Hoy, antes de salir de casa dejando a la tropa bien situada en Londres para acometer un compromiso de trabajo en Madrid he de reconocer que me ha visitado la pereza, el hastío, la pena y hasta la resignación de dejar a los cachorros en manos de otros.
Sobra decir que mi profesión me encanta y la consulta, el alumno, el coachee… son, a fecha de hoy, desafíos atractivos y estimulantes.
Sobra decir que mi profesión me encanta y la consulta, el alumno, el coachee… son, a fecha de hoy, desafíos atractivos y estimulantes.
Cuando alguna lagrimilla ha resbalado por mi cara, la persona que me acompaña en esta aventura londinense y que vela, junto conmigo y mi marido, por intentar forjar a nuestra prole con un carácter sólido que les permita abrazar una vida en valores donde el respeto, la verdad, la justicia… tengan un lugar protagonista, se ha dirigido a mi, seria a la par que serena, y me ha dicho: "María José, eres una privilegiada. Tu vida es una aventura. Cada día es distinto e intenso. Llorar es tirar el tiempo que nos es dado. Eres diferente, disfrútate".
Sus palabras todavía resuenan en mi interior. Esta sabia abuela, puñetera y certera, ha dado en la diana. Me ha despertado de mi discurso victimista apelando, entre otras cosas, a la gratitud por el regalo de la vida, a la autenticidad de mi condición particular –¿no somos una suma de singularidades?– y a la capacidad de sacar partido a la maravilla del presente.
El saber lo que hay que hacer, es una parada, no el puerto de destino.
¿Cuántas veces he tratado, con mayor o menor acierto, estos temas en clase? Confía en mí, querido lector, si te digo que muchas. El saber lo que hay que hacer, es una parada, no el puerto de destino. La arribada no es fácil, pero la enjundia de lo que tenemos entre manos hace que merezca la pena intentarlo.
El fino y certero Lucio Séneca, hace más de veinte siglos, ya nos avisaba, "¿es que por caminos llanos se llega a las alturas?" Creo que es relativamente fácil comprar un discurso que apele a la mejor versión de nuestra condición humana, el reto es aplicarlo. ¿Seremos capaces?
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