En “Yo, vieja”, el último libro de la escritora feminista Anna Freixas, se habla de la libertad, del derecho que tienen las mujeres mayores a tenerla, como un principio fundamental que va de la mano de la justicia y la dignidad.
Aquí, la autora, ofrece apuntes de supervivencia pensados para la nueva generación de mujeres mayores que van estrenando libertades, para las que mantienen su dignidad y las ancianas que son capaces de escudriñar la vida y las relaciones cotidianas con perseverancia y agudeza.
“No es la vejez lo que nos amenaza, son nuestras ideas, nuestras conductas y sobre todo nuestra disposición interior a la obediencia y el conformismo las que nos precipitan a ella”, expresa Freixas en el comienzo de este libro, editado por Capitán Swing y con prólogo de Manuela Carmena.
“No es la vejez lo que nos amenaza, son nuestras ideas, nuestras conductas y sobre todo nuestra disposición interior a la obediencia y el conformismo las que nos precipitan a ella”, expresa Freixas en el comienzo de este libro.
Derribar los estigmas de la ancianidad
Freixas trata de visibilizar determinados factores que consolidan los estereotipos que la sociedad tiene sobre las viejas, como le gusta decir a ella. En este sentido, intenta alejarse del relato que otorga una connotación negativa a temas como la menopausia o la jubilación y, por ende, cambiar la mirada sobre temas como la sexualidad, el hábitat o el edadismo para plantear modos de vida diversos que van más allá del relato único que sitúa a la mujer mayor como “víctima de un destino”.
La publicación, también hace referencia al uso de productos antiedad para alcanzar ese ideal de belleza y juventud que la sociedad impone a las mujeres, y se rebela frente a eso diciendo: “No queremos aparecer como viejas excéntricas”, sino que afirma que lo que desea es la comodidad y la libertad sin tratar de llegar a lo inalcanzable.
Freixas trata de visibilizar determinados factores que consolidan los estereotipos que la sociedad tiene sobre las viejas, como le gusta decir a ella.
A su vez, se ocupa de la violencia sutil que se ejerce sobre las mujeres mayores con algunos usos del lenguaje y ciertas formas de dirigirse a ellas. Expresiones tales como “suba la manita, deme las gafitas” infantilizan la vejez, sin dejar de lado el uso de la palabra “abuela” para nombrarlas, independientemente de si tienen nietos o no. Según Freixas, esta es otra muestra de maltrato que borra “de un plumazo su posible trayectoria e identidad profesional, intelectual, política, ciudadana”.
Las tareas de cuidado no quedan exentas del debate que propone el libro. En una entrevista concedida a La Voz de Galicia, Fleixas sentó su postura: “Hay que diferenciar entre trabajo puntual y sistemático. Si tú puntualmente recoges a tus nietos en el colegio, vale. Pero si los cuidas siempre y te conviertes en la persona que ejerce un trabajo, que si tú no estuvieras tendrían que pagarlo, tus hijos te deberían pagar por ello. Es una trampa de amor. Se supone que por amor hago un trabajo y no lo cobro. Mientras lo hago, perpetúo el modelo de la dependencia afectiva y económica”.
Freixas se ocupa de la violencia sutil que se ejerce sobre las mujeres mayores con algunos usos del lenguaje y ciertas formas de dirigirse a ellas.
Reflexionar sobre el lugar de la vejez en la sociedad
“Yo, vieja” invita a pensar y también a divertirse encontrando un surtido de pequeñas cosas que en esa etapa de la vida pueden hacerla más amarga o más fácil. Al mismo tiempo, se propone como una especie de foco para iluminar situaciones de la vida cotidiana que por considerarse normales no se les da la importancia que merecen y, paradójicamente, es ahí donde aparece el grueso de la discriminación y el rechazo social hacia las personas mayores, únicamente por el hecho de serlo.
Además, pretende ser un canto a la libertad y al desparpajo, a la vejez confortable y afirmativa, con la pretensión de alcanzar una vida mayor elegante, relajada y firme.
Sobre la autora
Anna Freixas es escritora feminista y profesora de universidad jubilada. Barcelonesa afincada en Córdoba, se licenció y doctoró en Psicología en la Universidad de Barcelona. Entre 1994 y 2001 creó y dirigió el Aula de Estudios de las Mujeres, transformada luego en la Cátedra Leonor de Guzmán. Sus líneas de investigación han versado sobre el envejecimiento de las mujeres, coeducación y feminismo, y la evolución de la investigación y docencia en Psicología desde una perspectiva de género. También ha tenido aportaciones pioneras para el desarrollo de la gerontología feminista en España. Ha recibido diversos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera.