“Borroka” en Pozuelo

¿Lo recuerdan? No hace mucho, entrábamos de lleno en la crisis; se decía que nos enfrentábamos a un problema sistémico, que afectaba a lo económico, lo social y lo medioambiental. Pero tendemos a dar mayor relevancia al factor económico (“business is business”) y olvidamos fácilmente las otras componentes. Sucesos como los de Pozuelo vienen a recordarnos que no sólo la economía, también la sociedad está en crisis.

Para quienes no estén familiarizados con Madrid, ni al tanto de los sucesos ocurridos recientemente en uno de sus distritos, aclararé que Pozuelo es uno de los de mayor poder adquisitivo. Donde recientemente ocurrieron episodios de violencia callejera protagonizados por jóvenes que produjeron importante destrozos, se enfrentaron a las fuerzas del orden y llegaron a asaltar una comisaría de policía. Una auténtica “kale borroka” expresión desgraciadamente muy conocida en España, que en euskera significa lucha callejera.

Crisis social y violencia juvenil
No es mi intención ahondar en este suceso concreto; labor ésa de policía y jueces. Aunque he de confesar que he comentado con amigos de la judicatura la confusión que me crea que, un mismo hecho delictivo, parezca tener distinto tratamiento según donde se produce; de terrorismo sujeto a duras condenas a simple gamberrada callejera: castigados sin salir y listo.

¿Qué factores pueden estar detrás de este fenómeno? ¿Será la baja tolerancia a la frustración, de una generación sobreprotegida y consentida, acostumbrada a tener todo lo que se le antoja?
Sí quisiera invitarles a reflexionar sobre las posibles causas de la creciente violencia juvenil. Qué puede estar pasando para que grupos de jóvenes decidan entregarse, sin razón aparente, a una orgía de destrucción, a reventar lo que encuentran a su paso y atacar a quienes consideran son los encargados de reprimirles e impedirles hacer lo que en cada momento les venga en gana.

Malo es que lo hagan como una forma equivocada de perseguir un determinado objetivo político o de manifestar su disconformidad con un sistema que los condena a no tener futuro. Pero peor es que se entreguen a ello sin perseguir ningún fin, por simple diversión.

¿Qué factores pueden estar detrás de este fenómeno? ¿Será la baja tolerancia a la frustración, de una generación sobreprotegida y consentida, acostumbrada a tener todo lo que se le antoja? ¿Tal vez la falta de unos padres que actúen como tales, les dediquen tiempo y comuniquen con ellos? ¿Les inducirá a ello la visión de un horizonte sin perspectivas, donde adivinan mileurismo y precariedad laboral? ¿O será el saberse impunes, impermeables a las leyes por su condición de menores? ¿Tal vez la falta de un modelo a seguir o peor, tener un modelo inalcanzable? No solo es un sueño imposible llegar a ser como Cristiano Ronaldo; es que ni siquiera ven viable conseguir una posición que les permita planificar su vida. Pensar en el futuro, ¿merece la pena? mejor vivir el momento y hacer lo que les apetece, sin restricciones.

Crisis económica; detrás de ella un modelo económico perverso. Crisis social: agente causante el mismo modelo económico perverso. Que impide la conciliación trabajo-familia, que obliga a la mujer a renunciar a ser madre si quiere desarrollarse profesionalmente, que genera trabajos basura y sueldos de mierda, que premia la especulación y desprecia la tenacidad, que fomenta el consumo a ultranza…

Responsabilidad frente a permisividad

Parece como si la sociedad, consciente de la degeneración del modelo, quisiera proteger a sus jóvenes de las consecuencias derivadas de su inadaptación al mismo. Y ha ideado multitud de fórmulas para proteger a los menores. Inimputabilidad hasta alcanzar una edad determinada, levedad de penas si no se ha alcanzado la mayoría de edad…. ¿Que puede pasar por la cabeza de alguien que se sabe inimputable, haga lo que haga? Me pregunto qué hubiéramos hecho si, cuando de chavales teníamos que aguantar en el colegio al macarra de turno, nos hubieran dicho que éramos inimputables. Por otra parte, qué buena carne de cañón para delincuentes adultos, que solo tienen que incitar a menores para que sean la mano ejecutora de las fechorías que ellos planifican.

A la vista de los resultados, no parece que el camino de permisividad y sobreprotección vaya a aportar una solución al problema. La solución estaría más en el terreno de la responsabilidad y la educación. Sí, responsabilidad, palabra mágica cuya carencia siempre sale a relucir cuando hablamos de crisis, del tipo que sea. Hay que instruir a nuestros jóvenes en responsabilidad y civismo. Hay que enseñarles a ser responsables en todos los aspectos de la vida.

Porque frente a menores irresponsables y sobreprotegidos, ¿quién protege a los adultos?

*Directivo prejubilado de Telefónica. Ingeniero de telecomunicación, experto en TIC y RSE.
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