Motivarse, ¿nace dentro o se impulsa desde fuera?

Cuando tenemos un buen día donde el sol brilla, las tareas salen rápida y fácilmente, somos productivos y felices, parece que no hace falta nada más que pensar en lo que queremos hacer para conseguir la meta. Sin embargo, cuando en vez de alegría nos acompaña la tristeza y tenemos un tropiezo tras otro que impide que logremos lo que nos proponemos, parece que el universo se confabulara para fastidiarnos y poner a prueba la paciencia y sobre todo el empeño que tenemos en el logro de los objetivos que nos hemos propuesto.

En estos casos, cuando el ánimo escasea y hace falta más que pensar en ello para querer lanzarnos al mundo a luchar por lo que queremos, es cuando nos preguntamos de dónde proviene la motivación que nos da el empuje de ir hacia adelante cada día pese a las adversidades.

Cuando el ánimo escasea y hace falta más que pensar en ello para querer lanzarnos al mundo a luchar por lo que queremos, es cuando nos preguntamos de dónde proviene la motivación que nos da el empuje de ir hacia adelante.¿Cuál es el peso real de un buen maestro cuando enseña, y el de un buen alumno cuando aprende?, ¿En qué proporción es necesario tener ganas de lograr algo para que realmente consigas el camino y alcanzarlo?, ¿o será que acaso todo depende de un delicado equilibrio entre la fuerza interior de la persona y el entorno que la envuelve e impulsa a ir adelante cada día?. De ser la última afirmación la más acertada, ¿quiere decir entonces que todos somos capaces de lograr grandes retos, o solo lo consiguen aquellos mejor dotados física o intelectualmente que les ofrece la ventaja necesaria para sobresalir y llegar a la cima?.

El misterio sobre el nacimiento de la motivación es tan variable como definiciones podamos encontrar, ya que se centra principalmente en la capacidad que tiene cada persona de mirar, vivir y aprender de sí mismo y del mundo que lo rodea; transformar experiencias negativas en aprendizajes para el futuro, y encontrar en cada evento la razón y responsabilidad sobre lo ocurrido. Esto ayudará sin duda alguna a prepararse para el futuro y tener mejores posibilidades en la próxima ocasión.

Siendo así, parece que la motivación está indivisiblemente ligada al optimismo y a la necesidad de encontrar caminos y luchar por recorrerlos, aunque se consigan tropiezos y barreras, la vida no es más que la lucha por sobrevivir cada día disfrutando y aprendiendo en el intento.

*Nairoby Guzman es MBA en Biotecnología

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