¿Qué es lo que quieres? ¿Te lo preguntas con la suficiente frecuencia? ¿Eres consciente de la alegría que causa el hacer lo que uno honestamente quiere? Respuestas que suelen disparar decisiones que afectan nuestra vida y la de quienes nos rodean. Respuestas que movilizan más de lo que parece y que detienen el cotidiano para una higiénica reflexión que, a su vez, lo enriquece.
Autoestima y creencias
No sé si por cuestiones generacionales o personales, más de una vez tuve que relegar lo que quería para atender algo que no quería tanto. Y estoy segura de que esta situación fue vivida por miles de mujeres. Algunas veces, fue debido a cierta neurosis que jugó a favor de la auto postergación, otro de los disfraces de la desvalorización. La autoestima y las creencias estigmatizantes: esos caminos que las mujeres seguimos recorriendo para lograr equidad y equilibrio ¿Con cuánto derecho a “hacer lo que quiero” hemos vivido?
Y la alegría, hermana del humor, es un valor que celebro, en mí, en los otros, en todos los ámbitos, cotidianamente. No se la valora con la seriedad que merece.
Sutiles pero fuertes, los condicionamientos estuvieron allí. De un modo no consciente, el alto status de los estudios universitarios, la desvalorización del arte como profesión, la necesidad de construir una familia y la importancia de lograr un futuro mejor crearon las señales marcando caminos. Sin embargo, en mi caso, no puedo afirmar que no hice lo que quise la mayoría de las veces.
El peso del diálogo
El diálogo entre el interior y las circunstancias, determinando las acciones, tuvo peso en cada etapa de la vida. Diálogo que, por cierto, no escapa a la subjetividad. Tampoco a los condicionamientos de las circunstancias. A veces siento claustrofobia por esto de la subjetividad. Entonces me pregunto qué haría o qué diría otro frente a determinada situación. Aprender a escuchar los puntos de vista de los otros. Y, dentro de lo posible, de aquellos de quienes no conocemos de antemano la respuesta. Una trampa que solía hacerme es que no siempre busqué las opiniones que no conocía.
Así las cosas, la pregunta ha movilizado una serie de respuestas. Tengo bastante claro lo que no quiero, que no es poco. Y también sé algunas cosas de mí: soy una idealista romántica y apunto alto en los objetivos sociales. Apoyo muchas causas: una mujer en cada mesa de decisión, un mundo sin pobreza ni discriminación, paisajes limpios, educación acorde a los tiempos que corren, trabajo digno y creativo para los adultos y ¡Quiero que el mundo se maneje por consensos! Si, objetivos ambiciosos.
Y también quiero leer y escribir
Y también quiero vivir tranquila, quiero poder sentarme a escribir. Estoy segura de tener algo que decir. Sueño unas vacaciones sola, con una pila de novelas que aún no he leído. A Siri Hustvedt le dieron el Premio Princesa de Asturias y acabo de enterarme que “Recuerdos del Futuro” ya se publicó en España… y yo no la tengo aún. Y eso que es una de mis escritoras favoritas. Creo que el leer y el escribir son dos caras de una misma moneda.
Por eso hoy asumo una respuesta simple a la pregunta por mi deseo. La de hoy: caminar por el parque que más me gusta dialogando conmigo misma. Y luego, terminar de leer la novela “Tríptico del desamparo” de Pablo Di Marco que me trajeron desde Argentina por pedido expreso. Además, la recomiendo. Pablo es un escritor que deja huella. Es probable que publique mi opinión de su novela y una foto de la tapa en las redes.
Respuestas y alegría
Tengo respuestas a la pregunta acerca de lo que quiero. Y tengo años suficientes como para saber que esas respuestas han ido cambiando y lo seguirán haciendo. Cambiando como yo cambio, como cambia el mundo. “Lo único permanente es el cambio” dice el Libro de las Mutaciones. Importan tanto las respuestas como el trabajo que realizo para que sean parte de mi realidad. Esa intención asegura mi alegría. Y la alegría, hermana del humor, es un valor que celebro, en mí, en los otros, en todos los ámbitos, cotidianamente. No se la valora con la seriedad que merece.
Incluiré un ejercicio más a la rutina de mis diálogos internos: la pregunta por aquello que me da alegría. La pregunta por lo que quiero. Lo recomiendo: es más profundo y complejo de lo que parece.
Cuadro: Mujeres Conversando Francisco de Goya