Clara Sanchis: «Tengamos las mismas oportunidades, alcancemos la igualdad real, y vivamos»

La actriz, que vuelve a poner en escena el discurso de Virginia Woolf con "Una habitación propia", reflexiona sobre la vigencia de una obra que sigue transformando a generaciones y, sobre todo, a ella.

Javier Naval.

“Es un lujo tener en la cabeza y en el cuerpo todas esas palabras luminosas”, dice Clara Sanchis sobre la fascinación que aún le provoca llevar a escena el discurso de Virginia Woolf. Es que, lejos de perder vigencia, esas palabras están más vivas que nunca y siguen iluminando a distintas generaciones.

“Nuestro espectáculo se centra en comunicar, trasmitir, desde la escena, con pasión y sencillez, esta joya de la literatura universal”, resume sobre esta obra que cuenta con la con la dramaturgia y dirección de María Ruíz. Más aún, si lo escrito se pone en acto con la interpretación de una actriz que, además, se arriesga en escena y toca el piano, la propuesta para el público se vuelve demasiado tentadora.

Actriz y música, así le gusta definirse a Clara y en “Una habitación propia” pone a jugar sus dos facetas. Este espectáculo, transformado ya en un clásico de la escena nacional, continúa presentándose a cinco años de su estreno y promete deleitar a quienes aún no lo vieron y a quienes quieran volver a verlo, pues “cada vez que reponemos la obra descubrimos nuevos juegos secretos de Woolf”, afirma la intérprete.

¿Cómo defines a “Una habitación propia”?

El ensayo de Woolf es una genialidad. En él están todos los dones de esa mujer única, salvaje, lúcida. La pluma maravillosa, imaginativa y creativa de la gran escritora, sumado a la lucidez y la inteligencia deslumbrante de una pensadora que nos abrió los ojos para ser capaces de ver lo que teníamos delante: el maltrato histórico a las mujeres, su consecuente pobreza, y el hecho incontestable de que sin condiciones materiales no se puede escribir poesía. Ella, por suerte, tuvo esas condiciones, su independencia y su habitación propia, y escribió con libertad de pensamiento.

“Cada vez que reponemos la obra descubrimos nuevos juegos secretos de Woolf”.

Una habitación propia, los martes en el Teatro Bellas Artes. Foto: Isabel de Ocampo.
¿De qué manera el humor y la música intervienen en la obra?

El humor es inseparable de Woolf. Casi cada frase del ensayo es a la vez en serio y en broma, como en la vida: tragedia y humor van a menudo de la mano. El sufrimiento de ella no está reñido con su ironía, su vitalidad, esa juerga interior, su hedonismo. María Ruiz es también una mujer muy divertida. Juntas, hemos procurado servir ese sentido del humor tan especial.

La música nos pareció que nos ayudaba a dejar respirar el texto en el escenario que es de una enorme riqueza y complejidad, y hay que parar de vez en cuando. También está la idea de que la música llega donde las palabras se acaban. Improviso a partir de Bach, juego con él con libertad. Soy muy feliz tocando el piano.

¿Cómo se ha resignificado a lo largo del tiempo?

El tiempo es un aliado, si te llevas bien con él. Es crecimiento, hondura. También capacidad de ligereza. Cada vez que reponemos la obra descubrimos nuevos juegos secretos de Woolf. Afilamos el lápiz, reensayamos y redescubrimos.

A poco de estrenar llegó el ‘Me Too’, y descubrimos que estábamos formando parte de un movimiento global. Tan poderoso que ya ha brotado un partido político dedicado, entre otras cosas, pero obsesivamente, a luchar contra el feminismo. Llegando a negar la desigualdad y hasta la violencia de género. Quiero creer que cosas como esta son la prueba de la fuerza imparable de la transformación social que vivimos. Una respuesta agresiva, digamos, proporcional a los logros. El poderoso se resiste a soltar poder. Espero que esto sea algo así como los últimos coletazos. Pero quién sabe, como dice Woolf: ‘Los patéticos mecanismos de la imaginación humana son infinitos’.

A poco de estrenar llegó el ‘Me Too’, y descubrimos que estábamos formando parte de un movimiento global.

Con una prestigiosa y extensa trayectoria que la ha llevado a participar de espectáculos emblemáticos del teatro nacional, Clara Sanchis también se ha destacado en cine y televisión, con recordados personajes como la Reina Madre de Isabel, en la serie de TVE, y despliega su pluma todos los viernes en una columna de opinión dentro de La Vanguardia.

Actualmente, se la puede disfrutar en los escenarios madrileños con dos espectáculos atravesados por la genialidad de dos mujeres: además de Virginia Woolf en “Una habitación propia” en el Teatro Bellas Artes, se presenta con “La lengua en pedazos”, de Mayorga, donde interpreta a Teresa de Jesús.

Clara Sanchis en la piel de Teresa de Jesús. Foto: Viviana Porras.
¿Por qué crees que es importante seguir visibilizando el discurso de Virginia Woolf?

Porque inteligencias fulgurantes como la suya, como es normal, escasean. Porque seguimos necesitando su complejidad, su elocuencia, su poesía, su sentido del humor.

¿Qué es lo más fascinante de llevar este texto a escena?

Es un lujo tener en la cabeza y en el cuerpo todas esas palabras luminosas. Un tesoro. Es tan placentero como difícil, cada día, en el escenario, entregarlas al público. Comunicarlas, pelear segundo a segundo por trasmitirlas con toda su riqueza. Hay un diálogo intenso con el público.

Creo que es un espectáculo que tiene algo liberador, y fortalecedor.

¿Cuál es la experiencia que vive el público?

Espero que viajen, como yo, por los vericuetos de la mente de Woolf. Que se asombren, se diviertan y se emocionen, como yo, con cada uno de sus juegos y sus descubrimientos vitales. Creo que es un espectáculo que tiene algo liberador, y fortalecedor.

Una habitación propia, ¿provocó cambios en ti?

En la práctica, profesionalmente, al interpretarla y producirla, pues lo cierto es que me ha dado más independencia creativa. Esa independencia de la que habla el propio discurso. Como actriz, hay un antes y un después. Nunca me había enfrentado a un texto tan difícil ni tan poderoso.

Cuéntanos cómo tomaste la decisión de ser actriz y si has tenido que superar obstáculos en tu carrera.

Llegué al mundo de la interpretación a través de la música. Mi vocación era la música. Pero el teatro estaba en mi familia, y me acabé enredando. También aquí en busca de una independencia, quizás, un poco precoz. Después descubrí la fascinación de meterme en la piel de otras personas.

Obstáculos, ¿dónde no los hay? ¿Dónde no hay precariedad, inseguridad, dificultad? Supongo que se trata de ir superándolos. Y si es con un poco de sentido del humor, mejor.

Como actriz, hay un antes y un después. Nunca me había enfrentado a un texto tan difícil ni tan poderoso.

¿Quiénes son las mujeres que te inspiran y te impulsan?

Muchas. Mi madre la primera, referente vital y profesional. También mi abuela, que hizo lo que pudo, y siempre encontraba algo para morirse de risa, a pesar de todo. Y luego tantas escritoras, además de Woolf, Karen Bilxen, Olafsdottir, Jhumpa Lahiri, Alice Munro, Lispector, Sor Juana Inés de la Cruz, Pardo Bazán, Gornik, y la impresionante Teresa de Jesús, que también tengo la suerte de encarnar en este momento.

Actrices geniales, maestras como Maggie Smith o Meryl Streep. Y esa lista interminable de mujeres anónimas, amigas o desconocidas, que hacen del mundo un lugar más bello, más pacífico, más sensato, más divertido. Sin que esto signifique que yo piense que el género tiene absolutamente nada qué ver con la calidad humana, no lo creo. Al hilo de Woolf, tengamos las mismas oportunidades, alcancemos la igualdad real, y vivamos.

Ping Pong

Una autora: Clarice Lispector.
Un director: Ernst Lubitsch.
Una cantante: Carmen Linares.
Un músico: Bach.
Una comida: una buena pasta italiana.
Un hobby: caminar por el campo.
Una app imprescindible: ¿Una que apague el móvil automáticamente cada tres minutos?
Una mujer contemporánea que admires: Leticia Dolera.
Un lugar al que volverías: la Toscana, Italia.

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