¿Se puede ser infiel por el pensamiento?

La cabeza es una y el cuerpo es otro. Y la verdadera infidelidad es obviamente con este último. Si no todos seríamos infieles. ¿Cuántas veces al día miran a un extraño, a un colega, al marido de una pariente o a un amigo, con otros ojos? Tantas veces que ni siquiera lo recuerdan. ¿Y eso acaso los hace ser infieles?

Recreos mentales

Más bien creo que ese tipo de "pensamientos" son sólo pequeños "recreitos mentales" para hacer más pasadera la vida. Al menos eso le decía a mi amiga Sarita, que es tan pechoña que vive buscando el pecado en todo. Y es que ella es así. Incluso cuando íbamos al colegio era igual. Aún la recuerdo. Aún recuerdo cómo se tapaba los ojos, cuando aparecían aquellos besos terribles en las telenovelas mexicanas. Y de pasadita también me los tapaba a mí, según ella para "protegerme" de la gran tragedia de caer en lo mismo. Y eso que yo vivía repitiéndole que sí quería caer en lo mismo… Increíble. Pero más increíble fue que luego creció, se casó y siguió idéntica. Con la misma mentalidad, calcadita de las mojigatas no consagradas y buenas para la autoflagelación. Eso hasta que le llegó su hora. Las vueltas de la vida la obligaron a recibir una gran lección.

Ese tipo de "pensamientos" son sólo pequeños "recreitos mentales" para hacer más pasadera la vida.  De hecho fue tan grande que terremoteó su vida. Se vio a sí misma en una mañana de agosto, sentada en su pequeño escritorio, con un café en una mano y un lápiz en la otra, mirándole nada menos que el trasero a un compañero de oficina. Y tan evidente fue que hasta la propia secretaria se dio cuenta. Le levantó una ceja y le dijo "Sarita, basta". Y la pobre Sarita se convirtió en menos de dos segundos en un rojísimo tomate. Pero lo peor de todo no fue eso; ella no sólo se había limitado a mirar, sino también a imaginar. Generó una cantidad infinita de pensamientos impresionantemente impuros que hasta el día de hoy la atormentan. Imagínense que hasta se figuró que el bendito trasero de su colega era de mazapán y que ella se lo comía a mascadas. Insólito. Pero eso no tendría nada de malo si se tratara de cualquier persona, menos de la pobre Sarita.

Porque ella de verdad piensa que cuando una casada está prácticamente muerta. Pero yo pienso todo lo contrario. Creo que la mente de una es tan propia que tiene toda la libertad del mundo para llenarla con cualquier pensamiento, puro o impuro. Creo, por ejemplo, que cuando una va caminando por la calle tiene todo el derecho a imaginarse toda clase de historias con los chicos guapos que aparecen por allí.

Hombres sin defectos… e irreales

Sin ir más lejos, el otro día no más le pasó a una amiga, que divisó a uno en el Metro y, no obstante estar re-enamorada de su marido, igual se lo inventó en dos segundos en un escenario ideal. Lo imaginó sentado con ella en un restaurante de Brasil, en medio de la playa, comiendo camarones, tomando caipiriña, y repitiéndole una y otra vez lo bonita que era. Y eso que ella no es nada de bonita (es más bien feíta y se ve pésimo en traje de baño). Porque la gracia de ser infiel por pensamiento es justamente esa, que uno tiene todo el poder para inventarse la realidad muchísimo más perfecta de lo que en verdad es. En la cabeza de una, por ejemplo, los hombres jamás tienen defectos.

Son como pequeños alienígenas creados y recreados para hacernos felices. Jamás huelen a pie de atleta, ni se tiran peos fétidos, ni comen con la boca abierta, ni cuentan chistes fomes esperando que uno se ría, ni menos aún le recalcan a una que habla mucho y dice poco.

Allí, en esa dimensión, ellos son sencillamente irreales. Tan irreales como nuestra infidelidad. Tan irreales como la cantidad infinita de veces en que mentalmente le hemos sido infieles a nuestras parejas con los actores más perfectos del cine. ¿O acaso ustedes se figuran que eso también es traición? No sé, a veces el mundo se me aparece como algo demasiado grande para cerrar los ojos. Por lo mismo creo que no se pierde nada con mirar y seguir mirando, por siempre.

*Leo Marcazzolo (1974), joven autora chilena -nacida en Perú- autora de Papá y Mamá, publicada en Chile por Mondadori.

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