Día del Gato: Mujeres que encontraron inspiración en sus felinos

No están en los créditos ni figuran en las biografías oficiales, pero allí estuvieron: en el regazo, sobre el escritorio, entre las páginas aún tibias de una novela recién impresa. Los gatos han sido cómplices silenciosos —y a veces ruidosos— de muchas mujeres que crearon mundos desde la soledad, la intuición o la rabia. En ese vínculo íntimo, hecho de miradas cómplices y silencios compartidos, hay una clave sobre la libertad, el deseo y el poder de las mujeres que escriben, pintan, piensan.

El estereotipo de la mujer con gato ha sido tantas veces ridiculizado que olvidamos su profundidad. Lejos de la caricatura de la “loca de los gatos”, hay en ese vínculo algo que resiste: una forma de compañía no invasiva, un diálogo sin palabras, una afinidad entre seres que valoran la independencia y desconfían del sometimiento.

Entre libros, óleo y maullidos

La escritora Doris Lessing, Premio Nobel de Literatura, les dedicó un libro entero: Particularmente gatos. Lo escribió desde la certeza de que ningún ser humano había sido tan fascinante como sus felinos. Lessing no solo convivía con gatos: escribía para ellos, con ellos, a pesar de ellos. Su casa, según contaba, era un ecosistema donde las historias fluían entre patas suaves y ronroneos estratégicos.

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La mexicana Frida Kahlo, retratada muchas veces con monos y perros, también incluyó gatos en su universo pictórico. En su autorretrato con espinas y colibrí, un gato negro aparece a la izquierda, acechando. No es un adorno: es símbolo. Representa la sombra, la intuición, lo que se escapa al control.

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Más contemporánea, la poeta y performer Patti Smith suele mencionar a sus gatos como parte de su cotidianeidad creativa. En Just Kids, su aclamado libro de memorias, narra cómo compartía su pequeño apartamento neoyorquino con Robert Mapplethorpe y un gato que los observaba con la misma mezcla de desdén y ternura que el mundo aún no les ofrecía.

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Y está también Colette, la autora francesa que, antes de ser reconocida como escritora, fue actriz de vodevil, crítica social y defensora del derecho al placer femenino. Su amor por los gatos era proverbial. Les dedicó textos enteros, los convirtió en personajes, y una vez dijo: «Mi gata no se queda en casa por mí. Se queda porque sabe que me pertenece».

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El poder de los vínculos no utilitarios

¿Por qué tantas mujeres creativas han encontrado en los gatos una compañía ideal? Tal vez porque los gatos, al igual que la inspiración, no responden a órdenes. Porque aparecen cuando quieren, se marchan sin pedir permiso, y regresan cuando una ya ha aprendido a estar sola. No reclaman, no siguen estructuras, no fingen afecto.

El vínculo con un gato no se basa en la utilidad ni en la dependencia, sino en el respeto. Algo que muchas mujeres han tenido que conquistar también en sus relaciones personales, profesionales y artísticas.

En los espacios creativos —a menudo solitarios, exigentes, contradictorios— los gatos han funcionado como ancla, espejo, excusa o compañía. Son quienes interrumpen el párrafo perfecto con una patita sobre el teclado. Quienes exigen presencia cuando el cuerpo se ha perdido en la cabeza. Quienes recuerdan que el mundo no termina en la pantalla ni en la hoja en blanco.

Más que mascotas, metáforas

Quizás por todo esto, el gato también se ha convertido en símbolo. En la cultura pop, en la moda, en el arte, en la poesía. Representa lo femenino en su versión más incómoda para el poder: la que no obedece. La que aparece cuando nadie la llama. La que se va sin decir adiós.

En ese espejo se han mirado muchas mujeres que crearon. Y al hacerlo, han devuelto al mundo otra mirada: una que no necesita pedir permiso, ni excusas, ni explicaciones. Una que, como los gatos, sabe que el mundo también se conquista desde la sombra, el silencio o el borde del tejado.

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