Todo ello, sin tener en cuenta que, según las estadísticas, el éxito referido a la finalización de los estudios ha ido inclinando en los últimos años a favor de las féminas. Quiere decirse entonces que las mujeres constituyen la fuente de transmisión de talento más importante para las empresas. Si bien, otra cuestión es si ese talento es aprovechado en toda su extensión, y si las condiciones laborales que ofrece el mercado a las mujeres, al igual que las oportunidades de carrera, son homologables a las de los hombres. En este terreno también han hablado las encuestas y lo que parecen decirnos es que todavía hoy se mantiene un cierto gap adverso para las mujeres.
En el ámbito financiero, la mujer disfruta cada día de una mayor representación, sobre todo en los niveles técnicos. No obstante, como ocurre con el conjunto de las empresas españolas, su presencia continúa siendo minoritaria en los órganos de Gobierno. Por lo que respecta al ámbito financiero, quizás el que mejor conozca por llevar trabajando en él algunos años, he de decir que la mujer disfruta cada día de una mayor representación, sobre todo en los niveles técnicos. No obstante, como ocurre con el conjunto de las empresas españolas, su presencia continúa siendo minoritaria en los órganos de Gobierno. Y ya sé que, precisamente en España, dos de las máximas ejecutivas de entidades bancarias son mujeres. Pero estamos, como tantas otras veces, ante la excepción que confirma la regla. Es cierto que, en este plano de representación y gestión al más alto nivel, los Gobiernos y las normas están ayudando a que la mujer acceda a los más altos estadios de la pirámide, pero el ascenso está siendo lento y todavía hay muchísimo camino por recorrer.
Cuando se analiza el porqué de los techos de cristal que padecen las mujeres en el sector de la banca, siempre aparece la cuestión de los largos horarios, la presión para el logro de resultados y las limitaciones a la hora de conciliar la constante formación técnica, con cursos de especialización y de posgrado, con la vida familiar. Se trata, en la mayoría de los casos, de limitaciones que nos vienen impuestas desde fuera, porque la realidad, como he señalado más arriba, es que las mujeres, por derecho propio, pero sobre todo por esfuerzo, nos hemos ganado ese alto grado de formación que los estudios ponderan y, por consiguiente, una presencia importante y en aumento dentro de aquellas ocupaciones para las que se requiere un elevado nivel de conocimiento y competencia técnica. También hay análisis que resaltan las innatas dotes de la mujer para la toma de decisiones, en la medida en que éstas se basan en una aproximación más empática y reflexiva hacia la realidad. Pero ésta es otra cuestión.
En este reto de normalización de la presencia femenina en las empresas financieras, estoy convencida de que esta vez nos van a ayudar las nuevas tecnologías, unas herramientas que, si algo nuevo aportan, es eficiencia en todos los procesos y a todos los niveles, y que, por la misma razón, ponen en un segundo plano aspectos hasta ahora tan tradicionales como el presencialismo en las oficinas o las relaciones públicas de pasillo. La tecnología permite medir el desempeño y tasar con exactitud la proximidad o lejanía que se ha quedado uno de la meta, y eso beneficia a los buenos profesionales, sean mujeres u hombres.
En un momento en el que las grandes marcas sufren por una insuficiente o imperfecta adaptación al cambio, esta vez representado por un cliente convertido en absoluto soberano del mercado, lo que se precisa es visión, proximidad empática con el usuario y capacidad de escucha. Una orientación que entendemos perfectamente las mujeres y para la que contamos con el aliado de la tecnología. Ese nuevo entorno que denominamos fintech está cambiando ya el modo de trabajar de las mujeres en finanzas . Y la banca tradicional debería ir tomando nota.
*Elena Busquiel es Directora de Desarrollo Corporativo de Ebury, entidad de servicios financieros especializada en transacciones internacionales y orientada al sector pyme.
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