Reinventar la parentalidad

Los arreglos familiares característicos del capitalismo moderno ya no resultan adecuados para las condiciones de vida de la Post Modernidad. Los varones no cumplen con su tradicional rol de proveedores económicos exclusivos y las mujeres tienden, de modo creciente, a incorporarse al mercado laboral.

Esto sucede porque el nivel de lo que se consideran “necesidades básicas” se ha elevado, y más hogares requieren de dos proveedores. A eso se agrega la comprensión acerca de la relación que existe entre dinero y poder: las mujeres reclaman su cuota de poder al interior de la pareja conyugal, y como se sabe, deben pagar por él. No existe autonomía psíquica y social si no se sustenta sobre la base de una autonomía económica, que es condición necesaria aunque no suficiente para la paridad entre los géneros.

A pesar de los cambios sociales, los niños siguen naciendo en un estado tal de inmadurez, que requiere cuidados constantes por parte de un pequeño grupo estable de adultos. ¿Cómo armonizar entonces las crecientes demandas de autonomía por parte de las mujeres con las constantes necesidades de los niños inmaduros?

Las formas de ejercer la parentalidad deben cambiar
, en el sentido de compartir las responsabilidades por la crianza. Si bien las madres y los padres no son intercambiables, los varones pueden desempeñar muchas funciones de cuidado de los niños pequeños, que hagan posible el desarrollo laboral de sus compañeras.
Es más, se ha estudiado que la relación cotidiana con el padre resulta beneficiosa para el desarrollo de varones y niñas, aunque de modos y por motivos diferentes.

Por lo tanto, los proyectos legislativos que promueven el apoyo al ejercicio de la parentalidad, ya sea por parte de los padres varones o de las parejas adoptantes, no hacen más que sumarse a la tendencia contemporánea que valoriza los cuidados brindados a los niños más allá de que exista o no un lazo biológico con los mismos. Estas iniciativas superan también la arraigada tradición que asigna la crianza a las mujeres de modo exclusivo.

Una vez superada la fascinación por el consumo, el cultivo de la salud mental de las generaciones futuras es una prioridad de las políticas públicas. Los cuidados provistos por padres y madres constituyen el mejor aporte para contar con generaciones jóvenes saludables y productivas.

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