Anabel González y Lo bueno de tener un mal día

Anabel González, psiquiatra y psicoterapeuta, debuta en Editorial Planeta con Lo bueno de tener un mal día, una obra llena de significado, y escrita para el gran público. En ella destaca un lenguaje ameno en el que abundan las metáforas y que hará sentir al lector arropado en el reto de entender y regular sus emociones. Ese es el objetivo fundamental de la obra, ayudarnos con la gestión de nuestras emociones y hacernos más conscientes de las decisiones que tomamos, motivadas en gran medida por nuestro mundo interno emocional.

Como la autora anticipa en el prólogo: “he pasado la mayor parte de mi vida ayudando a personas con problemas, he conocido sus historias vitales y cómo han reaccionado ante ellas. Como psiquiatra siempre me ha interesado el campo de la psicoterapia del trauma, es decir, el camino por el que quienes han sufrido experiencias difíciles consiguen superar estas vivencias y llevar una vida gratificante”. Una de las claves más importantes para estar bien es cómo afrontamos los malos momentos, y qué hacemos después con las consecuencias psicológicas que nos dejan.

Anabel Gonzalez, psiquiatra y psicoterapeuta, debuta en Editorial Planeta con Lo bueno de tener un mal día, una obra llena de significado, y escrita para el gran público.

Tras muchos años de consulta, la doctora Anabel Gonzalez nos brinda esta pequeña guía de supervivencia emocional que nos ayudará a gestionar mejor nuestras emociones y a aprender a convivir con los malos momentos, porque la clave para sentirnos a gusto con nosotros mismos y con nuestra vida está precisamente en saber llevar bien los días malos.

Lo bueno de tener un mal salió a la venta en papel en febrero de 2020 y a partir del 26 de marzo está también disponible en ebook con el posfacio titulado “Un manual de supervivencia emocional para el Covid-19”.

Algunas de las claves que la psiquiatra recoge en este manual

No nos abandonemos. Ante muchos días sin actividad programada hemos de introducir orden. El autoabandono aumentaría la sensación de malestar, mientras que la organización y el cuidado de uno mismo, la contrarrestan. Podemos salir de esta etapa reforzados si tomamos la decisión de aprovecharla para hacer un cambio de tendencia.

No nos machaquemos. Nuestros pensamientos pueden funcionar como caja de resonancia o como amortiguador de nuestra angustia o nuestra desesperación. Hagamos que jueguen a nuestro favor. Si lo que nos decimos nos hace mal, cambiémoslo por lo que nos ayuda. Digámonos lo que le diríamos a nuestro mejor amigo.

Hagamos algo. Necesitamos abrir las ventanas para ventilar las casas, y necesitamos notar lo que sentimos para que se ventilen también nuestras emociones. Aprovechemos para poner orden en la casa, leer esos libros que nunca teníamos tiempo de leer o hacer cosas de nuestra lista de “temas pendientes”… Compensaremos el caos con una sensación de eficacia personal y, de paso, sacaremos algo productivo.

Conectémonos. Estar aislados no nos obliga a estar solos, la era digital nos permite un gran nivel de conexión virtual, así la gente se reúne online, canta en las ventanas…

Démonos una oportunidad. Lo que está pasando puede hacernos valorar cosas que antes no teníamos en cuenta o poner en segundo plano otras que creíamos esenciales.

Cuidemos de los niños. Del mismo modo que a nosotros nos ha alterado nuestra vida, a ellos también. Corremos el riesgo de centrarnos en entretenerlos y que estén bien saltándonos el paso de que nos cuenten cómo se sienten y ventilen ellos también sus emociones.

Anabel González también da indicaciones para la regulación emocional. 

Paso uno: hemos de tener claro que nos interesa cambiar, porque cambiar el modo de regular nuestras emociones es un proceso. Para ello, debemos querer hacerlo, plantearnos objetivos realistas, desmontar lo que no funciona, tener una hoja de ruta, mirar con comprensión las dificultades que el camino trae consigo. También es preciso mantener la motivación para el cambio a lo largo de todo el trayecto y elegir el momento para centrarnos en este trabajo.

Paso dos: tener un objetivo realista. Se trata de recuperar el equilibrio, pero ¿qué significa esto? Recordemos que el organismo humano está diseñado para volver siempre a la estabilidad. La regulación de las emociones tiene mucho que ver con el equilibrio tanto psicológico como en las relaciones con los demás. Sin embargo, este equilibrio no es estático sino dinámico, no se trata de permanecer siempre igual, sino de que las emociones evolucionen con lo que sucede. Estar bien a nivel emocional no implica vivir en un nirvana donde nada nos afecte y nuestras emociones no varíen.

El objetivo de la obra es ayudarnos con la gestión de nuestras emociones y hacernos más conscientes de las decisiones que tomamos.

Paso tres: desmontar los mecanismos que no funcionan. Recuperar el equilibrio no implica hacer un montón de cosas para mantener las emociones en su sitio, sino sobre todo aprender a dejar de hacer lo que no funciona y volver a confiar en ellas.

Paso cuatro: plantearnos un proceso de cambio productivo. A veces gastamos mucha energía tratando de controlar, evitar o suprimir nuestras emociones, y es energía desperdiciada. Para poder hacer algo de modo intencional con un estado emocional, debemos ser conscientes de que está ahí, mirar para adentro y explorar nuestro interior. Después hemos de permitirnos sentir, sea lo que sea lo que notemos y sea cual sea su intensidad y persistencia, y escuchar lo que nos dicen nuestras emociones.

Paso cinco: entender las dificultades que este cambio supone. Este proceso de cambio es factible, pero en ocasiones nos resultará difícil. Aquí será importantísimo mirarnos con comprensión. Encontrarnos con estas dificultades no ha de llevarnos a abandonar nuestros intentos de cambio. Cuando aparezcan, debemos verlas como una oportunidad de aprender algo importante sobre nuestro funcionamiento. Sobre esa base podremos ir diseñando mejor nuestros futuros ensayos. Si nos miramos con comprensión, nos ayudaremos a ir superando estos problemas y también a tener una expectativa realista de cómo conseguir el cambio.

Paso seis: mantener el rumbo el tiempo suficiente. El trabajo es mayor siempre en las primeras etapas. Cuanto más se vaya estableciendo una regulación sana, menos atención tendremos que dedicarle, ya que empezará a funcionar por sí misma, de modo espontáneo e intuitivo. Pero, al principio, quizás tengamos que desmontar todo el mecanismo y esparcir las piececitas sobre la mesa para entender cómo se ensamblan y evaluar cada parte del sistema. Necesitaremos paciencia, pero es un proceso que vale la pena, afirma la autora.

Anabel González y Lo bueno de tener un mal día

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