En busca de cariño

Las diferentes maneras en las que el ser humano busca encontrar el cariño que dá fuerza de vida, no dejará nunca de llamarme la atención. Casualmente, el otro día, recibí un mensaje al respecto en una bolsa de papel que decía: “lo que buscas está dentro”, y aunque fuera un ardid publicitario para vender el producto que contenía el paquete, recordaba una gran verdad que poco a poco, cada uno a su ritmo y a su manera, vamos aprendiendo a incorporar en nuestras vidas.

La sociedad está cambiando vertiginosamente, tanto que a veces no nos dá tiempo a responder a tantos estímulos, necesitando parar la mente para conseguir centrarnos un poco. En esta era en la que el tiempo parece pasar más rápido que nunca, nos vemos obligados a encontrar nuevas maneras de relacionarnos y de abastecernos de afecto propio y ajeno.

La necesidad de cariño no cambia, a pesar de que el ser humano, muchas veces, se empeñe en tener que seguir mereciéndolo, en lugar de sentirlo como algo innato por el simple hecho de ser persona. Desde niños desarrollamos diferentes mecanismos, inconscientes, en la mayoría de los casos, mediante los cuales aspiramos a recibir las dosis de amor que necesitamos como individuos. Cuando de niños no nos sentimos queridos, entonces, nuestra auto-estima se resentirá inevitablemente, cayendo en la trampa de auto-convencernos de tener que hacer méritos para conseguir ese amor.Una vez que ya somos adultos, sería necesario aprender a amarnos y a aceptarnos tal y como somos, en lugar de buscar la aceptación y aprobación ajenas a través de nuestros atributos físicos, logros profesionales o status social.

Una vez que ya somos adultos, sería necesario aprender a amarnos y a aceptarnos tal y como somos, en lugar de buscar la aceptación y aprobación ajenas a través de nuestros atributos físicos, logros profesionales o status social. Como terapeuta, me resulta alarmante que, en busca de cariño, un altísimo porcentaje de personas decidan asistir a talleres de crecimiento personal, que quizás en el fondo tampoco les interesen tanto, con la intención, muchas veces inconsciente, de recibir afecto. Considero que hay que ser consecuente con uno mismo y que hay que diferenciar las actividades para socializar y los encuentros para meditar sobre uno mismo, y aprender a liberar y a transmutar aquellas emociones y pautas de comportamiento que nos hacen infelices, de cara a vivir de una forma más serena.

La experiencia me demuestra que, con frecuencia, por puro desconocimiento e inintencionadamente, mucha gente obvia este trabajo interior para quedarse con el mero hecho de “realizar una actividad diferente, en compañía”, a pesar de que las propuestas de cursos relacionadas con el desarrollo humano, conlleven la dolorosa y ardua tarea de enfrentarnos al lado más escondido de nuestra personalidad para sanarla a lo largo de toda la vida.

Cabe destacar que muchos ejercicios realizados durante dichos talleres, ofrecen la posibilidad de intercambiar abrazos como herramienta para conectar con las emociones, lo que da la posibilidad de intercambiar calor humano a “módicos precios” en la minoría de los casos. Esta opción, absolutamente legítima, deja a los susodichos en la punta del iceberg del objetivo real de los citados talleres, obviando la trascendencia de unos cursos a priori muy recomendables.

Cuando veo las películas denominadas “españoladas”, de toda la vida, en las que actores de la talla de Paco Martínez Soria comparten lecciones de humanidad con el resto del reparto, me doy cuenta de que la sociedad pide a gritos el volver a la autenticidad que vivieron otros momentos de la historia, en los que quizás a pesar de que el desarrollo tecnológico fuera mucho menor, la solidaridad y la compasión vivían sus momentos más álgidos.

Hay que diferenciar las actividades para socializar y los encuentros para meditar sobre uno mismo, y aprender a liberar emociones y pautas de comportamiento que nos hacen infelices, para vivir de una forma más serena.Cada persona es una y sus circunstancias y nadie está en el corazón de otro para descubrir qué le mueve. Por tanto no hay juicios, ni críticas ante la manera de relacionarnos en la actualidad. Tan sólo comparto una reflexión sobre el asombro que no deja de producirme comprobar que solemos perder mucha energía y mucho tiempo “compitiendo por el afecto”, de niños con nuestros hermanos, e incluso con nuestros padres, y ya de adultos, con casi todo el mundo.

Si cada uno aprendiera a amarse y aceptarse tal y como es y por tanto, a auto-nutrirse del afecto necesario para afrontar la vida, entonces no habría que pasar por el “auto-machaque diario” para ser valorados por nuestros padres, hijos, parejas, jefes, compañeros de trabajo y entorno social en general.

Una vez que aprendiéramos a tratarnos con respeto, afecto y dignidad, podríamos seguir desarrollándonos mediante actividades como cursos de crecimiento personal para cumplir lo que su nombre indica, evolucionar como seres humanos, en lugar de buscar un hueco en un lugar, donde aparentemente, en principio se suele recibir a la gente con afabilidad y donde es propicio relacionarse cordialmente, con mayor o menor profundidad.

Cómo, cuándo y con quién encontramos afecto es un camino abierto y libre para cada individuo, teniendo en común el corazón humano como destino.

*María Cicuendez es Periodista, Maestra de Reiki (Usui Shiki Ryoho), Terapeuta de Sonido, Cristaloterapia y Esencias Florales (clases y terapias). www.mariacicuendez.webs.com

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