera tener cerca en la vida, un bloque de ego lleno de sí mismo y sin sensibilidad ninguna. Alejandra es la compañera fiel de vida que tenía Cata y que a todos nos gustaría tener. Yo tengo una en mi vida y eso es una maravilla. Pero también está la cínica que se disfraza de víctima, algo que algunas mujeres explotan y que yo rechazo.
Me gustan las mujeres que luchan contra sus pesadillas, no las que se recrean en ellas
-¿Hubo algo inesperado, con lo que no contaras?
-Un personaje que cobró vida y escribió el último capítulo: Amelie. Era sólo una referencia y apareció reclamando un lugar. Ella fue mi gran sorpresa porque se convirtió en uno de los mensajes más potentes de la novela. Creía que terminaba en el capítulo anterior y de repente tuve la necesidad de ponerle voz y se ha convertido en la parte más canalla de la historia. Me permitió desenmascarar el cinismo y dejar claro que la verdad es muy cruda. Para los que queremos vivir con la verdad por delante, la vida es más complicada. Pero cuando te montas una vida de diseño para contarle a los demás y un día te desenmascaras, tu vida pierde sentido. Es mucho mejor tener una vida de verdad aunque cueste más trabajo caminar con ella. Darme el gusto de desenmascararla, fue un ejercicio mental que luego puedes mostrarle a los demás como fruto de la dimensión de tu cabeza.
-Middlemarch es una referencia muy fuerte que atraviesa toda la historia…
-Middlemarch, es realmente una metáfora, una novela muy popular a en los ámbitos intelectuales ingleses, pero no muy conocida en España. Para mí siempre ha sido la ventana por la que asomarse al mundo de la vulgaridad, a lo que se espera que seamos nosotros por el mero hecho de pertenecer a un grupo social. Lo que he intentado hacer, es usarlo como la metáfora de qué se espera de nuestras vidas y procurar que mis personajes entiendan la vida como una casita en las afueras de Middlemarch, para que desde allí puedan tomar distancia entre lo que se espera de uno y lo que uno quiere construir.
Me permitió desenmascarar el cinismo y dejar claro que la verdad es muy cruda. Para los que queremos vivir con la verdad por delante, la vida es más complicada.
-¿Cómo elegiste el título para tu primera novela?
-Se iba a llamar «Los días rojos» por la novela de Truman Capote que dio lugar a «Desayuno con diamantes», que también está muy presente. Todo el mundo piensa que es una película cursi, pero alberga una doble moral habitual en los años 60. Nos imaginamos el croissant y el café frente a Tiffany’s, pero es muy profunda, una historia brutal para ser contada en esa época, y en la que se menciona que todas tenemos un día rojo. Un día negro se tiene porque te ha pasado algo malo, pero un día rojo es aquél en que no sabes qué es lo que te pasa. Apareció una novela que se llamaba igual, entonces surgió «Cazar leones en Escocia» que hace referencia a una anécdota que contaba Hitchcok para hablar de la utilización de un pretexto argumental. En mi caso, es la utilización de una trama, un legado que empieza con el regalo de un cuadro para hablar de lo que realmente nos importa a todas las mujeres. Al final, el corazón más frágil se puede hacer añicos, pero el alma es mas dúctil y se puede ir moldeando. Sobre eso habla el libro. Me propusieron ese título y me di cuenta de que tenía entidad y resumía muy bien lo que es la novela.
Esta es una novela sobre mujeres, sobre el pensamiento y el alma femenina en la que me he permitido muchas licencias
-¿Cuánto tardaste en escribirla?
-Empecé en diciembre de 2020 y el libro salió poco más de un año después. Todo lo que hago para promoverlo, es para que me dejen escribir otro -sonríe. Me he puesto la camiseta de vender libros, porque sé que de eso depende mi felicidad. No sabes lo que significa para mí el placer de encerrarme a crear. Todo esto es mi inversión en mi seguro de jubilación. Quiero seguir haciéndolo hasta que me muera.
-¿Cómo reaccionó tu familia cuando les llevaste el libro?
-Fue una gran alegría pero no una sorpresa para ellos: me dijeron que lo venían venir desde siempre. Lo leyeron con emoción y encontraron referencias y cierto juego con personas de la familia. La vida se desordena y a veces nos toca vivir algo importante a una edad que para mucha gente es la «mediana edad». Descubrir comienzos a esta edad es una maravilla.
-¿Ya estás pensando en la próxima? ¿Habrá precuela o secuela?
-Sí -ríe con ganas- ¡ya tengo pensada una idea hasta para una cuarta! Lo que hace falta es que me dejen escribir la segunda. Ha sido como quitarle el tapón a una botella y estoy deseando seguir pero con otra. El día en que terminé de escribir esta novela, viví un duelo de tristeza, estaba hecha polvo porque Miranda, Cata, Silvana, Beltrán, Paul, todos habían muerto para mí. Hoy resucitan, cuando alguien la lee, pero es un proceso independiente. En el mío de tener que darles vida, murieron el día en que escribí la última página. Esta novela ha necesitado su espacio, ha tenido su tiempo y está cerrada. No creo que haya continuidad.
-¿Qué te gustaría que dijeran de tu novela?
-El mejor piropo que pudieran decir es «No se la pueden perder.»
Más sobre Cruz Sánchez de Lara
Cruz Sánchez de Lara es una reconocida abogada y activista en temas relacionados con los derechos humanos y la sostenibilidad. Actualmente, ejerce como vicepresidenta de El Español y es editora de Enclave ODS y MagasIN, las secciones de los objetivos de desarrollo sostenible y de mujeres del periódico. También es directora para Europa de IHR Legal, una firma jurídica global especializada en derechos humanos con sede en Washington y Ginebra y fundadora de la ONG THRibune for Human Rights, que cuenta con voluntarios en catorce países. Es Top 100 Honoraria por haber sido elegida en tres ediciones.