Una batalla en el vestuario
-Es increíble. Somos los que más posibilidades tenemos para ascender y estamos echando por tierra todas las oportunidades. ¿Es que no asimiláis lo que hablamos en el vestuario? Parece que los rivales sois vosotros mismos en lugar del equipo contrario.
Este era el discurso de Alberto, el entrenador del equipo de fútbol Los leones, después de cada partido. Su vestuario era un polvorín complicado de manejar.
Desde hacía semanas sólo se dedicaba a solucionar rencillas y envidias. Estaba harto. «Pero esto se va a acabar», se dijo Alberto.
Así que tres días antes del partido que les enfrentaría con uno de los equipos que mejor iban en la liga, los reunió en el vestuario:
-Chicos, abandono. No puedo más. Me cansa vuestra actitud, por lo que me voy del equipo -anunció.
-¿Cómo que te vas? Querrás decir que te vas al término de la temporada, ¿no? -preguntó Sergio, el portero imbatible.
-Lo que quiero decir es que me voy ahora mismo.
-¿Y el equipo? ¿Y el partido del domingo? ¿Y nosotros?
-Ah, ahora sois «nosotros». Pero qué egoístas sois. Pues como yo también soy egoísta, voy a pensar en mí, y lo que me pide el cuerpo es perderos de vista.
Alberto sabía que estaba siendo un poco duro, pero necesitaba despertarles y que se dieran cuenta de que el deporte era unión y la suma de esfuerzos.
-Se ha ido, hablaba en serio -advirtió Pablo, el defensa.
-Pues sí. Y ahora todo depende de nosotros -afirmó Daniel, el capitán del equipo.
El capitán de un equipo de fútbol es el líder del equipo, que representa dentro del campo de juego a todos sus compañeros frente a los árbitros y que también tiene a su cargo la organización y el mando del equipo conforme a las órdenes del entrenador, a la situación y su visión de juego.
-Bien, la situación es la siguiente: el domingo jugamos un partido muy importante del que depende nuestro ascenso y ya sabéis que nuestros rivales no son fáciles. Son muy competitivos y también se juegan mucho. Así que vamos a seguir un esquema 1-4-3-3.
Tenemos que estar en forma para el domingo, tanto física como mentalmente con lo que propongo que hagamos una votación de los ejercicios y entrenamientos que pensáis que nos van a ir mejor para llegar en plena forma al domingo -continuó el capitán.
Y así fue que sometieron a votación democrática las sesiones, la dieta alimenticia y la alineación. Y todo en equipo, sin malas caras y colaborando.
El domingo Los leones saltaron al campo con un brillo y una energía especial. El encuentro fue duro y algo áspero. El equipo visitante venía a ganar y no dudaron en hacer entradas sucias y en protestar por todo. Pero a cada varapalo de los adversarios, Los leones se hacían más fuertes.
Con cero a cero en el marcador, y a falta de siete minutos para el final del partido, las cosas no parecía que fueran a mejorar. Estaban todos agotados: locales y visitantes.
Fue entonces cuando Daniel pensó en la jugada que habían ensayado en los entrenamientos. Era arriesgada pues suponía adelantar demasiado a un defensa, pero merecía la pena, así que dio las instrucciones pertinentes a los jugadores. Y «Gooooooooooooool».
Alegría, euforia, explosión en la grada y en el campo.
-Hemos ganado, lo hemos conseguido. Somos un gran equipo -gritaba Pablo tras oír el silbato que ponía fin al partido.
Y, en efecto, lo eran, o mejor dicho, se habían convertido en un equipo. De camino al vestuario, y como algo instintivo, todos se miraron.
-¿Pensamos lo mismo? -preguntó Sergio.
-Creo que sí. Ojalá estuviera aquí Alberto. Se merecía disfrutar de esta victoria -dijo Daniel.
Poco a poco los jugadores se fueron duchando y, en lugar de irse por separado como hacían habitualmente, se esperaron para salir juntos del vestuario. Al llegar a la puerta que daba al campo, les estaba esperando una agradable sorpresa. Alberto estaba allí, sonriendo orgulloso.
-¿A qué vienen esas caras de asombro? ¿Pensabais que me lo iba a perder?
Unos días más tarde, tras digerir las mieles del éxito, Alberto los reunió:
-Habéis sido capaces de trabajar en equipo y de sacar lo mejor de vosotros mismos para ponerlo al servicio de un objetivo, eso es lo que ha hecho que hayáis olvidado la absurda competencia entre vosotros. Además, habéis sabido ver las fortalezas de cada uno, en lugar de las debilidades, lo que ha hecho posible que os hayáis convertido en una máquina perfecta. Cada uno de vosotros tenéis unas características determinadas y diversas, ni mejores, ni peores, sino complementarias. Espero que hayáis aprendido de esta experiencia, es un regalo que debéis aprovechar -remató el entrenador más orgulloso de lo que jamás había estado.
*Helena López-Casares Pertusa es Editora senior de LID Editorial Empresarial. Profesora de Comunicación y Protocolo.
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