Liz Murray: la homeless que llegó a Harvard

Liz Murray es todo menos una mujer convencional. "No vengo a daros un discurso -le dijo a los estudiantes-, sino a ser útil y compartir con vosotros mi historia. Yo odiaba el colegio, caminé por un camino muy oscuro pero aprendí lecciones que me inspiraron".  Más de ochocientos estudiantes asistieron a la conferencia From homeless to Harvard: Educación en valores: la calidad humana como base de liderazgo, que la escritora pronunció en el Teatro Alcázar de Madrid invitada por la Fundación International Studies.

Habló muy claro y por eso caló hondo en la joven audiencia. Nació y creció en uno de los barrios más duros de Nueva York: el Bronx. Sus padres eran dos adictos a la droga que vivían de las subvenciones públicas del Gobierno. "Yo creía que la vida era esperar todos los meses el cheque del Gobierno. Cuando el cartero llegaba y lo dejaba en el buzón, mis padres primero nos llevaban con ellos a comprar la droga y luego íbamos al supermercado y sólo gastaban un par de dólares en comida. A los diez días ya no teníamos dinero. Mi único objetivo era sobrevivir. Mi hermana y yo tocábamos a la puerta de los vecinos para que nos dieran de comer. Eso funcionaba hasta que llegaba el fin de mes y ellos, que también vivían del Gobierno, tampoco tenían dinero. El hambre primero es como un agujero en el estómago y luego quema. Comíamos cubitos de hielo y pasta de dientes para engañarla".

"Tenemos la oportunidad de entender el significado de la vida a través de la historia de una mujer extraordinaria", dijo Díaz de la Cebosa,  presidenta de la fundación organizadora.Cuando a Liz Murray le preguntan si no estaba enfadada con sus padres, ella responde: "No, Aunque no podáis creerlo ellos nos querían mucho a mi hermana y a mí. La adicción a las drogas es una enfermedad como el cáncer. No les culpaba. Una noche, yo tenía diez años, mi madre me robó cuatro o cinco dólares que me habían regalado unos familiares por mi cumpleaños. Pensé que a lo mejor tenía que enojarme. Cuando volvió de comprar la droga empecé a gritarla. Ella se metió en el cuarto de baño, yo creía que para inyectarse; estaba furiosa, me acerqué, pero descubrí que estaba llorando. Y me dijo: ‘Lisi, no puedo parar’. Me enseñó que la gente no te puede dar lo que no tiene y ese fue su gran regalo".  Primera lección.

La madre de Liz Murray enfermó de SIDA. Su padre estaba muy debilitado y tuvo que  ir a un centro de acogida. Ella dejó de ir al colegio. Pasaban la noche en los bancos y esperaban a que acabara la noche.

Ese tránsito da título al libro que ha escrito: Breaking night. Cuando su madre murió, Liz Murray se enfrentó "a las mentiras que todos nos decimos: ‘Algún día, algún día, algún día voy a cambiar de vida’. Esa era la mentira que me decía mi madre: ‘Un día voy a dejar la droga‘".

Hasta que un día decidió hacerlo. Y encontró un instituto alternativo después de dar muchas vueltas que la admitió. "Y un profesor maravilloso, Perry, que cuando escuchó mi historia no me compadeció, sino que me dijo: ‘Vamos a hacer un trato. Te admitimos aquí sólo si sacas dieces’. Cuando alguien te quiere, te pone el listón muy alto". Segunda lección.

Acabó el instituto con sobresaliente de media y este profesor la llevó a que conociera con otros alumnos varias universidades. Entre ellas Harvard. Era imposible pagar la matrícula. Mandó su historia al New York Times, que tiene un plan de becas para estudiantes brillantes, y la obtuvo después de que se publicara. Entonces sus compañeros supieron que era una chica sin techo. Al volver a clase, todos se volcaron con ella, hicieron colectas para que tuviera donde vivir. Última lección: "Nunca olvidéis esto. Ayudad siempre que podáis", le dijo Liz Murray a la joven audiencia al concluir el acto. 

Neoyorkina en Madrid
Por esto y mucho más, hubo más de ochocientos estudiantes en la conferencia que la escritora pronunció en el teatro Alcázar de Madrid invitada por la Fundación International Studies.

El director de relaciones institucionales de La Caixa, Fernando Moroy dijo que "a pesar de que no hay atajos, tampoco hay meta que no se pueda alcanzar si se hace un esfuerzo continuado".

El presidente de Honor de la APD, Antonio Garrigues Walker, animó a los jóvenes a ser éticos.

La Viceconsejera de Educación de la Comunidad de Madrid, Alicia Delibes, aseguró "que ningún sociólogo hubiera apostado por Liz, pero ella pensó que el futuro estaba en sus manos"

María Díaz de la Cebosa, presidenta de la fundación organizadora y de CIS -The College for International Studies-, recordó que "Tenemos la oportunidad de entender el significado de la vida a través de la historia de una mujer extraordinaria, Liz Murray, una chica que a los quince años tuvo el coraje de crear su propio destino. Es una historia de sacrificio, lucha y triunfo, una historia de tenacidad, excelencia e inspiración".

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