Masculino y femenino: Paradojas

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Entre la multitud de conferencias, ponencias y discursos que escuchamos a lo largo de nuestra vida, hay un matiz que hace que algunas me resulten especialmente brillantes y perduren en mi recuerdo. Si han sabido llamar mi atención con ideas novedosas que inducen a la reflexión y transmitirme conceptos antes ignorados, que perduran en la mente y son de aplicación en el futuro. Y eso con independencia de unas mínimas dotes de oratoria, que deberían suponerse en cualquiera que se atreve a expresarse ante un auditorio.

He de reconocer que son poc@s l@s ponentes que me han dejado huella, pero de entre ell@s recuerdo a una mujer que hablaba de cómo los Estados o las Sociedades podían dividirse entre masculinas y femeninas. Y no, no se refería a que el machismo o el feminismo predominasen, sino a como en unas predominaban  valores que se consideran característicos de la mujer, frente a otras en las que sobresalían otros más relacionados con el hombre.

De acuerdo a lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que la crisis nos está llevando a una “masculinización” de las sociedades a través de la destrucción del Estado de Bienestar, con progresivos recortes sociales, pérdida de derechos y precariedad creciente.Sociedad femenina vs sociedad masculina
Decía que las sociedades femeninas se organizaban en Estados cuyas bases eran la protección de sus miembros, el apoyo a los desfavorecidos, la igualdad; en suma, lo que puede asimilarse en términos actuales al Estado de Bienestar. Por el contrario, en las masculinas predominaba la competitividad, la consecución del beneficio, el binomio éxito/fracaso, las grandes desigualdades. Como ejemplos de uno y otro tipo de sociedades proponía los modelos nórdico y americano, respectivamente.

De acuerdo a lo anterior, podemos llegar a la conclusión de que la crisis nos está llevando a una “masculinización” de las sociedades a través de la destrucción del Estado de Bienestar, con progresivos recortes sociales, pérdida de derechos y precariedad creciente. Y se da la paradoja de que ello está ocurriendo paralelamente a un incremento de la participación femenina en todos los estamentos sociales y empresariales, sin que este hecho sea capaz, al menos de momento, de revertir la tendencia. Parece que la mujer cuando llega a esas posiciones, asume valores y comportamientos de tipo masculino; se produce lo que parece una incongruencia: aunque las mujeres la dirijan, una sociedad puede funcionar como masculina.

Fiel al título de este artículo, quiero pasar revista una vez más a otro concepto, que, por conocerlo bastante bien, cada vez me creo menos. No la teoría, que es intachable, pero sí su materialización práctica; me refiero a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE). Ya he escrito sobre ella anteriormente y puede que mis palabras gusten poco al entorno que vive de ella. Pero como no es mi caso, ello me da libertad para abundar en mi visión.

Sociedad femenina y RSE
Se suele señalar como una de las causas de la crisis la carencia de responsabilidad, de ética, en el mundo empresarial y financiero. Supuestamente era entonces cuando la RSE encontraba su razón de ser y fue rara la compañía que no realizó pública profesión de fe en sus principios; muchas organizaciones establecieron estructuras dedicadas a ella. Desde entonces la RSE ha llenado la boca de Presidentes de Corporaciones, CEOs y directivos de empresas y del mundo financiero. En muchos casos con una mano maniobraban para llenarse los bolsillos y asegurarse retiros millonarios, mientras con la otra aprobaban medidas para reducir plantillas e incrementar la precariedad laboral. Con una gestión “clientelista” y no eficiente, jugando al “Monopoly” con el dinero de los demás, pero eso sí, asegurándose las ganancias, cualquiera que fuese el resultado de la partida. No parece que el ser mujer u hombre haya marcado diferencia alguna en estos comportamientos, pero sí puede decirse que encajan en el modelo masculino, citado antes.

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No parece que el ser mujer u hombre haya marcado diferencia alguna en estos comportamientos, pero sí puede decirse que encajan en el modelo masculino, citado antes. Que no se equivoque quien me lea. No estoy poniendo en duda a la RSE, muy al contrario. Es más, creo que incorpora muchos de los valores típicamente femeninos antes apuntados. Lo que vengo a señalar es que, su realidad, va poco más allá de la palabrería, de la imagen. Los hechos llevan a concluir que la forma de gestionar y el comportamiento de muchas entidades hacia los grupos de interés (“stakeholders” que incluyen clientes, accionistas, empleados, sociedad en general, etc), tienen muy poco que ver con la RSE

¿Nos extraña? No debería. La naturaleza humana tiende a la corrupción, la avaricia no tiene límites. No hace mucho se apostó por la autorregulación de los mercados y ya hemos visto el resultado. En la RSE se ha preferido también esta vía y las consecuencias no son halagüeñas. Son necesarias normas, leyes; son imprescindibles organismos eficaces y dinámicos que vigilen su cumplimiento y sancionen cuando sea necesario. 

Pero hace falta algo más: que los valores femeninos se abran camino. Y nunca como ahora ha habido una oportunidad tan clara para ello. Si la mujer en su progresivo acceso a posiciones de poder sigan llevándolos como bagaje, estará poniendo los pilares para cambiar el mundo.

 

*Sobre Rafael de Sádaba

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