Hace unos días vi -en ese magma de información que ya no sabemos de dónde viene- a un hombre que hablaba con un niño. El pequeño lo interpelaba en cuanto a sus sueños y en la idea de ser su mejor versión. El niño era él mismo cuando todavía creía que lo que soñaba se convertiría en realidad.
Nuestros sueños son únicos y personales porque están teñidos de quienes somos. El tema es ¿en qué momento damos por hecho que es difícil que se cumplan? ¿Cuándo nuestras metas y aspiraciones se colocan en el oscuro desván de nuestros corazones y dejamos de contarlo?
¿En qué momento damos por hecho que es difícil que nuestros sueños se cumplan?
Una directiva que buscaba abandonar su actual empresa, me pidió ayuda para enfocarla en una búsqueda estratégica. En una de nuestras conversaciones, me dijo: «Hace unos años lo tenía clarísimo, pero ahora siento que cuanto más me acerco a la urgencia de alcanzar ese sitio ansiado, en lugar de apostar por mis certezas, empiezo a perder el norte».
Le hice muchas preguntas ensanchando primero la carretera que se imaginaba y luego estrechándola con un foco mucho más preciso, en base a sus respuestas. Le algo que le sucede a muchas personas: al llegar a cierto momento, con una amplia trayectoria, en lugar de utilizar a favor todo lo aprendido, sienten que sus certezas tambalean.
En ese camino, es habitual que cobren peso las presiones externas y que las prisas nos convenzan de que ya llegará un mejor momento para detenernos a pensar qué es lo que realmente queremos.
Supe que ese era el momento para hacer la pregunta. «¿Qué querías ser de mayor?», disparé. Bajó la cabeza unos segundos y, cuando la levantó, tenía los ojos brillantes, más húmedos, pero también desafiantes. “Quería ser lo que soy hoy, pero en una versión mucho más confortable y divertida, más fresca, más franca, más yo”.
Yo soy muy práctica y estratégica a la hora de analizar escenarios, de proyectar deseos, de establecer plazos y de traducir habilidades y deseos para acelerar los tiempos y trazar una ruta viable. Pero, sobre todo, para identificar el momento en el que algo comienza a hacer ruido y aparece la pregunta: ¿Es por aquí? ¿Es de esta manera?
“Quería ser lo que soy hoy, pero en una versión mucho más confortable y divertida, más fresca, más franca, más yo”
Y a pesar de mi pragmatismo en los procesos y las herramientas, sé que el cuestionamiento y la incomodidad, es el llamado que inicia otro camino: el de reconectarnos con nuestra voz interior, una invitación a explorar nuestros verdaderos deseos.
Descubrir lo que realmente queremos puede ser desafiante, y lo que debemos evitar son los patrones de pensamiento que tenemos y ponen piedras a nuestros más sinceros deseos.
Patrones a evitar
- Pensar que ya pasó demasiado tiempo y que las circunstancias son otras, por lo cual tus deseos tienen pocas posibilidades de cumplirse.
- Los «debería» son una losa que lo único que logra es que aparquemos aquello que soñamos y que nos desconecta de nuestra energía para lograrlo.
- Lo que los demás esperan horada lentamente, sin que apenas lo percibamos, aquello que construimos y se parece mucho más a lo que sentimos que es nuestra meta.
¿Cómo harás para cumplir tus sueños en 2025?
Cuando encuentro a mujeres que ven con ansiedad y temor acercarse al momento de jubilación (que proviene del latín «jubilare» que significa gritar de alegría), y me preguntan «¿y ahora qué hago?», mi respuesta es: “¡Todo!”.
Todo -lo que realmente queremos- debería ser nuestro norte, estemos o no formalmente en activo. Y entre las múltiples alarmas que suenan una y otra vez en nuestras apps y lo interrumpen todo, deberíamos pautar un recordatorio con el nombre de nuestros sueños.

¿Estamos permitiéndonos soñar en grande o restringimos nuestros deseos a lo que creemos posible y la realidad nos permite? La imaginación y la libertad de considerar lo que realmente nos impulsa, son esenciales para descubrir nuestros verdaderos deseos. Y la chance de que los tomemos por las astas y los convirtamos en prioridad.
Esta fue una de las razones por las cuales creé el “Programa Aceleradora”. Lo he contado más de una vez, pero vuelvo a recordarlo: estaba en una cafetería en Oleiros -maravilloso pueblito gallego frente a La Coruña- mirando el mar con un escenario abierto y disfrutando del #momentocafé- uno de los mejores de cada día, cuando leí una noticia sobre las aceleradoras de startups.
¿Estamos permitiéndonos soñar en grande o restringimos nuestros deseos a lo que creemos posible y la realidad nos permite?
Cogí una servilleta, elegí un color vivo de mi boli de cuatro colores y abrí un signo de interrogación: ¿Y si en lugar de acelerar startups yo acelerara mujeres? Lo hice, porque muchas veces pensé que fue a mis 45 años cuando sentí que estaba en mi máximo potencial con las certezas necesarias para poner en marcha todas mis ideas y mis sueños. ¿Por qué no ayudaba a las mujeres a tener esas certezas y ponerse en marcha mucho antes?
Hace ocho meses relanzamos el club de Mujeresycia, que decidimos tuviera nombre propio: Paraíso Social Club y el espíritu de las «afinidades electivas» de las que hablaba Goethe. Haciendo orden en mis papeles encontré una imagen con un panal en el que decía «futuro club». ¡Era de 2009!
El próximo 20 de marzo, imparto el taller «Liderazgo de impacto» en Barcelona, y vuelvo a convocar a las mujeres que quieran dar un salto en sus objetivos, incorporando un adelanto del Proceso PAR (Prestigio, Autoridad, Reputación).
Siempre es tiempo de poner en marcha los sueños, y de decidir qué queremos ser de mayores. Ahora mismo, que tenemos una esperanza de vida que duplica la de nuestras abuelas, tenemos el compromiso y la responsabilidad de decidir qué queremos -ser y hacer- en el tiempo que nos quede por vivir. ¡Buen 2025!